Mientras en el Parlament de Catalunya los catalanes tenemos circo gratis, pero de los malos, el también catalán y español Marc Márquez lograba a sus 26 jóvenes años su 8ª corona mundial en el Circuito internacional de Chang. Como los aficionados de toda España se saben de carretilla, el de Cervera ha logrado esos 8 entorchados globales en tres categorías diferentes. A saber: 125cc, Moto2 y seis veces en MotoGP. El domingo ganó el último, ante la admiración y alegría de todo el país. Estoy seguro, aunque no dispongo de encuestas que me den la razón, de que entre los que hicieron fiesta grande estaban votantes de todos los partidos que configuran la Cámara catalana, sin distinción de siglas o ideologías.
O sea, que Márquez tiene además de los genes de un gran campeón, la capacidad de que sus hazañas nos las colguemos entre nuestros recuerdos más gratos todos los que amamos el mundo del motor, o simplemente nos haya cautivado este gran deportista por su sencillez, arrojo y capacidad técnica inigualable, que le dota de una pericia insuperable y una baraka que supera a la que Millán le reconocía al Dictador Franco en una secuencia inolvidable en la gran película de Amenábar recientemente estrenada con enorme éxito de taquilla y crítica.
Y si somos capaces de ponernos de acuerdo en lo de Márquez ¿por qué nos lo ponen tan difícil los partidos cuando se trata de ponerse de acuerdo sobre la gobernabilidad del país que nos beneficiaría a todos y podría ser como lo fue la Transición, un modo ejemplar de mostrarnos ante el mundo como somos realmente, un pueblo de ciudadanos pacíficos y democráticos? ¿Qué les pasa a sus Señorías? ¿Es que no han aprendido nada de los años de la miseria y la muerte que vivieron nuestros abuelos y padres?
Veo la sesión parlamentaria -esta vez por televisión- y me entra una tristeza incontenible que estoy seguro también comparten cientos de personas de diferente pensamiento político que, como al que escribe, les gustaría vivir en paz, conviviendo en plural armonía sin insultos y maniobras de trileros. Ojalá hubiera muchos Márquez en la política, o como dice la Biblia cuando están a punto de desparecer Sodoma y Gomorra, uno solo o una sola, por el que pudiéramos salvarnos todos de este desgraciado panorama que nos asfixia.
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