El problema es Madrid

Manuel Fernando González Iglesias

Madrid, capital del reino de España, siempre ha sido terreno abonado a los rumores más peregrinos o a los acaloramientos mediáticos más furibundos, que luego explosionan como las gaseosas y desaparecen con la misma celeridad con la que se iniciaron.


Como he vivido profesionalmente en esta ciudad durante varias etapas de mi vida, afirmo que, pese a mi formación galaico-catalana tan diferente a la madrileña, esta ciudad es una urbe muy grata para el que llega de nuevo, en la que nadie se le ocurre preguntarle de dónde viene, sino más bien a dónde tiene la intención de ir. 


Es tan poderosa la seguridad de los madrileños en saber absorber a los recién llegados para su causa centralista -de ahí el "de Madrid al cielo"- que casi nadie se fija si el acento del recién llegado delata una intención diferente, porque si la hay, las bondades de la capital, -que son muchas, económica y laboralmente, y no digamos de poder político- acabarán convirtiendo al hereje a la causa o rechazándolo contundentemente al convertirlo en diana de sus chanzas o infundios insoportables. Si no me creen, pregúntenle al diputado Rufián, al que sus críticas políticas le han convertido -por muchos medios de comunicación de cobertura estatal pero, de base puramente madrileña- casi en el Bufón de las Cortes.


Le cuento estas modestas evidencias no para que se las crean, sino para que entiendan por qué el PSOE se quiere cargar el Gobierno de coalición con Podemos, que es como debe llamarse a la nueva criatura. Mientras en Madrid y sus tertulias televisivas y radiofónicas cada día se produce un violento calentón, en el resto del Estado nos miramos el asunto como si asistiéramos a una obra de teatro alienígena, que no entendemos y de la que queremos irnos cuanto antes. Ayer, sin ir más lejos, un colega me comentaba el último rumor: el escollo está en que Pablo quiere a Irene Montero de Ministra, algo que nadie ha dicho, y que la Señora de Iglesias debe llevar con muy poco entusiasmo y natural enfado.


Pero eso es el Madrid, Villa y Corte. Como le decía a un conocido periodista cuando me vino a ver a mi despacho de la radio, recién aterrizado de su apacible vida provinciana para ocupar un lugar de primer nivel en el mundo de la política: "Ten cuidado con los villanos pero, sobre todo, con los cortesanos, porque estos, alabándote, harán que tomes decisiones equivocadas, con el único propósito de que les proporciones un buen sueldo o un cargo que les permita vivir a lo grande. Luego, cuando ya te hayas equivocado y el desastre se te venga encima, solo les quedará saber quién va a ocupar tu lugar, para comenzar de nuevo el cortejo".


O sea, que lo mejor ahora mismo para Sánchez e Iglesias es cambiar la Moncloa, por ejemplo, por Cuevas del Almanzora, para reunirse, si es que en Presidencia del Gobierno quieren acabar con este baile de disfraces. Al final del día, les garantizo que, tras discutirse duramente, pueden relajarse en La Parra tomándose unos caracoles en salsa o unas patatas con la crema de ajo que hacen la familia a mano con mortero y mucho trabajo, acompañándolo todo de un porrón almeriense frío como un iceberg. Después de tomarse todo eso y algo más -que no voy a desvelar porque es secreto profesional- estoy seguro de que tendremos Gobierno y a nadie le va a importar el nombre, ni de las ministras, ni de los ministros, sean de donde sean, políticamente hablando. Los saludables efectos de este tratamiento son inmediatos. 


Y cuando se les pasen las bondades del refrigerio, repitan el cara a cara viajando a otro lugar geográfico, por ejemplo a "La Piedra" en Vigo, donde Abel Caballero seguro que les invita a un par de docenas de ostras de Arcade, una botella de Ribeiro y hasta un "corrosco" de empanada de calamares recién sacada del horno, que les dejará el cuerpo preparado para superar cualquier crisis que se les presente en los siguientes meses.


Y así, rotando y rotando, conseguirán que la legislatura se les pase volando y con éxito asegurado. Reflexión final: Nada de reuniones de Madrid, dejen descansar a los madrileños de tanto lío político, y mucha gira alrededor del país, que no solo ilustra y desatasca, sino que gastronómicamente es muy saludable. O sea, que el problema es Madrid.

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