La mitad de ustedes, estimados lectores, ha sufrido, sufre o sufrirá algún tipo de trastorno mental durante su vida. Afortunadamente, la mayoría de ustedes se recuperarán y volverán a tener una vida familiar, social y laboral plena. La ansiedad, la depresión, el estrés o los trastornos adictivos son tan inherentes a la condición humana como la fiebre o el mareo. De hecho, todos ustedes y yo mismo tenemos en nuestra personalidad pequeños rasgos de carácter ansioso, depresivo, esquizotípico o obsesivo pero es la Sociedad la que, a menudo acientíficament, establece cuando tenemos un trastorno mental. Entonces, si es un problema que nos puede afectar a todos, cuáles son las causas de que nuestra Sociedad siga considerando la enfermedad mental como un estigma?
Hay muchas razones para ello. Una de ellas es el uso inapropiado y frívolo del lenguaje. El lenguaje construye la cultura. Los sistemas de creencias y valores de una sociedad no son más que representaciones del mundo donde vivimos. Y estas representaciones las construimos con el lenguaje. Pero el lenguaje no es neutro: puede influir en las creencias y crear estereotipos que provoquen discriminación. En este sentido, el lenguaje utilizado por cierto periodismo sensacionalista y poco profesional no ha sido siempre el mejor ni el más adecuado. Es más, en muchas ocasiones algunos periodistas poco documentados han contribuido a reforzar el estigma asociado a tener un trastorno mental.
Desgraciadamente parece que lo hace todo de forma negativa. El Observatorio de Medios y Salud Mental Sólo que analizó 2.000 informaciones de cinco diarios catalanes encontró que la mitad de las noticias sobre salud mental eran estigmatizantes. Además, la televisión presentaba un 60% de contenidos que eran calificables como negativos respecto a estas enfermedades.
Sólo hay que fijarse en los titulares de la prensa escrita o digital. Leo en un diario madrileño: "Ella es esquizofrénica, lo que la hizo apuñalar a su vecino". Este es un titular morboso que pretende captar la atención del lector vinculante el diagnóstico psiquiátrico con la violencia. Pero hacerlo no sólo denigra a todas las personas que sufren esta enfermedad sino que es rotundamente falso. La mayoría de personas que padecen estos trastornos son absolutamente pacíficas y nunca protagonizarían acciones violentas. De hecho, menos del 3% de los actos violentos son protagonizados por personas con problemas de salud mental, mientras que en más del 15% de este actos en son las víctimas.
Leo en un diario digital: "Detenido el loco del chándal para intentar matar dos hermanas sexagenarias". Palabras como loco, maníaco, lunático, perturbado o demente son términos que vinculan también la enfermedad mental con peligrosidad o bien la relacionan con situaciones caóticas, irracionales o extravagantes. El periodista debería haber sustituido la palabra "loco" por "hombre". Los comunicadores deben evitar "cosificar" las personas eludiendo términos estereotipados que no aportan nada bueno. Las personas son mucho más que su diagnóstico. Son seres humanos que tienen un diagnóstico determinado pero que no las etiqueta ni las discapacita.
Otro error frecuente es el de la adjetivación negativa que perpetua mitos y estereotipos. Leo en la prensa escrita: "Los independentistas están locos". Se puede estar a favor o en contra de la independencia de Catalunya pero relacionarla con términos peyorativos como loco, esquizofrénico, bipolar o depresivo para describir es absurdo y denota una falta de recursos lingüísticos por parte del periodista. Hay que esforzarse en buscar palabras que no relacionen negativamente los hechos con la salud mental.
Los periodistas y editores a menudo simplifican y reducen la información referente a las enfermedades mentales. Es un recurso fácil. Los problemas de salud mental sólo deberían citarse cuando son imprescindibles para entender la noticia y siempre de manera contextualizada y respetuosa evitando los estereotipos negativos y estigmatizantes.
Tener problemas de salud mental no significa que las personas que los padecen deban sentirse avergonzadas ni rechazadas. ¿Alguien de ustedes se avergonzaría de sufrir una pulmonía? Estos enfermos se merecen el mismo respeto en su dignidad que cualquier otra persona.
Otro aspecto fundamental es proteger la privacidad de las personas en abordar las noticias sobre enfermedades mentales. Los médicos protegemos el anonimato de nuestros pacientes y pedimos su consentimiento para utilizar sus diagnósticos. ¿Por qué no lo hacen los periodistas?
Hay que informar sobre salud con la máxima exactitud y con un lenguaje positivo que remarque que casi siempre hay tratamientos psicoterapéuticos y farmacológicos que pueden garantizar una adecuada calidad de vida de los pacientes con problemas de salud mental.
Los medios de comunicación pueden y deben jugar un papel importante en la reducción del estigma de las enfermedades mentales. Deben esforzarse en mostrar la verdad: no se trata de una maldición ni de un déficit personal si no de una enfermedad como otra. Nosotros mismos o nuestros familiares cercanos podemos llegar a sufrir alguno de estos síntomas.
Humanizar el lenguaje periodístico nos beneficiará a todos.
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