De relatores, mediadores y discutidores

Luís Moreno

Mediation gobierno generalitat


Ha causado un gran revuelo no sólo en los mentideros políticos, sino también en las redes sociales y en los lugares públicos de solaz la propuesta expresada por la vicepresidenta del Gobierno. Se ha mencionado la figura del relator en los eventuales encuentros de la mesa de partidos para hablar del problema de Catalunya y, por derivación, del encaje territorial del Principado en España. Se ha aludido al concurso de una suerte de coordinador independiente para la negociación entre los partidos. En manera fulminante se han generado discusiones subidas de tono y amenazas de variada índole.


Se ha llegado a calificar de traidor y felón, epíteto de grueso calibre, a Pedro Sánchez y su gobierno por considerar que la presencia de un relator sería la de un mediador que tendría potestad para dirigir las discusiones políticas entre los ejecutivos español y catalán. En el otro extremo interpretativo se habla de un simple notario cuyo rol sería el de dar fe de cuanto se dijese en las reuniones interpartidarias. Respecto a estas reuniones parece muy improbable la presencia de partidos como el PP o Ciudadanos, formaciones políticamente beligerantes con la idea de las conversaciones. Estos han llegado a plantear manifestaciones callejeras y han redoblado su insistencia en la convocatoria de elecciones generales, cuyo resultado juzgan favorables a sus intereses en la presente coyuntura.


El vocablo no es de uso cotidiano, por lo que su carácter polisémico e interpretativo es una invitación a ‘buscarle tres pies al gato’. Permítame el lector que haga referencia al uso que se hace del ‘relator’ en el ámbito académico, y quizá se pueda perfilar de mejor manera su significado y función. La palabra ‘relator’ suele ser utilizada como una traducción del ‘discussant’ en inglés. La función de este último es muy conocida en los congresos o reuniones científicas, y su contribución a los resultados fructíferos de cualquier encuentro académico que se precie es importante.


El relator suele ser un académico encargado de ‘relatar’ críticamente los asuntos presentados en los textos de los ponentes. Es decir, es un colega que no solamente hace relación de los asuntos tratados en las ponencias presentadas en los paneles de los congresos, sino que identifica los puntos o análisis más importantes en los textos de los ponentes, y que habían sido aceptados para su presentación por los organizadores de las sesiones. Son varios las funciones y características que se consideran necesarios para ser un buen ‘discussant


En primer lugar, el relator debe ser persona conocedora de los temas tratados en la sesión académica en la que interviene. No es alguien al pairo de las disquisiciones expuestas por las ponencias de los intervinientes, por complejas y enrevesadas que pudieran ser. En realidad es alguien respetado por los ponentes, los cuales prestan mucha atención a las síntesis, comentarios o sugerencias que pueda hacer tras haber leído atentamente sus comunicaciones.


En segundo lugar, suele ser alguien que los organizadores de los paneles o sesiones consideran apropiado y respetado por los ponentes. No es el caso que se encargue la labor de relator por los responsable de los encuentros científicos a personas que ‘no saben’ de los asuntos a suscitarse en la presentación y discusiones posterior de los participantes.


En tercer lugar, los relatores poseen un capacidad propositiva a la hora de aconsejar a los ponentes cuáles mejoras serían susceptibles de incluirse en futuras versiones de las ponencias a fin de mejorar la calidad de las mismas y, muy especialmente, su eventual publicación en revistas o libros académicos. Pero ellos no tienen ninguna potestad para forzar cambio alguno en los textos.


Hasta aquí la información respecto al ‘discussant’ o relator académico. Corresponde al lector entender su aplicación y conveniencia en el caso de las posibles reuniones entre los partidos sobre el asunto catalán. Para el redactor de estas líneas es muy difícil aislar asépticamente la carga emotiva que conllevaría la celebración de dichos encuentros interpartidarios. Pero sí está dispuesto está a echar su ‘cuarto a espadas’, que no es otro que el de insistir en la necesidad de hablar y hablar en presencia de quien pueda relatar sin acrimonias los acuerdos y desacuerdos a dilucidar. La alternativa no es otra que la de la permanente confrontación destructiva. Algo de lo que los españoles somos ponentes aventajados en el congreso del devenir de nuestra historia contemporánea. 

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