Pedro Sánchez ha cabalgado el caballo ganador del pasado 28-A. Empero, su gran mérito político como líder del PSOE ha sido el de hacer descabalgar al partido hegemónico de la derecha, el PP. Recuérdese que buena parte de su éxito electoral de ahora se fraguó con la moción de censura del 31 de mayo y 1 de junio de 2018 contra el gobierno de Mariano Rajoy. Ello sucedió poco después de que la Audiencia Nacional sentenciara que el PP se había beneficiado de una estructura de sobornos ilegales para contratos del denominado Caso Gürtel. Los tribunales confirmaban así, en primera instancia la existencia de una estructura de contabilidad y financiación ilegal que se desarrolló en paralelo con la oficial desde el momento de la fundación del partido en 1989.
Desde entonces y durante el breve tiempo que ha estado al frente del gobierno tras el voto de censura a Mariano Rajoy, Pedro Sánchez ha demostrado ampliamente su capacidad de iniciativa política para recuperar el protagonismo del PSOE en la vida política española. Y lo ha hecho desplegando un funambulismo parlamentario en ocasiones temerario y sin red de seguridad. La reacción posterior de una furibunda derecha política despechada por las críticas cuasi unánimes de todas las formaciones políticas ha llevado al PP a ensimismarse y a cancelar a los exponentes más centristas de su ideología y dirigencia política. El descalabro electoral del 28-A ha reflejado, en no poca medida, lo inapropiado del giro ultramontano apadrinado por el ex presidente, José María Aznar. El PP ha perdido más de la mitad de sus escaños en el Congreso de Diputados. Permanece la estupefacción de comprobar cómo, ante un descalabro de semejantes proporciones, su joven líder, Pablo Casado, no presentase su efectiva dimisión la misma noche electoral.
Ahora Pedro Sánchez ha hecho posible una inédita remontada de la socialdemocracia en la vieja 'piel de toro'. Su gran mérito político es volver a poner a los socialistas democráticos a las riendas del gobierno en un país europeo grande como España, y con indudables influencias políticas en el escenario de los países latinoamericanos. Hace unos meses, y frente a vaticinios catastrofistas en los países nórdicos, los socialdemócratas suecos volvieron a las responsabilidades del gobierno de Suecia con Stefan Löfven, neutralizando los intentos de los nacionalistas de extrema derecha 'Demócratas de Suecia'. En la Europa del Sur la gran contribución a la política europea de Pedro Sánchez y el PSOE cuando no aproximamos a la consulta electoral del 26 de mayo es precisamente la de renovar la defensa por nuestro Modelo Social Europeo, del cual el Estado de Bienestar es su institución emblemática.
A la hora de escribir estas líneas, se discute si debería o no haber un gobierno de coalición entre PSOE y Podemos. Podrá negarse la evidencia de la necesidad de tal gobierno. Las razones son variadas y para todos los gustos, primando aquellas propias del tacticismo sobre quienes podría salir ganando o perdiendo con tal ejecutivo conjunto. Pero pocos opinadores negarían el carácter sustancial de tal opción política. Porque, si es verdad que la política de consensos hizo posible la Transición de una dictadura a una democracia en España tras la muerte del General Franco, la cultura del compromiso propia de un gobierno de coalición es una experiencia nueva para acrecentar nuestra ‘calidad democrática’. Piénselo bien Sánchez y, muy especialmente, sus adláteres antes de caer en la tentación de la autosuficiencia.
La negativa de Ciudadanos a considerar una mayoría parlamentaria alternativa con el PSOE ha empujado a inefables proponentes del entorno de Sánchez a desempolvar el ‘proyecto autónomo’ socialista para formar gobierno cuando disponía hace unos decenios de suficientes mayorías en el Congreso de Diputados. Causa desasosiego --y hasta vergüenza ajena-- la incontinencia de algunos representantes gubernamentales socialistas que proponen gobernar en solitario con una minoría de131 diputados. Parece que se pretendiese prolongar el funambulismo durante 4 años de legislatura haciendo maniobras de 'palacio' simplemente para ir tirando en las instancias del poder. ¡Cuán grave error comportaría ello!
Sánchez necesita la implicación de Podemos en cuantas decisiones de calado pueda tomar el Parlamento español durante el tiempo que esté al frente del ejecutivo. La alternativa es el 'dolce far niente' o el disfrute episódico de las poltronas institucionales que habrán de repartirse en los próximos meses. Sánchez necesita a Podemos para apuntalar la vocación europeísta de nuestro país y para asegurar que, a diferencia de los gobiernos populistas y nacionalistas en Italia, Polonia o Hungría, pongamos por caso, nosotros apostamos decidida y claramente por el Modelo Social Europeo. Es decir, que en España se está dispuesto a preservar el mantenimiento de nuestros sistemas públicos de sanidad e instrucción, o luchar contra la desigualdad social mediante sistemas impositivos progresivos. La alternativa no es otra que el neofeudalismo que se nos viene encima auspiciado por Trump y sus mamporreros políticos de la angloesfera.
Sánchez podría seguir ilusionando con una acción de gobierno que integrase incluso a los nacionalistas del PNV, a los que el PSOE presta apoyo en el Parlamento de Vitoria, y con quienes implementó la primera ley de rentas mínimas en 1989 en el gobierno de coalición PNV-PSE/PSOE. Tal política innovadora se convirtió en el espejo donde se miraron después todas las demás leyes autonómicas similares. Y se ha convertido en la referencia para la inevitable implementación --incluso por razones de la creciente robotización de nuestras sociedades-- de los ingresos mínimos ciudadanos.
Sí, señor Sánchez, no lo dude: gobierno de coalición para hacer más Europa y limpiar cualquier atisbo de corrupción en la acción institucional de nuestros representantes políticos. No crean los lectores que es esta una novedosa propuesta de gobierno. Recuérdese que Joaquín Costa (1874-1931) ya propugnaba cerrar "con siete llaves el sepulcro del Cid" y regenerar con medidas modernizadoras y europeizadoras las condiciones de vida de los españoles. El bucle del pasado vuelve… No nos ha dejado.
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