​Adicción a las pantallas, la epidemia silenciosa del siglo XXI

Genís Carrasco

Desde que hace 20 años los primeros ordenadores personales entraron en nuestras casas, la vida cotidiana de muchos ciudadanos se ha ido transformando, cada vez más rápidamente, ante tres tipos de pantallas: la televisión, los ordenadores y los teléfonos inteligentes inteligentes o smartphones. Mientras la televisión necesitó para influir en la sociedad más de cinco décadas, los ordenadores personales —y sobre todo internet— han cambiado nuestras vidas de forma mucho más rápida. Pero han sido los teléfonos inteligentes los que han propiciado, en diez años, los más inimaginables cambios sociales y personales, cuyas consecuencias apenas empezamos a vislumbrar.


No hay duda de que los teléfonos inteligentes han modificado sensiblemente nuestras vidas y nuestro entorno. Todo es posible con estos dispositivos: desde buscar trabajo y ejercer como agenda digital o cámara portátil hasta pagar las facturas y comunicarnos con nuestros compañeros y amigos. En definitiva, nos permiten estar conectados o mejor dicho «hiperconectados» con el mundo. Hoy el mundo está tan sólo a un «clic» de distancia.


Recurso pantalla ordenador


Pero toda nueva tecnología —por muchas ventajas que aporte— también tiene sombras. Y la principal desventaja de las nuevas pantallas radica en su potencial poder adictivo. Basta caminar por las calles o entrar una cafetería para darnos cuenta de que cada vez hay más gente que abandona el diálogo y la comunicación cara a cara a cambio de «empantallarse» ante de estos dispositivos. Parece como si la evolución nos llevara del Homo Sapiens al «Phono Sapiens». Es una paradoja que los instrumentos que deberían facilitar la comunicación entre las personas nos lleven a una sociedad cada vez más individualizada y en ocasiones casi autista.


No es sólo una opinión, los datos son incontestables: en el mundo existen 176 millones de personas con síntomas de adicción a las pantallas. Tan preocupante es el problema que el psicólogo social Adam Alter postula que la adicción a las pantallas se debe considerar la epidemia silenciosa del siglo XXI. Una epidemia que avanza avanza inexorablemente en los cinco continentes.


¿LA ADICIÓN A LAS PANTALLAS ES UNA ENFERMEDAD?


Formalmente, todavía no puede considerarse como tal dado que no es una entidad clínica reconocida en las clasificaciones internacionales de enfermedades. Pero se está estudiando la inclusión de la entidad que hace referencia a la adición a internet.


En todo caso, recientes investigaciones como la de la Universidad de Seúl (Corea del Sur) han demostrado que la dependencia a los smartphones debería ser ya clasificada como una adicción porque el uso excesivo de los dispositivos produce alteraciones químicas en el cerebro —sobre todo aumento de la dopamina, un poderoso neurotransmisor que desencadena efímeras sensaciones de euforia y recompensa y nos impulsa a buscar más— y la desconexión de los smartphones puede conllevar reacciones fisiológicas similares al síndrome de abstinencia causado por la adicción a las drogas tóxicas.


Hasta ahora, los médicos pensábamos en las adicciones como algo ligado fundamentalmente a sustancias químicas susceptibles de abuso como la heroína, la cocaína, el alcohol o la nicotina. Pero los resultados de los estudios clínicos han abierto un campo muy diferente: el de las socio-dependencias.


Efectivamente, la adicción a las pantallas es muy diferente a las de las drogas clásicas. Mientras la adicción a las sustancias tóxicas afecta una parte muy pequeña de la población y es rechazada socialmente, la adicción a las pantallas es un trastorno conductual que está mucho más extendido y que está socialmente aceptado. La gente espera que conteste a los mensajes inmediatamente, desde el ascensor, mientras sopas o incluso cuando estás en el baño. De hecho el móvil puede actuar como una verdadera «bomba de dopamina» que, a medida que recibamos un «I like» o alguna recompensa similar, produce una descarga de esta sustancia que nos satisface por un momento.


¿ES USTED NOMOFÓBICO?


