En la antigua Grecia coexistían dos tipos de ciudadanos libres: los 'politikois' y los 'idiotikois'. Los 'politikois' eran ciudadanos que se interesaban por la 'polis' o ciudad participando 'activamente' en los asuntos públicos. Contrariamente, los 'idiotikois' —aunque gozaban de los mismos derechos civiles— se mantenían al margen de los asuntos del bien común y no hablaban el 'estoa' (el pórtico de la plaza o del mercado) ni en el foro para tratar temas públicos importantes; eran ciudadanos 'pasivos' que sólo se dedicaban a sus intereses particulares.
Veinticuatro siglos después continúa la misma dicotomía entre la ciudadanía de España y Latinoamérica. Alrededor del 30% de los ciudadanos con derecho a voto en estos países son 'idiotikois', ciudadanos pasivos que no participan en las elecciones parlamentarias (el termino original carece de significado peyorativo ya que no fue hasta el año 1300 que el francés antiguo lo incorporó como sinónimo de persona sin educación o ignorante).
Obviamente, las tasas de abstención varían mucho entre países y regiones. Van desde el 10% en Bolivia y Uruguay hasta el 50% en Colombia y Chile. Pero en la mayoría de países, esta indiferencia frente a los procesos electorales ha disparado las alarmas no solo en los partidos políticos, sino en amplios sectores de la sociedad civil que ven con preocupación como las jóvenes democracias de España y de América Latina se enfrentan a una profunda crisis en materia de participación política.
También son muy variadas las causas sociales y las condiciones políticas que generan, en cada país, esta colosal apatía política. Sin embargo, la principal consecuencia que el abstencionismo tiene para las democracias de habla hispana es la misma: el grave debilitamiento de la democracia representativa que se basa en que la soberanía pertenece al pueblo y que solo mediante su participación masiva en política pueden legitimarse los gobiernos electos. En el mismo sentido, las posibles soluciones a este preocupante problema de apatía política comparten elementos comunes aplicables a la mayoría de países hispanoparlantes.
La abstención es un fenómeno complejo que puede clasificarse en tres categorías: abstención técnica, abstención pasiva o sociológica y abstención activa o ideológica.
El primer tipo —la abstención técnica— es aquella en la que el elector no ejerce su derecho por razones más allá de su voluntad (defectos del censo electoral, problemas del voto por correo).
Las que son verdaderamente preocupantes son la sociológica o pasiva provocada por la propia falta de interés en la política en general o en la elección concreta que se dirime y la abstención activa o ideológica. Esta última es la auténtica abstención política que debe leerse como un acto político de protesta y rechazo a la legitimidad del sistema político vigente.
Obviamente, las soluciones al abstencionismo técnico (que puede alcanzar al 10% del censo electoral) requieren soluciones también técnicas por parte de las autoridades electorales: depurar los censos electorales y acercar los mecanismos de votación allá donde se encuentre el elector. En el caso de la abstención pasiva y sociológica, las administraciones deberían dedicar recursos a campañas en los medios de comunicación para promover una cultura cívica que convenza a los ciudadanos de la validez de su voto.
Mucho más difícil es revertir el abstencionismo político motivado por la desconfianza de los ciudadanos hacia los políticos o su malestar con la política y los políticos. Debe entenderse como lo que es: una postura de protesta y una acción política, ya sea frente a una elección en particular, el sistema político en general o una situación de falta de garantías democráticas. Además, en la mayoría de países, este desinterés o malestar por participar en las elecciones refleja de manera alarmante la desafección de los más jóvenes del padrón electoral.
Las raíces de este problema implican tanto a políticos como a ciudadanos. Los primeros deben responder por sus culpas que hacen que cada vez sean menos creíbles y los segundos asumir su desinterés y sus posiciones contradictorias como reclamar por el mal funcionamiento del estado pero a la vez abstenerse de participar políticamente.
La solución aparentemente más fácil al abstencionismo político y al sociológico ha sido tradicionalmente hacer que el voto sea obligatorio y que se penalice la abstención electoral. Sin embargo, esa medida simplista —vigente en muchos países de Latinoamérica— convierte en 'deber' lo que moralmente es un 'derecho' e impide a los ciudadanos que ejerzan su legítimo derecho al abstencionismo como expresión política de su malestar. En consecuencia, convertir en obligación el ejercicio de un derecho es un contrasentido.
Las soluciones realmente eficaces pasan por combatir las raíces de la creciente apatía electoral y el malestar político. Para ello se debe convencer a los ciudadanos de la validez de su sufragio como expresión de un compromiso ético, cívico y social encaminado al desarrollo positivo, justo y equitativo de la sociedad que sólo puede lograrse a través una acción inteligente: promover su participación activa e imprescindible desde su identidad de ciudadanos, es decir, de integrantes de una comunidad política. El aforismo 'la política es demasiado importante como para dejársela a los políticos' que diversos autores se atribuyen, adquiere especial vigencia ante el problema del abstencionismo electoral.
Los mecanismos para alcanzar este objetivo involucran cambios legislativos que amplíen el derecho de los ciudadanos a la participación política. Son necesarios nuevos marcos legislativos que promuevan consultas especiales no vinculantes sobre determinados asuntos clave de la vida política como es la reforma y modernización de las constituciones vigentes en los diferentes países. Además se deben impulsar leyes que exploren y desarrollen nuevos mecanismos de participación ciudadana como los consejos ciudadanos que formalizan la intervención de actores no gubernamentales en asuntos públicos, ya sea en gobiernos nacionales, estatales o municipales.
También los foros públicos en Internet o las encuestas exprés. Mecanismos rápidos y eficientes a través de los cuales las administraciones reciban periódicamente las propuestas de ciudadanos particulares o de organizaciones ciudadanas y respondan puntualmente a ellas ya que no hay nada más desmotivador que participar sin recibir respuesta a las propuestas planteadas.
En definitiva, los diferentes regímenes políticos deben crear marcos legales e institucionales que no sólo reconozcan y tutelen los derechos de los ciudadanos, sino que también contemplen mecanismos eficaces que posibiliten su ejercicio, en especial el derecho a participar en los asuntos públicos. Este tipo de acciones legislativas orientadas a mejorar la participación de los ciudadanos en la política es una propuesta que ha alcanzado gran consenso social en muchas democracias avanzadas logrando más 'politikois', menos 'idiotikois' y más calidad democrática.
A los ciudadanos nos toca nuestra parte: ser más activos y participativos. No olvidemos que ser verdaderamente ciudadano es mucho más que poseer derechos, es ser responsable de nuestra vida en singular pero también de nuestra vida en grupo. La sociedad civil debe exigir más y mejor pero también debe dar más y mejor.
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