No hay muchos argumentos para pensar que el futuro nos traerá una sociedad de valores en la que los protagonistas sean las personas en un entorno de equidad y justicia social. Más bien parece todo lo contrario. Hoy día, el materialismo, el individualismo y el consumismo tienden a apoderarse de los valores humanistas que tantas luchas requirieron en décadas pasadas. La dolorosa realidad es que mientras más del 28% de la población española está en riesgo de pobreza tanto la OCDE como la Comisión Europea siguen alertando de la escasez y la ineficacia de las imprescindibles políticas públicas para proteger a los más vulnerables y para redistribuir la riqueza. No hay más remedio que reconocer que el resultado es una sociedad que cada vez sufre más iniquidades, injusticias y desigualdades sociales.
Sin embargo, aún nos queda una última esperanza: el magnífico tejido social de nuestra comunidad, el único capaz de dar respuesta a esta insufrible realidad social. Basta con mirar a nuestro alrededor: cada día miles de voluntarios de ONGs, asociaciones, fundaciones y colectivos solidarios salen a la calle para atender a los más desfavorecidos. Es un trabajo en la sombra, una tarea poco reconocida e incluso menospreciada por algunos pero que merecería el reconocimiento y el aplauso de toda la sociedad. Es un trabajo altruista de ciudadanos comprometidos que sacan tiempo de donde no lo hay, para ayudar a los demás; esto es la verdadera solidaridad.
La solidaridad no es un valor social más. La solidaridad es el valor humano por excelencia. Su esencia trasciende las fronteras políticas, religiosas, territoriales y culturales. La solidaridad no tiene carácter benéfico, ni asistencialista, ni paternalista, sino que se sustenta en la idea transformadora de colaboración entre iguales para contribuir al desarrollo social de los más desfavorecidos. La recompensa que ofrece la solidaridad es la satisfacción de ver como tu esfuerzo contribuye a erradicar desigualdades, es comprobar que con tu tiempo otras personas que estaban apartadas y excluidas socialmente vuelven a tener acceso a una vida mejor.
La insostenibilidad del actual modelo social obliga a incrementar el trabajo solidario. Pero es muy difícil ser solidario en una sociedad cada vez más compleja y multicultural. Hay que encontrar nuevas fórmulas de solidaridad. Necesitamos una visión alternativa y transformadora que sirva para revertir las crecientes desigualdades sociales. En definitiva, es necesaria una solidaridad más creativa e innovadora.
En este sentido, algunas organizaciones del Tercer Sector llevan años trabajando en nuevas fórmulas de solidaridad. Un buen ejemplo es la Fundación Jubert Figueras. Esta pequeña organización —gestionada de forma muy innovadora— proporciona alojamiento, acompañamiento y apoyo a las familias de enfermos con pocos recursos económicos, obligadas a desplazarse lejos de su domicilio habitual para acompañar al paciente ingresado o en tratamiento a un hospital de referencia .
El origen de esta fundación fue un episodio humano que vivió su actual directora, la doctora Paola Jubert. Jubert es médico de medicina intensiva y detectó el problema en primera persona. Después de aconsejar a la fatigada mujer de un paciente que era imprescindible que fuera a descansar en casa de todo el estrés que había vivido, ésta le respondió que no podía porque era de fuera y no podía pagar ni un hotel ni una pensión. Jubert quedó muy conmovida. Tomó conciencia del problema y decidió ponerle solución abriendo en 2003 —con la ayuda de familiares y amigos— el primer piso para familias desplazadas.
Quince años después, aplicando estrategias creativas que combinan el trabajo en las redes sociales, la promoción del voluntariado y la búsqueda proactiva de financiación pública y privada, la fundación cuenta con 8 pisos repartidos por Barcelona, Hospitalet y Badalona que alojan 22 familias. También tiene convenios con hoteles y habitaciones en casas particulares para estancias cortas.
La oferta es múltiple y complementaria. Incluye tres programas:
- El primero es el programa de alojamiento propiamente dicho que ofrece a las familias necesitadas un piso, totalmente amueblado y acondicionado, cerca del hospital o bien comunicado en transporte público, que compartirán con otras familias.
- El segundo se llama programa «Acompañamos» y tiene como objetivo dar apoyo a las familias acogidas a través de voluntarios que les dan apoyo emocional, compañía, y los escuchan durante su estancia en Barcelona.
- Un tercer programa es el denominado «Familia amiga» que cuenta con familias de la ciudad que, sensibilizadas con la misión de la entidad, ofrecen una habitación de su hogar para acogidas breves familias ya conocidas por la fundación.
Detrás de esta magnífica iniciativa no hay grandes corporaciones ni ostentosos departamentos de entidades públicas sino un equipo de mujeres valientes, muy diferentes y a la vez únicas, que con pocos recursos pero con mucha creatividad trabajan juntas por el bienestar de las familias que cuidan de un enfermo desplazado en nuestra ciudad.
Ante la situación de nuestra sociedad global, marcada por las desigualdades y los procesos de divergencia social, hay que apoyar las iniciativas de solidaridad creativa como la de la Fundación Jubert Figueras.
Si queremos que nuestro mundo sea aceptable y digno en el futuro, debemos trabajar para que la libertad y la igualdad dejen de ser únicamente derechos formales y pasen a ser valores creativos y dinámicos; capaces de hacer frente a los desafíos que plantea la evolución de la sociedad.
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