Italia, sí; España, no sabe

Luís Moreno

Parecía imposible… ¿Cómo podría forjarse una alianza de gobierno entre dos formaciones políticas que se habían tirado repetidamente los trastos a la cabeza y parecían adversarios políticos irreconciliables?


Sobre el papel ni el Movimiento Cinco Estrellas (transversal, ni de derechas ni de izquierdas como se autoproclaman reiteradamente), ni el Partido Democrático (heredero socialdemócrata del Partido Comunista Italiano y con sensibilidades populares democristianas), parecían los casamenteros idóneos para un matrimonio gubernamental a la italiana. Pero ya están al frente de un renovado ejecutivo que goza de una buena aceptación de bienvenida en el país transalpino.


En España, “ni sí, ni no, sino todo lo contrario”. También podría aludirse la categoría utilizada en las encuestas demoscópicas del “no sabe, no contesta”. Aunque sería más ajustado puntualizar que, a diferencia de los negociadores italianos, la categoría mencionada debería reducirse al “no saben”. Sin acuerdo entre PSOE y UP, el próximo día 23 de septiembre se reenviará todo a unas nuevas elecciones generales. Algo cuando menos frustrante, y con toda probabilidad azaroso no sólo para la estabilidad política de España; sino también para el relanzamiento del proceso europeizador tras los intentos de sabotaje auspiciados por illuminati tales como Trump y Johnson.


Porque Europa debería estar en la primera línea de las discusiones políticas de futuro. La tentación soberanista de los Estados Miembro de la UE es la trampa saducea que plantean los populistas antieuropeos a sus electores nacionales del Viejo Continente. Para decirlo breve: sin Europa, todos los que nos sentimos europeos arriesgamos nuestros logros de justicia y bienestar implementados en nuestros países con un alto grado de legitimidad. Modestas podrá alegarse las conquistas de nuestros Estados del Bienestar. Empero, cobran su auténtico realce al compararlas con los estándares de satisfacción vital presentes en otros modelos socioeconómicos propugnados por el individualismo mercantilizador anglo norteamericano o el nuevo esclavismo emergente, pongamos por caso.


¿Es que sólo tomaremos conciencia de la magnitud de nuestras ‘modestas’ conquistas tras el convulso siglo XX de guerras y enfrentamientos cuando perdamos, por ejemplo, nuestros sistemas de previsión social, las pensiones o la sanidad pública?


Aún hoy se sigue actuando políticamente con el ‘chip’ político de hace unos lustros. Todo lo prevalente para nuestros políticos es asegurarse una estrategia electoral para ganar el acceso a las poltronas y al ejercicio del poder representativo. Asistimos en los tiempos que corren a insufribles apariciones mediáticas, generalmente sobreactuadas y preñadas de un poyoyismo vano. Como sabiamente apuntaba Felipe González hace unos días, se adolece de discurso propositivo y de acción europeísta. Casi todo queda adocenado en la medianía de una pugna electoral cada vez más encanallada.


Y es en este punto en el que el redactor de estas líneas expresa su desánimo ante la reacción mezquina de los líderes de la oposición contra el Presidente del Senado, Manuel Cruz. Como colega y seguidor de su trayectoria académica comparto plenamente las propias manifestaciones del profesor Cruz en el sentido de que no todo debería valer en la política. Las ansias de la oposición por erosionar al partido en el gobierno en funciones han llevado a denigrar la capacidad intelectual contrastada del profesor de la Universidad de Barcelona por unos supuestos plagios de párrafos en alguna de sus obras científicas. La maldad de las acusaciones de los portavoces del PP, C’s o Vox no sólo cuestionan a la persona sino a la propia institución del Senado. El encanallamiento se apodera progresivamente del discurso político en España y ello es una invitación no sólo al desencuentro, sino a la retrocesión de viejas pugnas fratricidas de una miserabilidad rampante y chabacana.


En Italia el nivel del postureo político es quizá más notable que en nuestro país. Podrían mencionarse una retahíla de declaraciones extemporáneas como la consabida aseveración de Matteo Salvini, gran perdedor en la última crisis de gobierno, de que “l’euro è un crimine control l’umanità”. Perlas cultivadas y noticias falsas proliferan de continuo entre los media y las redes sociales italianas. Pero la lucidez de algunos políticos, entre ellos el denostado Matteo Renzi, ha hecho posible que exista un gobierno en Italia que los leguistas o ‘bárbaros del norte’ (Beppe Grillo, fundador del Movimiento Cinco Estrellas, dixit) querían desenganchar de Europa.


Y ahora no sólo un representante de peso del Partido Democrático italiano, Paolo Gentiloni, ex primer ministro (2016-18), ha sido propuesto como miembro de la Comisión Europea de Ursula von der Leyen, sino que su cartera es la de economía. Su tarea se presenta como hercúlea después de que el anterior gobierno entre estelares y leguistas coqueteasen con la idea de un ‘Italbrexit’. Es decir que en un breve, muy breve período de días, se ha hecho posible en Italia un acuerdo que parecía imposible más que improbable.


Y mientras en España, se mira al ombligo, o zonas corpóreas inferiores, midiéndose la capacidad de picardía en la pugna por los sillones gubernamentales. En paralelo los robots, el big data o las aplicaciones de inteligencia artificial siguen conformando las expectativas futuras para la vida de los europeos. Pero no hablamos de cómo preservaremos nuestro modelo socioeconómico ahuyentado la desigualdad depredadora; ni cómo neutralizaremos los efectos perversos de la concentración capitalista de los nuevos señores feudales corporativos y del 1% de la población cada vez más superrico.


Asistimos a los esfuerzos por un parto de los montes que, como reza la fábula, puede concluir en el alumbramiento de un ratón en un barco cada vez más a la deriva. Hagan un esfuerzo, señores negociadores del PSOE y UP y sorpréndannos con un arreglo de última hora. Nunca es tarde si la dicha es buena…

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