"Cuán largo me lo fiais, amigo Sánchez" seguro que le diría Alonso Quijano al actual Presidente del Gobierno cuando le escuchó pedir confianza para él y para los suyos hasta el ¡2030! Rogativa que a todos los que somos Sanchos en este país, también nos ha sonado a delirio de político de monja en trance teresiano. Y es que la pura y dura realidad aconseja mesura dialéctica, y sobre todo prudencia ideológica.
Es muy difícil imaginarse a Pedro Sánchez al frente de su gobierno socialista por esas fechas tan lejanas y hasta, si me apuran, vida parlamentaria para los actuales líderes de la oposición que le dan la vara cada día al inquilino de la Moncloa. Son tantas las variables políticas en las que nos movemos, que nadie sabe, ahora mismo, que quedará del Estado constitucional del que todos disfrutamos dentro de unos pocos años, dado el empeño que tienen nuestros padres de la patria en destrozarse entre sí y de paso, de no pergeñar ideas constructivas que propicien la convivencia en paz y la prosperidad de sus gobernados.
Estamos quemados por el día a día y no me extrañaría nada que Luis Enrique, con seis futbolistas del Madrid y uno solo del Barça en la selección, llegue a ser por sus hazañas balompédicas el mejor candidato para las masas para encauzar el procés catalan, o restaurar las relaciones con Arabia Saudí, muy tocadas por la imprudencia de la Ministra-Jueza Margarita Robles, que tanto ha hecho por que los de Navantia se queden sin curro durante todo un lustro.
La imaginación al poder se pintaba en las paredes de los edificios durante la revuelta del Mayo Francés del 68. Han pasado ya 50 años y a esa tal imaginación vestida de dama de la libertad se la sigue buscando en la Francia de Macrón y, por supuesto un poco mas abajo, al otro lado de los Pirineos, que según los gabachos de Le Pen es la frontera con África, viejo continente colonial donde malviven la incultura y el subdesarrollo.
Una reflexión final: Un día de estos me doy de baja del mundo occidental y europeo y me inscribo en el de los bosquimanos del Kalahari, que son igual de felices que aquel paisano del cuento de las Mil y una noches que no tenía camisa y entiende mucho mejor la vida, así, en un ‘off’ vital, me olvido de mis penas.
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