Dice un refrán popular, muy utilizado, por cierto, que "al mal tiempo buena cara". Eso es lo que toca hacer estos días tan pesados para la mayoría de ciudadanos de Catalunya que cada jornada sufren las consecuencias de los actos de los cívicos del Tsunami, CDR y sus afluentes, amén de la preocupación del pacto del PSOE y Unidas Podemos, que es más reciente.
Si antes le quitaba el sueño a Pedro Sánchez la entrada de los podemitas en el gobierno, ahora quien no duerme es una buena parte de la ciudadanía. ¿Están preparados los posibles ministros de Podemos? Dado el rumbo al que han llevado al partido, está claro que no. La pareja, en la vida privada, política y ahora en el posiblemente plano gubernamental, si hay votos suficientes, de Iglesias y Montero no presagia nada bueno, dado que el caudillismo de Iglesias no tiene manías en designar a su señora para que esté en el consejo de ministros. Es que "la familia que crece unida permanece unida". Eso debe pensar el matrimonio de Galapagar. Claro que, con los más de 100 cargos a repartir, más de uno cerrará la boca sobre lo que está haciendo el matrimonio para ver si cuenta con él. No es un mal negocio, claro, para ellos, no para el país.
Mientras, en Catalunya, los dirigentes y sus acólitos continúan justificando los actos vandálicos e incívicos de quienes se han apoderado de las calles, y todo eso basándose en la falta de democracia y libertad de expresión, cuando lo que ya hay, desde hace tiempo, es una división social que necesitará de varias generaciones para cerrar heridas. Que no lo quieran reconocer los dirigentes, no significa que no exista, está muy claro.
Con las negociaciones para formar gobierno en Madrid, los partidos independentistas tienen la ocasión para volver a poner sobre la mesa sus ya más que cansinas propuestas a cambio de la abstención o el voto a Pedro Sánchez que ha puesto la directa para no salir de la Moncloa. Hay que apretar para alcanzar sus objetivos sin importarle el país. De lo que se trata es de ir contra el gobierno de España, la Monarquía y lo que haga falta, sin darse cuenta de que lo están dilapidando es Catalunya, su economía y su imagen de país pacífico, sensato, trabajador y responsable. Eso les importa tres pepinos en vinagre, con tal de reventarlo todo y de que salte por los aires Catalunya.
Con la situación de división que se está viviendo, que genera desasosiego, preocupación y tristeza, me viene a la memoria el pasodoble 'Paquito el Chocolatero', que es pieza fija en verbenas, celebraciones de todo tipo y nunca falta en los festejos de moros y cristianos. Un pasodoble que une a la gente, sin tener en cuenta lo que piensan, voten o sientan. Todos se unen para formar parte del baile, pero también forman parte de la escena de unidad que representa la canción de un autor de quien la gran mayoría desconoce su nombre.
Pongamos más Paquito el Chocolatero, y menos canciones de Lluís Llach, que son tremendamente aburridas y no se pueden bailar. Hay que sumar, nunca dividir…
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