La victoria sin discusión del PSOE no ha conseguido expulsar completamente al PP de algunas de sus parcelas de poder más emblemáticas, con lo cual Casado disimula su derrota ante los suyos gracias también a los votos prestados por Ciudadanos y Vox, exactamente lo mismo que pasó en Andalucía.
A partir de ahora el sorpasso será en los próximos cuatro años un proyecto fallido del líder de Ciudadanos que quiso, pero no pudo, convertirse en líder de la oposición, con una estrategia insolente y despiadada que, al final, le ha frenado en seco el electorado que antes era del Partido Popular, y ahora todavía espera que los de la calle Génova resurjan de sus cenizas y cambien el chip totalitario por otro más acorde, que siempre les resultó más rentable electoralmente.
Barcelona y Madrid han sido, esta vez, las estrellas de la pelea estelar entre un socialismo muy táctico y sus dos bestias negras: la derecha popular con sus dos apéndices y, por supuesto, el independentismo, que quiere adueñarse de la capital de Barcelona y no lo ha conseguido por muy poco. En ese sentido los pactos no están muy claros y los sociatas han de hilar muy fino para no volver a cometer otra equivocación de legislatura que les lleve diez años atrás.
Europa espera ahora a los socialistas españoles, especialmente porque en Francia ha ganado la Señora Le Pen, un batacazo de tan graves consecuencias como el Brexit sin acuerdo de salida pactado, o la xenofobia de Salvini, que acaba de ganar las europeas; Dios se lo perdone a los italianos, porque la patria de Montanelli fue el país que cofundó el Mercado Común.
Viendo lo que ha pasado, a todos nos queda mucho que reflexionar por lo que hemos visto en este domingo de mayo. Ganar o perder las elecciones ya no tiene nada que ver con la ideología y la ética política, sino con la falta de implicación de los votantes en la mejora de su ciudad, su autonomía o la propia Europa. Si eso no cambia, a las generaciones venideras, la realidad paralela les va a parecer el único lugar posible en el que poder vivir, ya que en ese plasmático lugar no es necesario pensar, sino dejarse llevar por quienes tienen realmente el poder o lo representan, con la insana intención de constituirse en los falsos profetas del Apocalipsis y corromper todo lo que tocan. ¡Y que más da!
Enhorabuena a los que han ganado su escaño, concejalía o minifeudo y mucho ánimo a los que ayer han perdido. Nos esperan cuatro años apasionantes en los que a los periodistas nos queda mucho que comentar, si es que nos dejan.
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