Arrels, 30 años a pie de calle
La periodista Sònia Pau publica ‘Fils trencats’, un libro sobre la historia de la entidad de acompañamiento a personas sin hogar Arrels.
En la Barcelona preolímpica de 1987, mientras la ciudad se preparaba para abrirse al mundo y dar una buena imagen internacional, un grupo de personas vio la necesidad de atender a un colectivo que quedaba olvidado de las transformaciones urbanísticas: la gente que vivía en la calle.
Bajo el convencimiento de que dormir al raso era una injusticia inaceptable, unos pocos voluntarios vinculados a las parroquias de Sant Pere Claver y Sant Miquel del Port, ubicadas en los barrios del Poble Sec y la Barceloneta, respectivamente, crearon el 'Centre Obert Arrels' en la calle Sadurní. Treinta y dos años más tarde, Arrels Fundació ha cambiado de sede y ha atendido en la capital catalana a más de 14.000 personas, para lo que han colaborado más de 15.000 voluntarios y donantes.
La historia de esta entidad que comenzó para dar cobijo y afecto a los invisibles de Barcelona ha quedado plasmada en 'Fils trencats, 30 anys acompanyant les persones sense llar' ('Hilos rotos, 30 años acompañando a las personas sin hogar'), escrito por la periodista Sònia Pau y publicado por la Editorial Claret.
Desde sus orígenes, Arrels ha intentado ganarse la confianza de las personas atendidas, yendo a buscarlas a la calle, asesorándolas e invitándolas a conocer cada uno de los recursos de la fundación con el objetivo de mejorar la vida del usuario y aportar dosis de dignidad a los sintecho.
LA VIVIENDA, EL PROBLEMA PRINCIPAL
La dificultad para acceder a una vivienda sigue siendo, en los ya 32 años de trayectoria de Arrels, el gran problema. "Las entidades eran el puente idóneo para llegar a las personas, porque había miedo y reticencias hacia las administraciones", señala el libro cuando habla de los primeros años de funcionamiento y del cierre de pensiones con precios asequibles que echaron a la calle a familias enteras que no podían pagar otro tipo de alojamiento.
En aquella época, también Cáritas y el Banco de los Alimentos, entre otros, trabajaban conjuntamente en paralelo a las instituciones para atender a quienes no tenían casa. Además de dar respuesta a las necesidades materiales, intentaban conversar y escuchar para comprender, sin juzgar, a los destinatarios de las ayudas.
Elisa Fàbregas es una de las voluntarias más antiguas de Arrels, y todavía sigue en activo. Recuerda que "era una maravilla estar en la puerta para recibir a todo el mundo. Sonreír a alguien y ver cómo te contestaba con otra sonrisa era joya para toda la semana".
HILOS ROTOS
El título del libro, 'Fils trencats' ('Hilos rotos'), tiene que ver con un ejemplo que suele darse en el sector para explicar por qué una persona acaba en la calle. Parte de la idea de que todos estamos en una telaraña sostenida por hilos fuertes que pueden debilitarse. Estos hilos serían la familia, el trabajo, la salud, las relaciones afectivas y el entorno social y cultural, entre otros. Si un hilo se rompe, podemos seguir adelante, pero si va cayendo uno tras otro, no se sostiene. Arrels intenta tejer de nuevo estos hilos, a base de crear confianza con la entidad y de generar autoestima en el usuario. Lo hace acompañando al médico, por ejemplo, intentando encontrar una casa que se convierta también en un hogar y estableciendo relaciones de amistad.
Miquel Fuster llevaba quince años en la calle cuando conoció a Arrels, y ya hace más de quince años que vive en un piso de la Zona Franca. La "pesadilla" de dormir en la calle la resume con el frío y el miedo a sufrir agresiones físicas cuando uno duerme sobre el asfalto. "El infierno lo llevas por dentro, por el daño que te has hecho y por el daño que has hecho a las personas que quieres", añade cuando narra su experiencia en la presentación del libro.