La evidencia científica ha objetivado que los usuarios de teléfonos inteligentes presentan también mayores oscilaciones en la cantidad de ácidos gamma-aminobutírico, glutamato y glutamina (neurotransmisores responsables del funcionamiento de la actividad cerebral) que los consumidores que no lo son. Cuanto mayor es la alteración en el nivel de estas sustancias, más grave puede ser el cuadro de dependencia y mayores pueden ser los niveles de depresión, ansiedad, insomnio e impulsividad en los adictos respecto a los consumidores que no presentan la adición. Pero la mayor novedad de este estudios ha sido el descubrimiento de la «nomofobia» (no-mobile-phone phobia) que no es más que el miedo a no estar conectado, la angustia por dejarse el teléfono inteligente en casa o por no poder consultar los mensajes cada pocos segundos.


El autodiagnóstico de nomofobia es fácil: si usted es capaz de dejar el móvil en casa durante todo un día sin sufrir angustia o ansiedad incontrolable, no sufre esta adicción.


LO PRIMERO QUE HAY PARA CURARSE ES ACEPTAR LA ADICIÓN 


La adicción a las pantallas en España afecta al 44% de la población. Son personas que no pueden prescindir y que atienden su móvil a pesar de estar con sus amigos, familiares o pareja.¿Alarmante? Puede que no tanto. Recientemente tuve la oportunidad de asistir a la conferencia de la Dra. Dominica Díez, responsable de la Unidad de Adicciones no Tóxicas de la División de Salud Mental Althaia y una de las más prestigiosas expertas del país. La experta recomendaba un método práctico y efectivo para solucionar la adición a las pantallas. El primer paso para aprender a desconectarnos es reconocer que tenemos un problema de dependencia. El segundo paso es delimitar espacios y horas en que no vamos a utilizar el móvil como, por ejemplo, durante los encuentros con familiares y amigos y a partir de las ocho de la noche.


Si lo hacemos de forma constante, recuperaremos el placer de la conversación cara a cara, de vivir y disfrutar la vida real sin necesidad de hacer un post o tomar una foto para compartirla inmediatamente en las redes sociales, experimentaremos el placer de ver una película o escuchar un concierto sin estar pendientes de lo que está pasando en Facebook o Twitter y de escuchar a los demás sin interrumpir nuestra capacidad de concentración y distraernos mirando, sin necesidad, el teléfono.


HAY VIDA MÁS ALLÁ DE LAS PANTALLAS


El escritor argentino Hernán Casciari ironizaba sobre cómo sería la literatura clásica si el teléfono inteligente hubiera existido siempre, como creen muchos niños de hoy. La Penélope de la Odisea no hubiera esperado con incertidumbre a Ulises. Con su móvil en la mano, habría llamado a Ulises y éste no hubiera dado el canto de las sirenas ni hubiera procreado con la ninfa porque Penélope podía haber observado las infidelidades de su esposo a través de la cámara integrada en su poderoso móvil . Y Tom Sawyer no se hubiera perdido en el Mississippi porque la hubieran encontrado gracias al servicio de localización de personas que hoy tienen integrado los teléfonos móviles.


LA NUEVA TENDENCIA TECH


El 75% de las élites tecnológicas de Silicon Valley, entre ellos algunos de Google, envían a sus hijos a la Waldorf School de Peninsula, en California que es una escuela que no usa computadoras. Esta es la nueva tendencia que refleja que los propios creadores de la tecnología son muy prudentes a la hora de prevenir la dependencia de sus hijos a las tecnologías adictivas.


Pero no hay que ser catastrofista, aceptamos que las pantallas han venido para quedarse pero démosle la consideración de lo que son: instrumentos para el desarrollo de los ciudadanos, no el objetivo de nuestras vidas. Como todo en la vida, también para el móvil vale un consejo de oro: usarlo con moderación.


Utilicemos la tecnología, como no puede ser de otra manera, pero recuperemos el placer de la conversación cara a cara sin emoticones ni y «I likes» porque aunque las relaciones reales a menudo son más complicadas que las digitales, al final son las que nos darán verdaderas satisfacciones.

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