Un Estado dominado por el crimen

Marginedas habla sin tapujos de una maquinaria de desinformación ruso-siria

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Captura de la web de The Washington Post informando de la liberación de Marc Marginedas

 

El periodista catalán Marc Marginedas estuvo medio año secuestrado en Siria por grupos yihadistas, que lo devolvieron a la libertad en un puesto fronterizo turco. Esta traumática experiencia ocurrió entre 2013 y 2014. Es corresponsal de guerra y reportero de investigación de El Periódico y ha vivido muchos años en Rusia, a la que considera su patria de adopción. En su reciente libro Rusia contra el mundo (Península) habla de terrorismo de Estado, secuestros, mafia y propaganda. Y, tal y como Alexéi Navalni reclamaba, no equipara en absoluto el Estado ruso con la población rusa. Esta confusión es frecuente y se trata de un error garrafal que puede afectar a cualquier país; se pone así a prueba la inteligencia de un personal excesivamente proclive a juzgar antes de callar y pensar.

Marginedas habla sin tapujos de una maquinaria de desinformación ruso-siria, cuando el régimen de Bashar al-Ásad, ahora derrocado y exiliado en Moscú. Da cuenta de que ha habido rusos infiltrados en el Dáesh, así como atentados de falsa bandera destinados a conceder al Kremlin una justificación para lanzar una operación militar. Y recuerda (actividad que algunos se niegan a efectuar cuando entienden que no les conviene) que Vladímir Vladímirovich Putin, siendo primer ministro de Boris Yeltsin y pocos meses antes de convertirse en presidente de Rusia, declaró a propósito de unos atentados de confusa autoría lo siguiente:

“Vamos a perseguir a los terroristas en cualquier lugar, si están en el aeropuerto, los vamos a perseguir en el aeropuerto, y si los pillamos en el baño, los tiraremos por el retrete y el problema se habrá acabado de una vez para siempre”.

Este tono habla por sí solo. ¿Es propio de una autoridad civilizada o es, más bien, el tono gansteril de alguien aficionado a la brutalidad y a cortar cabezas?

Cuando Yeltsin paró el golpe del búnker soviétivo y, de una tacada, apartó al honrado y decente Mijaíl Gorbachov, ilegalizó al PCUS, disolvió la URSS y se convirtió en presidente de la Federación de Rusia, se inició una era de corrupción generalizada, sin límites. Al poco, ya en 1993, “se calculaba que el 80 por ciento de las empresas pagaban un canon de protección a grupos criminales”. Y ese año, sólo en Moscú murieron unas 1.400 personas en acciones violentas vinculadas con el crimen organizado.

Extremada más aún la desigualdad social, desapareció la existencia de normas para los privilegiados; autorizados, de hecho, a infringir con impunidad toda regla (por ejemplo, las de tráfico) o perpetrar cualquier fechoría. Una casta de intocables a quienes los agentes de policía ni siquiera requerían su documentación. Ese abuso generalizado desembocaría fatídicamente en un Estado exportador de terrorismo (en cualquiera de sus formas) e invasor (como en el territorio de Ucrania; ahora con la aquiescencia intimidatoria  del presidente de los EE UU, continuamente escupiendo amenazas y supremacía). Crímenes de guerra, tácticas de tierra quemada, operaciones de ‘limpieza’ y ataques deliberados contra infraestructuras civiles. ¿Ante un alarde de violencia y abusos, se puede callar y mirar hacia otro lado?

Marc Marginedas reitera el afán del Kremlin por desacreditar a España como democracia y su apoyo a la insurrección separatista de la Generalitat en 2017. Analiza insólitos compañeros de viaje en esa operación, en un contexto de “compra de periodistas y captación de formaciones políticas en Occidente, empleo de grupos rusos del crimen organizado asentados en el exterior con capacidad de corromper y pervertir las economías locales, asesinatos de oponentes políticos en suelo ajeno mediante sustancias tóxicas y radiactivas”. Ataques con veneno y agentes tóxicos de la familia Novichok (significa en ruso recién llegado), que afectaron a personas como Aleksandr Litvinenko (una venganza sobre un espía desertor) o Alexéi Navalni (el carismático líder opositor asesinado hace un año). Siempre el crimen como arma principal para resolver de inmediato los problemas de todo tipo.

“Una cepa criminal corría en su sangre, lo cual, en lugar de ser modificado, fue aumentando”, dijo del profesor Moriarty el padre de Sherlock Holmes.

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