Los premios Princesa de Girona, Puigdemont y el colorines

Carmen P. Flores

La entrega de los premios Princesa de Girona -que premia el talento de jóvenes en varios campos que sirven de referentes a otros jóvenes de su generación- ha dado mucho de sí. Desde la actitud de la Casa Real de mantener el acto pese a las amenazas -cosa que me parece bien- hasta el comportamiento de unos cuantos energúmenos, cada día más, de todas las edades, que impedían el acceso al recinto donde debía celebrarse el acto, con actitudes nada pacíficas y mucho menos democráticas. Lo que ocurre es que ahora hay gente que les planta cara, que no se amedrantan. 

Son demasiados días de aguantar que los violentos campen a sus anchas, marcando la vida en las calles del resto de la ciudadanía. Lo hacen por la fuerza, están venciendo, porque se lo permiten las autoridades, pero no solo no convencen, sino que producen una reacción contraria, les queda poco tiempo de dominar la calle.


Decimos que está dando mucho de sí, porque hasta el propio Puigdemont, vía Twitter, ha entrado en el tema afirmando que ellos llenaron el Palacio de Congresos y este acto no. Una de las fotos que ilustra el comentario del huido está hecha antes de que empezara el acto y digo yo, con las trabas que algunos encontraban para acceder al recinto, no tuvieron más remedio que darse la vuelta y dejar su asiento libre para el regocijo de los instigadores que veían la TV sentados plácidamente en su sillón mientras la democracia y la tolerancia saltaban por los aires, acompañada de algunas fogatas que hicieron las angelicales criaturas.


Otro que cada día echa leña al fuego y se regocija es el catalán con nacionalidad yanqui, Xavier Sala Martín, más conocido por el colorines o el cambia chaquetas, premiado en su día por la Fundación Faes y colocador oficial de su hermano “el intelectual” en el ayuntamiento socialista de Viladecans, quien aplaudía al premiado Xavi, un cerebrito de las matemáticas, quien al subir al escenario -con algunos abucheos- para recoger el premio, lleva un vistoso lazo amarillo en la solapa. ¿Para qué va entonces a recoger el premio? ¿Para montar el numerito o porque la pela es la pela, noi? Sala Martín dice que, en las fotos oficiales, le han borrado el lazo. Una mentira más de las muchas que suelta el colorines. El premiado Xavi, antes de recoger el premio, no llevó en ningún momento el lazo en la solapa, solo cuando estaba sentado y a pocos minutos de subir al escenario, se colocó el lazo, para asombro de sus compañeros premiados. ¿Quién le había indicado la necesidad de ponérselo? Solo él y algunos más saben el motivo. “No hay mayor desprecio que no hacer aprecio”, dice un refrán popular muy conocido que practicaron la gran mayoría de los presentes.


Triste triunfo de un joven brillante en matemáticas y pobre en comportamiento y ética.


Sea como sea ni Puigdemont, ni Sala Martín, el bien pagado de TV3, han desmerecido la entrega de unos premios que han cambiado la vida de los galardonados a lo lago de estos diez años de su constitución, como han dicho los nueves representantes de los ganadores, uno por año, que en sus discursos han plasmado su sincero entusiasmo por sus profesiones, que han elegido y que el premio les ha ayudado a  realizar los sueños que llevaban dentro.

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