Mientras España les roba, aterrizan en Madrid para hacer negocios
Con demasiada facilidad, algunas personas en general y políticos en particular cambian de opinión con una facilidad asombrosa y sin tan siquiera ruborizarse, algo natural, o, como algunos dirían, tienen la cara de cemento rápido. La memoria puede ser frágil para algunos, pero las hemerotecas son implacables con quienes ayer dijeron negro y al poco tiempo defienden el blanco como si siempre lo hubieran hecho. Ejemplos hay muchos en todos los colores políticos.
Viendo el panorama actual en Catalunya (en el resto de España es igual), nos vienen a la memoria dos frases de la misma persona en momentos diferentes: una cuando estaba en política y la otra cuando tomó la de Villadiego. “España nos roba” es la frase que en su día pronunciaba en sede parlamentaria catalana el notario metido a político Alfons López Tena, una persona en aquellos tiempos exaltada, que venía a comerse Catalunya o al menos a cambiarla después de haber pasado por varios partidos políticos. Junto a dos colegas con tanta marcha como él, Joan Laporta y Uriel Bertrán (militante de ERC), decidieron crear una plataforma electoral, Solidaridad Catalana por la Independencia (después se convertiría en Solidaridad por la Independencia, SI), que en su primera etapa electoral hizo tanto ruido que consiguieron sacar cuatro diputados. En las siguientes, las cosas no fueron bien y se quedaron sin representación.
Los tres mosqueteros del independentismo se quedaron compuestos y sin escaño. El radicalismo que representaba su plataforma fue asumido por Artur Mas, su gobierno y la CUP, que hacían de las suyas. Pasados unos años, la frase de López Tena, que tanto caló en sectores de la política catalana, quedó en el olvido. Hace tan solo unos pocos años, el notario, que volvió a su trabajo y ahora está jubilado de esa profesión, nos sorprendía con otra frase: “Nunca apoyaré el ‘procés’ porque sería colaborar con un régimen autoritario”. Un cambio de actitud que algunos califican de “evolución”, como suelen decir los que cambian de ideología. Pasó de no querer responder en español a periodistas a ser vocal del Consejo General del Poder Judicial, a decir en 2023 que votaría a los socialistas y a considerarse un hombre de Estado. No entraremos en más detalles, porque queda claro lo sucedido y, al menos, ha tenido la valentía de explicarlo.
Los hay, políticos y partidos, para los que el oscurantismo es su manera de actuar: hacen unas cosas y explican la contraria. El caso de Junts es paradigmático. Se les llena la boca con “España nos roba”, “España nos oprime y nos explota” y unas cuantas frases más que casi todo el mundo ha escuchado varias veces. Pero no se les cae la cara de vergüenza al negociar con los socialistas, que ahora gobiernan en coalición, mostrando algunas de las cosas pactadas y acordando otras que no se conocen y que huelen a negocios. Puigdemont y su colla celestial necesitan colocar a los que se han quedado sin chollo. Quiere tener poder y sus prebendas. Apuesta por tener una “figura” como la que en su día ejercía Josep Antoni Duran i Lleida, quien, por cierto, tenía suite en el Hotel Palace para estar más cerca del Congreso. Su compañero de partido, el hábil Josep Sánchez Llibre, gran negociador y abridor de muchas puertas, actual presidente de la patronal catalana Foment, sigue viajando mucho a Madrid para hacer de “mediador”. A los muchachos y muchachas de Puigdemont les gusta codearse con las élites (todas) que manejan el cotarro en la Villa y Corte. Hacen un papel en el hemiciclo del Congreso para que los vean y otro bien diferente cuando las cámaras y los fotógrafos desaparecen. Son unos maestros, pero se les ve el plumero. Puigdemont está encantado de ser el santo santorum y de que vayan en peregrinación a verlo, y, además, si es posible, que se sepa. Otros encuentros los lleva en secreto. Solo le queda verse con Pedro Sánchez.
