La lucha contra los movimientos antivacunas entre las prioridades de la OMS para el 2019

Genís Carrasco

Vacuna sarampión cartilla vacunación 13042018


El nuevo plan estratégico de la Organización Mundial de la Salud por el 2019 pretende que mil millones de personas más se beneficien de una sanidad mejor. Para ello plantea una sanidad más universal mejorando la financiación, la efectividad, la utilidad y la equidad de los actual sistemas sanitarios. Entre las 10 prioridades que propone el presente ejercicio destaca una: la lucha contra los movimientos antivacunas. Es una elección muy acertada porque estos colectivos amenazan gravemente los progresos en Salud Pública conseguidos en los últimos 20 años. Este es un tema primordial dado que la vacunación evita entre 2 y 3 millones de muertes al año y se podrían evitar 1,5 millones de muertes más si mejorara la tasa mundial de cobertura de las inmunizaciones.


Pero la triste realidad es que la tasa mundial de cobertura de la vacunación se ha estancado en el 86% y aún quedan 19,5 millones de lactantes de todo el mundo que no reciben las vacunas básicas.


Las razones para que no se pueda aumentar la tasa mundial de vacunación son muy complejas. Incluyen problemas socioeconómicos y socioculturales.


En este artículo analizaremos las razones socioculturales que se deben fundamentalmente a la desconfianza de algunos sectores sociales desinformados que se han contagiado de lo que podríamos denominar duda vacunal.


¿Qué es la duda vacunal?


La denominación duda vacunal o "vaccine hesitancy" es un término emergente en la literatura científica sobre vacunación. El concepto surge a partir de una línea imaginaria entre las dos posturas opuestas: la de la completa aceptación y el convencimiento a favor de la vacunación y la del absoluto rechazo hacia las vacunas ("antivacunas" o "anti-vaxxers") . Entre estos dos extremos encontramos ciudadanos con grados variables de duda sobre las vacunaciones, más inclinados hacia uno u otro lado.


Los críticos hacia las vacunas no son pocos: en España un 8,9% de los encuestados se muestran contrarios a la vacunación al dudar de su eficacia y seguridad.


El crecimiento de este colectivo antivacunas se debe fundamentalmente a las fraudulentas ideas de Andrew Wakefield, un embaucador interesado económicamente en culpar a las vacunas de todos los males del mundo y a la inconsciencia de algunos famosos que han defendido estas posturas acientíficas.


Andrew Wakefield, un estafador que fue el precursor de los antivacunas


En 1998, el médico de origen canadiense Andrew Wakefield publicaba en la prestigiosa revista científica 'The Lancet' un artículo en el que relacionaba la vacuna de la triple vírica (sarampión, parotiditis y rubéola) con un aumento en el riesgo de padecer autismo. El estudio tuvo muchísimo eco en los medios de comunicación y eso hizo aparecer y tomar fuerza a muchos grupos antivacunas en todo el mundo. Wakefield se convirtió en portavoz de esta idea, y llevó a cabo una activa campaña de concienciación. Muchos padres dejaron de vacunar a sus hijos por temor a que la vacuna les causara más daños que beneficios. Como resultado de la falta de vacunación reaparecieron casos de enfermedades infecciosas que estaban controladas hasta el momento en los países desarrollados: sarampión, paperas, tos ferina y difteria.


El fraude de este estudio fue descubierto muy pronto. Investigadores independientes intentaron replicar la investigación de Wakefield en un estudio que incluyó 95.000 niños (siete mil veces más que el estudio de Wakefield que sólo estudió 12 niños). Los resultados fueron concluyentes: no hay ninguna relación entre autismo y vacunación. Además al revisar el estudio de Wakefield se descubrió que había sido manipulado: engañó a los padres, hizo pruebas inconvenientes a los niños, pagó a los amigos de su hijo para obtener sus muestras de sangre y fabricó los resultados para que le fueran favorables. El motivo de este engaño tan grosero era su interés económico en desprestigiar las vacunas dado que recibió dinero de un abogado que representaba padres de niños autistas que habían pedido compensaciones económicas al fabricante de la vacuna.


Desenmascarado el fraude, la revista The Lancet, en una decisión muy infrecuente, obligó a Wakefield a retractarse. El escándalo fue tan grande que se le retiró la licencia para ejercer la medicina en el Reino Unido.


Pero el daño ya estaba hecho: la asociación entre vacunas y autismo sigue circulando en las redes con fuerza entre otras fake news relacionadas como la de que calentar la comida en un envase de plástico es la causa de 52 tipos de cáncer, la de que bañarse después de comer produce corte de digestión o la de que para evitar el cáncer de mama hay que lavar diariamente los sujetadores.


Irresponsables famosos que apoyan a los antivacunas


Obviamente, la fama no aporta necesariamente sabiduría ni rigor a las personas. Pero en cambio les confiere una gran responsabilidad dado que como personalidades públicas son creadoras de opinión entre los ciudadanos. Tenemos ejemplos de famosos indocumentados que han atizado el fuego de la ignorancia contra las vacunas. La lista es bastante larga. La encabeza Donald Trump que, el 2014, lanzó un tuit en el que anunciaba que si llegaba a ser presidente lucharía para que los niños recibieran las vacunas adecuadas y finalizaba con una palabra: "Autismo". Dos años después fue elegido presidente. Desde que accedió al cargo, ha seguido alimentando al movimiento antivacunas hasta prometer que creará una comisión sobre la obligatoriedad de la inmunización.


Otro de los famosos que ha planteado sus dudas sobre la seguridad de la inmunización es Robert de Niro. Como padre de un hijo autista, ha asegurado que le preocupa mucho la inseguridad de las vacunas y ha pedido a los científicos que investiguen sus peligros.


Un ejemplo cercano es el del periodista y presentador Javier Cárdenas que habló en su programa de radio de la relación entre autismo y vacunas. Se basó en un estudio especulativo que abordaba el aumento de casos de este trastorno en Estados Unidos para relacionar falsamente este hecho con la vacunación.


Promover la vacunación: una causa que vale la pena


Todos los ciudadanos deberíamos implicarnos en promover la mejora de la vacunación. Cada uno en nuestro entorno. Hay muchos argumentos para hacerlo. El primero es que las vacunas son uno de los productos sanitarios más seguros que existen: requieren controles de seguridad muy exigentes para su aprobación y siempre está bajo vigilancia continua.


Un segundo argumento es que las vacunas no producen las enfermedades que previenen. La mayoría ni siquiera contienen microorganismos vivos, y si los contienen están atenuados por no ser patógenos.


Una última razón es que las vacunas no producen autismo ni ninguna otra enfermedad. Esto es una falacia interesada que ha sido totalmente descartada en el ámbito científico. Es verdad que la posibilidad de algún efecto adverso —la gran mayoría leves— nunca se puede descartar, porque el riesgo cero no existe, pero el balance beneficio / riesgo se rotundamente favorable al uso de las vacunas.


Desde el total respeto a los valores y creencias de los ciudadanos, hay que rechazar a los antivacunas porque ponen en peligro a sus hijos y a los hijos de los demás. La protección de la salud de los niños constituye un principio ético y un valor moral de rango superior a la duda vacunal.


La vida natural es una buena opción de vida. Y precisamente proteger a los hijos de las enfermedades es la cosa más natural y más consustancial a todas las especies.


Es un imperativo cívico y moral proteger a nuestros hijos de las enfermedades a fin de construir una sociedad mejor. 

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