Para los que nacimos en la España en blanco y negro de los años 50 del pasado siglo, la reciente irrupción de Vox en la política española y la metamorfosis ultraderechista del PP y C’s sólo pueden definirse con una palabra: "Regresión". "Regresión" en la acepción que da al término el Diccionario del Psicoanálisis: "El retorno de la persona a etapas ya superadas de su desarrollo evolutivo psicológico".
Como veremos más adelante, este no es el primer intento de regresión social y democrática que sufre nuestro país. Pero sin duda es uno de los más anacrónicos, trasnochados y extemporáneos de nuestra historia. Porque lo que propone Vox ─ahora con el apoyo tácito del PP y C’s─ no es otra cosa que volver a los valores vigentes en la España triste y gris del tardofranquismo, con su unitarismo homogeneizador, defendiendo ideas reaccionarias y anticuadas ampliamente superadas por nuestra Sociedad. Ideas que no son más que otra vuelta de tuerca a lo que ya intentó el PP de Aznar. Ideas como implantar el español como única lengua vehicular obligatoria volviendo al "hable en cristiano", o eliminar las Autonomías para tener que ir Madrid hasta para legalizar un comercio, o derogar de la ley de violencia de género volviendo al machismo secular, o suprimir el jurado popular vigente en la justicia europea moderna, o ilegalizar el aborto y el matrimonio homosexual que ya prohibió el franquismo o suspender el espacio Schengen para volver a un modelo autocrático propio de tiempos ya superados.
Por mucho que la ultraderecha intente vestir sus propuestas de modernidad europea, los que en los años 60 y 70 del siglo pasado vivimos la realidad diaria de la aplicación del marco legal y social que defienden Vox y sus socios no podemos evitar oler el tufo vetusto y retrógrado que desprende su ideología. Tampoco podemos dejar de sentir cierta sensación de "déjà vu" ante lo que ahora propone la ultraderecha: ya lo vivimos y lo superamos. Y fue con el esfuerzo de todos. Porque lo que ultraderecha y la derecha sociológicamente franquistas pretende liquidar hoy son nada más y nada menos que los valores sociales y democráticos que tanto nos costó conquistar.
Los que nacimos en la España en blanco y negro de la dictadura del general Franco vivimos una infancia gris donde la represión política y la falta de libertades marcaron una vida triste en la que casi todo estaba prohibido. Fuimos niños de inviernos gélidos, de sabañones, chavales obligados a cantar el Cara al Sol en el cine antes del No-Do, alumnos de Formación del Espíritu Nacional y de misa preceptiva e hijos de padres encarcelados por sus ideas. En definitiva, sufrimos años de represión, de intolerancia y de censura.
Y vivir en esa opresión constante, con tan enormes costes sociales, ni siquiera nos trajo la prosperidad de la economía que experimentaron nuestros países vecinos. La España autárquica y dictatorial creció poco y de forma vacilante e insegura permaneciendo dolorosamente retrasada respecto al vertiginoso crecimiento económico de Europa. Porque tal como han demostrado prestigiosos economistas como Angus Maddison, en 1960 la renta española apenas era un 40% de la francesa, y no fue hasta 1965 cuando se logró superar el PIB per cápita de la España de 1929.
Vistas las cosas desde el régimen de libertades de la España actual, lo que resalta históricamente más son los cambios sociales que contribuyeron a renovar muchos de los patrones de comportamiento de los españoles que acabaron apostando por aquello a lo que siempre temió más el franquismo: la libertad.
Por todo ello, a muchos de nosotros nos duele profundamente cualquier intento de "Regresión" como el que plantean Vox y —en cierta medida— también sus socios de la derecha montaraz.
Como ya argumentaba, no es la primera vez que en España se alzan voces regresivas. Ocurrió también la década de los 60 del siglo pasado, cuando la dictadura era un régimen al borde de escindirse en dos. Existía una pugna interna feroz entre el sector "aperturista" protagonizado por los tecnócratas del Opus Dei con Gregorio López Bravo y Manuel Lora Tamayo en el gobierno y los recalcitrantes del grupo "inmovilistas" encabezados por el almirante Carrero Blanco. Los derrotados fueron los aperturistas del Opus Dei que querían salir hacia al aire fresco de las economías liberales de los países europeos del entorno español. De tal manera que lo que ganó en la dialéctica del régimen franquista fue finalmente la "Regresión". Sólo en la fase final del régimen con el tardofranquismo recalcitrante enfrentado al azote de la modernidad pudo el dinamismo social desbordar los restos del anquilosado régimen. Pero no fue gratis: la represión franquista de después de la Guerra Civil nos costó 150.000 víctimas mortales en actos de represalia, campos de concentración y trabajo y cárceles.
En los planteamientos psicoanalíticos originales, la regresión en el adulto puede presentarse de dos maneras según propone Michael Balint. La primera de ellas sería benigna como las de la infancia o las de tipo artístico, mientras que la segunda variante sería maligna o patológica al relacionarse con la neurosis y específicamente con el complejo de Edipo. No soy ningún freudiano, pero no me cabe duda que la "Regresión" social y democrática que proponen Vox y sus socios es una involución neurótica del neofranquismo sociológico.
Creo en la libertad de ideas y creencias. Todas son legítimas siempre que respeten los valores vigentes en la Sociedad. Estos valores sociales y democráticos constituyen la única línea roja que no se debe sobrepasar.
A los jóvenes, que no vivieron en la Sociedad que propugna la ultraderecha, les recomiendo que reflexionen en libertad. A las muchachas que enarbolaban pancartas de Vox en la plaza de Colon les pido que se pregunten quién las defenderá cuando necesiten un aborto prohibido por la ley o quién las ayudará a conseguir un salario justo igual al de un hombre que realiza el mismo trabajo. A las mujeres que gritaban consignas de la ultraderecha les invito a que reflexionen sobre quien las defenderá cuando las agreda su pareja y no exista la ley de violencia machista. Y a los jóvenes estudiantes que reivindicaban la reconquista de la España preconstitucional les sugiero que se pregunten como encontrarán trabajo en la Unión Europea cuando salgamos del espacio Schengen.
Reflexionad. Y antes de votar a favor de partidos que están en contra de la solidaridad, la igualdad de géneros y la inclusión social deberíais preguntar a vuestros padres y madres, abuelos y abuelas cómo era realmente aquella España por la que algunos sienten nostalgia. Después sacad vuestras propias conclusiones y actuad en consecuencia.
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