Puigdemont está haciendo el doble juego: críticas al Gobierno y, a su vez, negocia, va introduciendo a sus peones más independentistas en el poder económico del Estado (ese que roba a Catalunya). Pere Soler, un independentista confeso cuyo nombramiento fue en su día polémico por sus cientos de tuits nada apaciguadores, como el que decía: “Espero que nos vayamos porque me dais pena todos los españoles”. Pues bien, Soler se incorporó hace poco a la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, con sede en Madrid y que desarrolla un papel muy importante. ¿No le molestará ir a la capital del imperio?
El otro colocado, Ramón Tremosa, ex eurodiputado al que se le conoce por grandes actuaciones como denunciar un chiste del personaje Mauricio Colmenero de la serie Aída, según él, de mal gusto. El sentido del humor no lo tiene muy desarrollado. Casi a finales de enero anunciaba que renunciaba a su cargo de concejal en el Ayuntamiento de Barcelona para dedicarse “de lleno a la docencia” porque no podía compaginar sus dos ocupaciones y se inclinaba por abandonar la política por la docencia. Pero Tremosa cambió de opinión, y eso de dejar la política se lo ha pensado mejor. ¿No es un cargo político en AENA? Es evidente que sí. Puigdemont lo ha puesto ahí para influir en la ampliación del aeropuerto del Prat-Josep Tarradellas, ya que están a favor de la ampliación y de que el traspaso del aeropuerto sea una realidad…
Como interesa tener gente en todos los ámbitos, el comunicador catalán que fue en las listas de Junts al Senado e independentista hasta llegar a catalanizar su apellido de Calza a Calçada, y de nombre Miquel, ha encontrado un puesto en el consejo de administración de RTVE, con un buen sueldo. Este goteo de desembarco en Madrid no será el único, como tampoco la presencia de gente afín a Puigdemont en grandes empresas del IBEX. Se irá viendo poco a poco.
Mientras esto sucede y puede entenderse como una colaboración “sincera” entre Puigdemont y los socialistas para dar estabilidad al Gobierno, ¿de verdad? Puigdemont, que no lo puede remediar, da la puñalada trapera y lanza a su nuevo protegido del incomprensible “Gobierno de la República” (gobierno en el exilio). ¿Qué exilio? ¿Qué respeto a la democracia y a las urnas? Jordi Domingo, presidente actual de ese gobierno con permiso de su jefe Puigdemont, levanta de nuevo el follón. Esta vez, para seguir dando la batalla en el exterior contra España, recogiendo firmas para entregarlas en la ONU, desde el Consell, que lo venden como el gobierno en el exilio. ¿Engañar a la ONU? Es no saber con quién se la están jugando.
Con esta estrategia de engañar a la ONU y a otros organismos internacionales, ¿tienen dinero para eso? La idea es volver a la matraca de la consulta, con la peregrina idea de que solo puedan votar los nacidos en Catalunya. ¿Pureza de raza? ¿Clasificación de catalanes? Lo cierto es que estos iluminados, que dicen hablar en nombre de Catalunya, dejan una mala imagen de la comunidad, a la que no representan porque no son mayoría. Dios nos guarde si algún día estos personajes autoritarios tuvieran el poder en sus manos. Claro que la trayectoria de Domingo es para escribir un libro. Provenía de Bandera Roja, aterrizó en el PSUC (igual que Roures) y coqueteó con Rusia, abriendo su bufete de abogados en Moscú. Después de esa etapa, se convirtió en un independentista furibundo. Los reconvertidos son los más feroces defensores de lo que toque en ese momento.
Ante este panorama en el que nada es lo que parece, donde la lealtad, la ética y el compromiso son palabras huecas, al final, de lo que se trata es de poder y dinero; lo demás son meros eslóganes publicitarios para seguir engañando al populacho con pan y circo… Como decía el emperador Nerón: “¡Qué buen actor muere conmigo!”
Escribe tu comentario