El fin de la huelga de hambre y el síndrome de realimentación

Genís Carrasco

El pasado jueves 20 de diciembre de 2018, el doctor Jaume Padrós —Presidente del Colegio Oficial de Médicos de Barcelona (COMB)— anunciaba que los presos catalanes abandonaban la huelga de hambre y que el equipo médico del Centro Penitenciario de Lledoners había decidido su traslado a la Unidad de Hospitalización Penitenciaria de Terrassa para monitorizar su realimentación. Dejando aparte que esta es una excelente noticia, desde el punto de vista social y humanitario, hay que señalar un hecho colateral muy lamentable: la avalancha de mensajes irracionales y descarriados en las redes sociales banalizando esta decisión como un trato de favor innecesario o absurdo. En este punto, debo señalar la absoluta caballerosidad, elegancia, pulcritud y solvencia de las respuestas del doctor Padrós a aquel aluvión de tonterías y disparates protagonizado por personas que sin ningún tipo de formación se atrevían a hacer diagnósticos y pronósticos clínicos. Admiro su paciencia y educación, doctor Padrós.


En este sentido, quiero aportar algunos datos científicos sobre la grave situación de riesgo vital a la que se enfrentan ahora Jordi Sánchez, Jordi Turull, Quim Forn y Josep Rull: el grave problema del síndrome de realimentación.


Presos lledoners


El síndrome de realimentación es una entidad clínica bien definida que conlleva un elevado riesgo para la vida de las personas malnutridas cuando se les vuelve a alimentar. Su prevención requiere obligatoriamente y con absoluta inmediatez el apoyo hospitalario en un centro especializado.


Tal como señalaba muy acertadamente el doctor Lluís Cabré, portavoz de la comisión de expertos que asesora a los médicos del Centro Penitenciario de Lledoners, el reinicio de la alimentación en personas desnutridas es un proceso tan complicado como delicado y debe estar muy controlado. Tres semanas de ayuno producen un deterioro muy grave derivado de los severos trastornos hidroelectrolíticos y metabólicos que esta grave alteración produce en el cuerpo humano. Y cuando se reinicia la alimentación el riesgo aumenta sensiblemente. Cualquier error en la reintroducción de la ingesta puede provocar enfermedades muy graves y potencialmente mortales: insuficiencia cardíaca, arritmias y muerte súbita edema pulmonar y coma.


Efectivamente, como aseguraba el experto, hay que alimentarlos despacio y vigilar de forma continuada practicando analíticas de sangre cada 12 horas. Si una persona ingiere normalmente unas 2.000 kilocalorías al día, se empieza con unas 500 y se hace una progresión lenta en función de cómo reaccionan los intestinos y el nivel de electrolitos. La aparición de hipofosfatemia (niveles bajos de fósforo en sangre) es una peligrosa complicación que puede afectar la función de los órganos e incluso, como ya he señalado, ocasionar la muerte.


No hay duda de que ahora estamos en un momento aún más delicado que durante la etapa de ayuno.


Sin embargo, los lectores pueden estar tranquilos. Los presos independentistas están en las mejores manos. Los equipos médicos de Lledoners y del Hospital de Terrassa están formados por profesionales sanitarios de experiencia y solvencia contrastadas. No tengo ninguna duda de que bajo su atención estas personas se recuperarán satisfactoriamente y en breve.


Aparte de la satisfacción porque haya terminado una situación humanitariamente insufrible, algunas opiniones colaterales han evidenciado reacciones inexplicables de personas insensibles —afortunadamente muy pocas— que reflejan la progresiva deshumanización de nuestra Sociedad. Personas que no tan solo muestran una total ausencia de empatía y humanidad ante el dolor de los demás sino que se enorgullecen de ello.


Es una situación que me indigna y alarma como ser humano porque la deshumanización nos despoja de los valores que nos identifica como humanos. En las Ciencias Sociales el concepto «deshumanizar» define el proceso que priva un ser humano de aquellas características éticas y de sensibilidad que nos identifican como especie.


No es un problema menor. Es una cuestión social. No sentir empatía o compasión ante situaciones de injusticia, dolor, enfermedad o abusos nos aleja del ideal de ciudadanos solidarios y activos que es la esencia de la condición humana a la que debería aspirar nuestra especie.


Afortunadamente, tenemos ejemplos de todo lo contrario. Existe una mayoría de entidades y personas concienciadas que protagonizan actitudes de las que podemos enorgullecernos. Un buen ejemplo ha sido la actuación del COMB ante el problema de la huelga de hambre de los presos catalanes. Manteniéndose al margen de las razones políticas de la huelga de hambre, como no podía ser de otro modo, los médicos han demostrado su profesionalidad acompañando y velando por la salud de estas personas encarceladas preventivamente. Y lo ha han hecho de forma altruista y desinteresada centrándose exclusivamente en el cuidado de la persona con la salud en riesgo.


Con todo ello, el COMB ha demostrado una vez más que sirve a la Sociedad, es parte de ella y ha evidenciado sus altos valores de solidaridad, humanitarismo, espíritu de servicio a los ciudadanos y respeto por los valores sociales.


Me siento orgulloso de formar parte de este colectivo.


Aprovecho para desear a todos los presos hospitalizados, tanto a los presos catalanes como al señor Eduardo Zaplana, que se recuperen totalmente en breve. Desde aquí todo mi apoyo y empatía.


Opino que siempre es necesario ser empático con todos los que sufren porque creo que la capacidad para conocer la felicidad depende directamente de la capacidad para reconocer el dolor y el sufrimiento de los demás.

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