Siempre se piensa que los políticos que han sido elegidos en las urnas -algunos con responsabilidades de gobierno- son personas sensatas, con sentido del deber, con responsabilidad, con una mirada de conjunto, no de individualidad, y que quieren lo mejor para la ciudadanía. La mayoría de las veces, la premisa no se cumple. ¿Siempre ha sido así? En demasiadas ocasiones.
Estos días la investidura de Pedro Sánchez para seguir en la Moncloa se está complicando más de lo que era previsible: Ciudadanos afirma que no se abstendrá para que salga elegido. Podemos -mejor dicho, Pablo Iglesias, que ha enterrado su credibilidad debajo de su casoplón- si no entra en el gobierno, pone en duda su apoyo. Mientras, el PP también ha manifestado que no se abstendrá.
Con este panorama, las cuentas no salen, el mercadeo y la revancha han llegado para quedarse, dicho lo cual, y ante esta situación, Pedro Sánchez, en la ejecutiva de este lunes, ha dejado caer la posibilidad de convocar nuevas elecciones que clarifiquen el panorama político. Algunos consideran estas declaraciones como una amenaza. Cuando la sartén la tienen unos cuantos cogida por el mango y no precisamente el cocinero, lo único que le queda, después de muchas negociaciones para que suelten el mango, es comprarse otra nueva. Ese es el principio que quiere aplicar el presidente en funciones Pedro Sánchez. "Ser responsable significa a veces cabrear a la gente", según dijo en su día Colin Powell.
En estos momentos tan importantes para el país, los grandes partidos cuentan con unos líderes de dudosa credibilidad y más que demostrada falta de experiencia política.
Desde que Aznar volvió a meter las narices en el PP y Casado se hizo con el mando del mismo, el nivel político de sus nuevos líderes ha bajado unos cuantos escalones. Casado no ha liderado el centroderecha de Rajoy y ha inclinado su formación más hacia a la derecha. La centralidad se la llevó Rajoy a la ría de Pontevedra donde el olor que desprende la celulosa hace a más uno taparse la nariz.
Ciudadanos, que en un principio decía que era socialdemócrata, fue derivando al centro liberal y ahora esa centralidad ha saltado por los aires tras los acuerdos con Vox para llegar al poder. No son de extrañar los tumbos de su líder y fundador Albert Rivera, más parecido a un playboy que está encantado de conocerse que de un político con sentido de Estado. ¿Dónde está su responsabilidad con el país que él tanto dice defender? En algún lugar de Portugal, donde acude bien acompañado el playboy para no ser fotografiado.
Podemos se ha transformado ahora en Unidas Podemos, por los deseos de Irene Montero, toda una autoridad en estrategia política, como se está comprobando. Pablo Iglesias no quiere dar un cheque en blanco a Sánchez por los votos de su partido. La factura pasa por conseguir como mínimo, dos carteras: Trabajo y Hacienda, que no es nada. Si esa petición no se cumple, no hay intercambio de cromos. La filosofía de Iglesias es que gratis solo es el aire que se respira.
Si las posturas de los tres partidos mayoritarios de la oposición continúan igual, las elecciones estarán dispuestas para después del verano. Eso sí, algunos de estos tres partidos pueden sufrir las consecuencias de sus acciones, alianzas y salidas de tono. El playboy queda retratado con su alianza con Vox. El populista Iglesias quedará en evidencia por su afán de ser ministro. Casado estará rezando para que los votantes de Vox vuelvan a la casa madre que ya representa lo mismo que defiende Santiago Abascal, lo que significaría una bajada de los votos.
¿Será así? Las personas son imprevisibles a la hora de votar. Decía Mahatma Gandhi que "es incorrecto e inmoral tratar de escapar de las consecuencias de los actos propios". Pues eso es lo que está sucediendo sin que nadie sea responsable de lo que está pasando.
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