​Lula, ¿por qué nos robaron?

Óscar Hernández Bernalette
Diplomático

Lula DA SILVA


No tiene sentido para una región que lo que quiere es cambio, progresar, mitigar la pobreza, aprovechar las ventajas comparativas de vivir en una zona de paz, que tengamos que cohabitar con las denuncias sobre corruptelas de la dirigencia política y funcionarios públicos, acusados y presos por estar inmersos en actos de corrupción. Es como si fuera una maldición, la vocación de servicio es una farsa para estar en donde hay que estar , en el poder, para garantizar riqueza. Es lo material, no es la fuerza que se desprende del espíritu por la satisfacción de haber servido, haber ayudado al prójimo, por haber hecho un buen gobierno, es la necesidad de aprovecharse de las arcas publicas. Me pregunto, Lula, qué necesidad de estar acusado, no es suficiente honor haber sido presidente de una gran nación. Parece que no.


Es sin duda una desgracia para América Latina, para Venezuela y para millones de seres humanos, la triste historia de la corrupción que ha recorrido las venas de esta región y especialmente la opera bufa que dirigió Odebretch. Una transnacional que pudo ser una muestra para el mundo de la capacidad técnica de nuestros empresas, de su competitividad, pero por el contario, demostró los genes de la corrupción que recorren por igual al sector publico y al privado, pero especialmente de quienes gobiernan.


Como bien lo dijo el reo Andrade, presidente de la empresa, él no fue el que corrompió a los políticos, ya ellos eran unos pillos. Que vergüenza, que el flageló de la corrupción tocara las mas altas esfera de la de la dirigencia del país. Por acción u omisión, un mínimo porcentaje de bandidos le han impedido a sus nacionales progresar. Lo mas triste de esta historia, con gradación carioca, es que solo es el ápice de múltiples corruptelas en distintos sectores. Esta ya impregnada en la cultura nacional, va mas allá del jefe de estado, de ministros, se coló en la piel de muchos. Se aprendió que robar al estado es un arte y da dividendos en un mundo de impunidad, la mayoría de las veces.


Aquí en Venezuela el caso es mas que evidente. Millones perdidos, obras inconclusas y aun sin que alguien pague la tropelía. Produce mucha angustia ser testigos en estos tiempos de cómo se engaña a tantos por unos sinvergüenzas que algún día deben dar cuenta a la justicia por el daño que le han hecho a sus naciones.


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