El Papa Francisco, fallecido el pasado lunes 21 a los 88 años como consecuencia de una larga convalecencia tras una neumonía bilateral, un derrame cerebral y un colapso cardiovascular irreversible, ha dejado como legado no solo su papado, sino también un testamento profundamente simbólico y coherente con los valores que predicó durante su vida.
Un funeral marcado por la austeridad
En su testamento, el Sumo Pontífice dejó claramente expresado su deseo de que sus exequias estuvieran marcadas por la sencillez. Así lo demuestra la elección de un ataúd de madera, austero dentro del marco ceremonial del Vaticano, y su petición de ser velado en la Capilla de la Residencia de Santa Marta —donde celebraba misa a diario— antes de ser trasladado a la Basílica de San Pedro. A diferencia de sus predecesores, Francisco pidió no reposar sobre el tradicional catafalco, sino dentro del féretro desde el inicio.
Una sepultura fuera de lo común
Rompiendo con siglos de tradición papal, Francisco solicitó que sus restos no fueran enterrados en la Basílica de San Pedro, sino en la Basílica Papal de Santa María la Mayor, un lugar profundamente significativo para él. Allí solía acudir a rezar antes y después de cada viaje apostólico. Eligió un rincón sencillo: un nicho en la nave lateral, entre la Capilla Paulina y la Capilla Sforza, en el suelo, sin ornamentación y con una sola inscripción: Franciscus.
El texto íntegro
"En el Nombre de la Santísima Trinidad. Amén.
Sintiendo que se acerca el ocaso de mi vida terrenal y con viva esperanza en la Vida Eterna, deseo expresar mi voluntad testamentaria sólo en lo que se refiere al lugar de mi entierro. Siempre he confiado mi vida y mi ministerio sacerdotal y episcopal a la Madre de NuestraSeñor, María Santísima. Por lo tanto, pido que mis restos mortales descansen esperando el día de la Resurrección en la Basílica Papal de Santa María la Mayor.
Deseo que mi último viaje terrenal termine en este antiguo santuario Mariano, donde iba a rezar al principio y al final de cada viaje apostólico a Roma, confiaré confiadamente mis intenciones a la Madre Inmaculada y le agradezco su cuidado materno.
Pido que se prepare mi sepulcro en el nicho de la nave lateral entre la Capilla Paulina (Capilla de la Salus Populi Romani) y la Capilla Sforza de la mencionada Basílica Papal.
El sepulcro debe estar en la tierra; sencillo, sin decoración particular y con la única inscripción: Franciscus.
Los gastos de preparación de mi entierro serán cubiertos por la suma del benefactor que he dispuesto, para ser trasladado a la Basílica Papal de Santa María la Mayor y de la cual he provisto instrucciones oportunas a Mons. Rolandas Makrickas, Comisario Extraordinario del Capítulo Liberiano".
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