​Comín y Puigdemont, dos políticos en caída libre

Carmen P. Flores

Comín bruselas 09042018


Hay personas que no lo pueden evitar, o como dice un refrán popular, "la cabra siempre tira al monte". Este dicho popular se puede aplicar al huido Toni Comín, al que se le imputa la etiqueta de ser uno de los políticos catalanes jóvenes que más ha cambiado de ideología, o lo que es lo mismo, de partido político. Todo ello lo ha hecho con esa cara de místico que no ha roto un plato en su vida.


De su marcha del PSC, por quedarse sin “trabajo”, se las ingenió para arrimarse a ERC, donde gracias a sus habilidades, consiguió que le nombraran conseller de Sanidad. Era la esperanza de de los republicanos para darle un cambio a la sanidad catalana después de los desastres de Boi Ruiz, pero consiguió echarse encima a buena parte del sector.


Después de los sucesos por todos conocidos, decidió formó parte de la comitiva de consellers que cogieron las de Villadiego. Bastantes dirigentes de los republicanos no entendieron su decisión, pero guardaron las apariencias. Con la misma velocidad que se iba acercando a Puigdemont, hacía lo contrario con Junqueras. La distancia con el partido que lo había acogido ha sido cada vez mayor. La impresión es que atendía más las indicaciones del expresidente que las sugerencias que le llegaban desde Barcelona. La cuerda que lo ligaba a ERC se ha roto hace ya bastante tiempo. No hace falta que se diga, se ve muy a las claras. Lo cierto es que Puigdemont lo está utilizando y cuando no le sirva, hará como se suele hacer con los pañuelos de papel…


Comín necesita no quedarse solo en un recuerdo, por eso, se esfuerza en estar presente, las veces que haga falta, en los medios de comunicación, buscando cualquier excusa. 


Ahora critica la estrategia de ERC, dentro de la campaña diseñada por el propio Puigdemont para desprestigiar a los republicanos que según las encuestas puede dar el sorpasso a los exconvergentes y sus satélites.


Puigdemont pretende dejar como traidores a sus todavía socios de gobierno, si con ello sale el beneficiado. ¿De qué?, se preguntarán. El huido se encuentra en una situación de celos tal que puede interpretarse como "si yo no soy el presidente, tampoco lo serán los de ERC". Es tal la ofuscación que tiene, que nadie logra hacerle entrar en razón, para desespero de una buena parte de la exconvergencia. Además, Torra solo obedece a Puigdemont, es su mentor y su guía político. Hará lo que él le pida, sin medir las consecuencias. Esta abducido por el de Waterloo.


Junqueras está marcando las líneas de su partido y sabe que las cosas se consiguen con tiempo. Es conocedor de que debe tener paciencia y no apretar el acelerador que solo lleva a la confrontación. 


Esa actitud lo hace, desde la autoridad que le otorga el haberse quedado en Catalunya, ser un valor político indiscutible en estos momentos donde el independentismo está tan dividido y su hoja de ruta para algunos sigue siendo inamovible, por desgracia.


Comín está utilizando sus últimos cartuchos en Bruselas. Sabe que solo le queda, políticamente hablando, Puigdemont, lo que no es una garantía de futuro. ¿Cuál será su penúltima actuación? Es impredecible.

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