El 19 de Octubre de cada año se celebra el Día Mundial del Cáncer de Mama con la finalidad de apoyar a las mujeres —y hombres— que luchan contra esta enfermedad. Desde 1988, la Organización Mundial de la Salud impulsa esta celebración para sensibilizar a la población respecto a que la detección temprana es la clave para la curación.
Transcurridos treinta años, hay muchas razones para ser optimistas. Las mejoras en la detección precoz y los avances en el tratamiento pueden calificarse de espectaculares ya que han conseguido que las tasas de curación continúen mejorando a un ritmo constante del 1,4% anual. Hoy día ya se ha alcanzado una supervivencia a los 10 años del 83% y todo hace pensar que se logrará el 100% en los próximos años.
Debemos sentirnos orgullosos de que en solo tres décadas la Sociedad en su conjunto haya conseguido tantas victorias ante una enfermedad. Pero la lucha continúa en dos campos.
El primero es el de las medidas preventivas que siguen siendo tan extremadamente
útiles como sencillas: autopalparse regularmente las mamas (pero sin obsesionarse),
participar en los cribajes poblacionales consistentes en mamografías cada dos años a
partir de los 50 años de edad y seguir los controles ginecológicos anuales.
El segundo escenario es el de los avances fármaco-tecnológicos en el diagnóstico y
tratamiento. No cabe duda que los logros han sido innumerables. Quizás el más
relevante fue el de la subclasificación biológica de este tipo de cánceres que facilita que
la paciente reciba un tratamiento mucho más personalizado y preciso. Actualmente se
diagnostican tres grandes tipos de cáncer de mama que pueden subclasificarse en
multitud de subtipos. En primer lugar, existen los denominados tumores
hormonosensibles —que dependen de las hormonas, especialmente de los estrógenos—
y que suponen el 70% de los cánceres de mama. Otro tipo son los tumores tipificados
como HER2 positivo —que presentan una sobreproducción de esta proteína— y que
representan el 15% de los casos. Un tercer tipo son los tumores denominados triple
negativo, que no encajan en ninguna de las anteriores clasificaciones y que también
representan un 15% de los cánceres de mama. Para todos ellos la combinación de
cirugía, radioterapia, quimioterapia, hormonoterapia y/o inmunoterapia permite
establecer un esquema avanzado de tratamiento personalizado que mejora la respuesta
terapéutica.
Sabemos cada vez más cosas de la enfermedad. Cosas como que entre el 5% y el 10%
de los cánceres de mama presentan factores hereditarios. En el resto de casos la
enfermedad aparece sin que existan factores de riesgo conocidos. También conocemos
con precisión su incidencia: cada 30 segundos se diagnostica un cáncer de mama en
algún lugar del mundo (25.000 al año en España). Esto implica que una de cada ocho
mujeres sufrirá esta enfermedad a lo largo de su vida. Así mismo la investigación ha
roto muchos tabús como el de que los hombres son inmunes a esta enfermedad ya que,
en realidad, el cáncer de mama afecta a cinco hombres por cada millón de habitantes.
Llegados a este punto, a todos las personas que han sufrido la enfermedad o que la
sufrirán en el futuro me gustaría transmitirles dos mensajes de esperanza.
El primero es que avanzamos tenazmente hacia la curación de todos los casos en las
próximas décadas. Disponemos ya de prometedoras innovaciones diagnósticas y
terapéuticas. En el campo diagnóstico destaca la biopsia líquida que permitirá, a partir
de unas simples gotas de sangre, analizar el ADN y diagnosticar la carga tumoral en las
primeras fases garantizando la eficacia del tratamiento. En el campo terapéutico lo más
prometedor es la inmunoterapia que consiste en la estimulación de las propias defensas
de la paciente para luchar contra las células tumorales.
El segundo mensaje tiene que ver con la mejora de los equipos de atención y los
protocolos que se aplican para tratar estos cánceres. Actualmente, la mayoría de casos
son atendidos por equipos multidisciplinarios altamente cualificados formados por
cirujanos de mama, cirujanos plásticos, oncólogos clínicos, oncólogos radioterapeutas,
radiólogos, patólogos, psico-oncólogos, fisioterapeutas y enfermeras especializadas.
Este enfoque garantiza la mejor atención integral basada en la evidencia científica.
Pero no todo son avances técnico-científicos. También conocemos mejor el proceso
psicológico de afrontamiento de la enfermedad. Sabemos que es un proceso individual
que todo paciente debe recorrer hasta llegar a la aceptación y a tomar las riendas de su
propia vida. Porque la vida es mucho más que el cáncer o cualquier otra enfermedad.
Conocemos bien que el diagnóstico de cáncer cambia no solo al enfermo sino también a
todo su núcleo familiar, social y laboral. Para los pacientes la enfermedad es un camino
personal e intransferible, duro y desagradable pero que puede recorrerse mucho mejor si
todos les brindamos nuestro apoyo. No se trata de sobreprotegerlos ni de negar la
enfermedad. Al contrario. Se trata de ofrecer nuestra ayuda sincera a las necesidades
cambiantes que comporta el curso del afrontamiento. Sin paternalismo ni pena.
La sociedad en su conjunto debe estar atenta a esta nueva y creciente población y a sus necesidades. Es cosa de todos. Apoyemos a estas mujeres —y hombres— valientes que luchan una dura batalla en la que nunca se deben sentir solos. Ayudémosles a recuperar
su vida anterior, su imagen y su autoestima. Facilitémosles su reinserción laboral y social.
Hay muchos motivos para la esperanza porque existe mucha vida después del cáncer de mama.
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