Tal vez haya aún lectores que todavía se escandalicen cuando han de pagar 5 céntimos por una bolsa de plástico del supermercado. No debería ser así. La contaminación por plásticos ─y sobre todo por microplásticos─ es la principal amenaza a la que se está enfrentando nuestro medio ambiente durante este siglo. Aunque la ciencia aún no ha podido determinar con certeza si los microplásticos afectan a la salud humana, sabemos que contaminan todo nuestro entorno y que causan la muerte de muchas especies marinas.
La Era del plástico
Desde la Segunda Guerra Mundial, los seres humanos hemos fabricado unos 8.300 millones de toneladas de plásticos no biodegradables. Esta ingente cantidad de polímeros tiene un peso equivalente a 25.000 edificios como el Empire State Building y podría cubrir toda Argentina. El 80% de estos plásticos se acumula en vertederos y en el medio ambiente, sobre todo en los océanos en los que flotan unos 8 millones de toneladas.
Sería imposible eliminar los plásticos de un día para otro. El plástico es un material resistente, barato y con múltiples aplicaciones. Estamos rodeados de plástico. Se podría decir que vivimos en la Era del plástico a la que la Humanidad ha evolucionado desde la Era del bronce, del hierro y después del acero. Cada año utilizamos 5 billones de bolsas de plástico y compramos un millón de botellas de plástico. Esta amenaza silente ha llegado a un punto crítico en que es ineludible, para garantizar la sostenibilidad de nuestro planeta, cambiar nuestros hábitos de vida con el fin de reducir el consumo de plásticos y buscar alternativas más respetuosas con el medio ambiente.
Plásticos no biodegradables
Los materiales orgánicos pueden ser degradados, bajo condiciones ambientales naturales, por plantas, animales, microorganismos y hongos. Durante el proceso de biodegradación, el material será utilizado por los agentes biológicos como sustrato o alimento es decir como fuente de carbono y otros nutrientes. El problema es que los plásticos convencionales no son biodegradables (aunque sí mayoritariamente reciclables) y cuando se depositan en el medio ambiente, permanecen durante períodos que van desde 5 años para un filtro de cigarrillo, 20 años para una bolsa del supermercado, 50 años para un vaso de plástico y hasta 1.000 años para una botella de agua mineral.
Los microplásticos
Los “macroplásticos” —artículos de desecho grandes como bolsas, colillas de cigarrillos, globos, botellas, tapas o pajitas— son la forma más visible de contaminación plástica. Pero son los microplásticos —pequeños fragmentos de menos de 5 mm— los que más afectan a la vida marina y terrestre.
Los “microplásticos” provienen de una gran variedad de fuentes, como los cosméticos, la ropa sintética, los productos industriales y los objetos plásticos de uso cotidiano.
Existen dos tipos de microplásticos. El primer tipo son los denominados microplásticos primarios que son pequeñas esferas plásticas presentes en jabones de ducha, dentríficos y cremas exfoliantes. Un segundo tipo son los “microplásticos secundarios” que derivan del proceso de deterioro y fragmentación de deshechos plásticos más grandes como envases o bolsas de plástico.
El impacto de los microplásticos va más allá del ambiente marino, pues contaminan incluso el aire, el agua del grifo, el agua embotellada, los alimentos, las bebidas e incluso la sal, la miel y la cerveza.
El coste económico anual (solo de las toneladas de plástico que terminan en los océanos) alcanza los 13.000 millones de dólares debido a los daños ambientales en los ecosistemas marinos. Esto incluye las pérdidas financieras sufridas por la pesca y el turismo, así como los recursos dedicados a la limpieza de las playas y los mares.
La isla de desechos plásticos
Quizás al lector le sorprenda saber que, en las coordenadas 135° a 155°O y 35° a 42°N del Pacífico Norte, existe una enorme isla conocido como la isla de basura, isla tóxica o gran mancha de basura. Es una acumulación de plásticos que alcanza una superficie de 700 000 km² (más grande que la península ibérica) y que contiene concentraciones excepcionalmente altas de plástico suspendido y otros desechos atrapados en las corrientes marinas. El lector no debe imaginar un inmenso acúmulo de botellas de plástico y otros recipientes, sino más bien una inmensidad de microfragmentos, del tamaño de un grano de arroz, que están contaminando y destruyendo lentamente el ecosistema oceánico. Y el problema sigue empeorando porque cada año se añaden 13 millones de toneladas más a nuestros mares de forma que, de seguir así, en 2050 tendremos cerca de 12.000 millones de toneladas de desechos plásticos en la naturaleza.
El desafío medioambiental es inmenso: aumentar el reciclaje de plásticos no biodegradables y reducir su producción y uso si queremos garantizar el futuro del planeta.
Los microplásticos ya han llegado al intestino humano.
El ciclo completo y movimiento de los microplásticos en el medioambiente aún no se conoce por completo, pero es un tema sujeto a rigurosas investigaciones. Aunque la gran mayoría de las partículas se habían localizado únicamente en el aparato digestivo de moluscos, crustáceos y peces dónde puede provocar obstrucciones intestinales en especímenes de pequeño tamaño, la noticia es que ya se han encontrado microplásticos en el intestino humano. Así lo ha demostrado un estudio de la Universidad Médica de Viena que observó que las heces de personas de varios países contenían 20 microplásticos por cada 10 gramos de materia fecal. Esta realidad convierte en una urgencia la investigación sobre el impacto de los microplásticos en la salud humana. Es prioritario que la ciencia determine el umbral a partir del cual la ingesta de microplásticos puede ser perjudicial para los seres humanos, tanto por el impacto de la presencia física de las partículas plásticas como por la posible toxicidad de sus componentes químicos.
Recomendaciones para los consumidores
La contaminación plástica es un problema global que requiere el compromiso y la colaboración de todos: gobiernos, empresas y consumidores. Los dos primeros deben emprender acciones legales y organizativas para reducir su producción industrial y favorecer su reciclaje. A los consumidores nos toca sustituir, en lo posible, su uso por alternativas más ecosostenibles y mejorar las rutinas del reciclaje (sólo 21% de los residuos plásticos de la Unión Europea se recicla).
Podemos empezar con cuatro estrategias recomendables
La primera es comprar solamente productos plásticos con Código RIC (Resin Identification Code) en el que conste dentro de un triángulo, el número que informa sobre el tipo de resina (los números del 1 al 6 son reciclables mientras que el código 7 significa que no es reciclable). Una segunda estrategia es evitar los productos desechables, usando, por ejemplo, cepillos de dientes o maquinillas de afeitar con cabezas reemplazables y evitando emplear pajitas, bolsas de la compra, botellas de agua, vajilla y cubiertos, bastoncillos de algodón, bolígrafos y encendedores de plástico. La tercera recomendación es almacenar siempre los alimentos en recipientes de vidrio, un material inerte que, a diferencia del plástico, no libera ningún contaminante. La cuarta y última alternativa eco-sostenible es comprar los alimentos (frutas, verduras, quesos, carnes, pescados…) a granel o al peso, es decir sin envasar.
Un consumo responsable para un futuro mejor
No podemos prescindir de un día para otro del plástico. Pero si podemos y debemos reducir su fabricación y mejorar su uso y reciclaje. Este objetivo no es factible sólo con una enorme y progresiva reforma industrial y comercial sino que requiere tiempo y un firme compromiso social de los consumidores. Y vale la pena.
En definitiva, debemos convertirnos en ciudadanos responsables, abandonando la cultura del usar y tirar si queremos legar a nuestros hijos un mundo mejor, más sostenible y más saludable.
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