​Un testigo importante y serio

Manuel Fernando González Iglesias

El lehendakari Iñigo Urkullu Renteria (Alonsótegui-Baracaldo) nos ha regalado a todos los que hemos seguido en televisión su interrogatorio ante el Tribunal Supremo, una imagen institucional de sí mismo y del gobierno al que representa, Eusko Jaurlaritza, realmente impecable. Sus maneras de explicar las cosas y los hechos que él mismo pudo vivir en primera línea en las fechas más delicadas del Procés catalán, son un gran ejemplo a seguir por otros colegas, por ejemplo, nuestro Quim Torra, que elevan la profesión de político a la categoría más apreciada por los votantes, que es la de la credibilidad y disposición plena en busca de la convivencia y el bien común.


Urkullu en el juicio del procés


Euskadi disfruta en estos momentos de un autogobierno envidiable fruto, además de sus llamados derechos históricos, de la negociación permanente entre los diferentes gobiernos de España y del País Vasco. En medio, una guerra terrorista atroz, que ha dejado en la sociedad, en su conjunto, unas secuelas todavía no superadas. Hacer política en ese entorno ha resultado muy difícil y sobre todo muy costoso, en primer lugar en vidas, y por supuesto en medios económicos que han demorado durante decenios la convivencia y, por supuesto, el desarrollo de la economía vasca, históricamente muy pujante e industrial, algo que se perdió para las generaciones venideras, sobre todo por culpa de quienes encontraron en el tiro a la nuca o la bomba lapa, el único procedimiento para imponer sus ideas. El actual Concierto del que disfrutan los contribuyentes vascos es sin duda la envidia de todas las Autonomías, y por supuesto, supone el motor que impulsa el crecimiento de una economía muy singular.


Por eso, cuando muchos hemos escuchado al Lehendakari nos hemos alegrado de que su talante siempre firme y orgulloso, sea también el de quien ha querido ayudar a Puigdemont y los suyos a que no se salieran del respeto a la ley y modificaran su Declaración Unilateral de Independencia por unas elecciones democráticas que evitasen la aplicación del polémico, pero constitucional, artículo 155, algo que no sucedió por la escasa entereza del huido a Bruselas.


Lo que sí está ya claro en la declaración de Urkullu es que el ex conseller Santi Vila, al que siguen marginando y poniendo a parir los más radicales de la familia independentista, nos dijo la verdad a todos, y que su implicación personal y política para la medición y acuerdo se merece el respeto y el agradecimiento de los catalanes y españoles sea cual sea su ideología. Ya está bien de mentir, marginar y radicalizar a la opinión pública contra quienes han demostrado ser más sensatos y valientes ante este lío en el que estamos todos metidos por culpa de los que siempre han creído que Catalunya o España eran su finca particular.


Por resumirles la idea central de este artículo: Me ha gustado mucho la declaración de Iñigo Urkullu con el que seguramente disiento en muchas de sus ideas políticas, lo cual no me obceca para felicitar al pueblo vasco por haber elegido democráticamente a este dirigente del PNV, a la altura de un Xabier Arzalluz que ese mismo día fallecía inesperadamente, pero me entristece y avergüenza que en Catalunya tengamos un President que es la versión menor y perversa de quien se autodenomina protocolariamente Molt Honorable President y mancilla el honor y la libertad de la mitad de sus conciudadanos y además políticamente trabaja poco y lo hace mal.

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