Tal era el estado en el que se encontraba, que las primeras noches que durmió en un colchón se orinó en él, cuando ni siquiera de pequeño había tenido problemas de ese tipo. Miquel Fuster consiguió, además, dejar la bebida y, aunque señala que vivir en la calle es algo que nunca se olvida, logró tejer de nuevo una telaraña con hilos sólidos: "Lo he superado, Arrels me ha ayudado y yo he puesto de mi parte".
Presentación de 'Fils trencats' en la librería Claret. Ferran Busquets, Sònia Pau, Francina Alsina y Miquel Fuster. Foto de Juan Lemus / Arrels
APRENDIZAJE
Arrels ha ido adaptándose a las necesidades de las personas atendidas y, a base de ensayo y error, ha aprendido cómo ser más eficiente. Uno de los aprendizajes fue salir en los medios. Hubo todo un debate sobre si debían entrar al centro abierto las cámaras de TV3 o no, puesto que un periodista se había puesto en contacto con la entidad para hacer un reportaje. Algunos voluntarios y trabajadores temían que no se preservase la intimidad de los atendidos, pero el resultado fue muy positivo, ya que los comunicadores trataron el tema con respeto y Arrels llegó a un público más amplio, aumentando así las posibilidades de sensibilizar a la ciudadanía sobre un tema tan delicado y a menudo lleno de prejuicios.
El lenguaje ha ido modificándose con el tiempo y, de hablar de 'indigentes' en la década de los 80, evolucionó a 'transeúntes' en los 90, más adelante a 'sin techo', que sigue utilizándose, y últimamente a 'sin hogar'. Esta última mención hace referencia a aquellas personas que no pueden acceder o conservar un alojamiento adecuado, ya sea por una economía precaria o por incapacidad de recursos personales.
Arrels dispone ahora de diferentes locales, como el centro abierto de la calle Riereta, con servicio de ducha, conserjería y ropero; la residencia Llar Pere Barnés (calle Puig i Xoriguer), con habitación y comedor; el Pis Zero (calle del Carme), que ofrece alojamiento nocturno; o La Troballa (calle Ample), un taller en el que realizan desde muebles de madera hasta encuadernación de libros.
'HOUSING FIRST'
Entre las prioridades de Arrels figura el 'Housing First' ('Primero, la Vivienda'). Este modelo se basa en proporcionar una vivienda a la persona, quien a cambio debe comprometerse a tres cosas: aportar el 30 por ciento de sus ingresos al alquiler, respetar a los vecinos y aceptar un mínimo de una visita semanal del equipo de apoyo de Arrels.
El 'Housing First' cuenta con un éxito del 85 por ciento en las ciudades de la Unión Europea donde se ha implantado. Entre los casos de más éxito, figuran Amsterdam, donde casi no hay gente durmiendo en la calle, y Lisboa, que ha reducido en un 99 por ciento las visitas a urgencias hospitalarias.
DERECHOS VULNERADOS
Con esta trayectoria y estos datos, el director de Arrels, Ferran Busquets, sostiene que el lema de la entidad, #NadieDurmiendoEnLaCalle, es tan difícil como posible. Es consciente de que la problemática va vinculada a la dificultad del acceso a la vivienda, y considera indispensable fiscalizar de forma "educada e inteligente" a las administraciones, así como aportar soluciones viables: "Tenemos que conseguir que la política nos haga caso".
Ferran Busquets está convencido de que la ciudadanía es clave para cambiar la mirada hacia el sinhogarismo, que es el reflejo de la suma de vulneración de derechos. 'Fils trencats' pone de relieve que además del derecho a la vivienda, miles de ciudadanos invisibles ven vulnerados el derecho a la seguridad, la intimidad y la salud.
DATOS ACTUALES
En Barcelona, hay más de 3.800 personas sin hogar, lo que supone un aumento del 81 por ciento en diez años. De estas, 1.195 duermen en la calle, según el censo organizado por Arrels en junio de 2019. Un total de 2.099 personas se hospedan en recursos públicos y privados y 536 lo hacen en asentamientos, tal como indica la Red de Atención a Personas Sin Hogar de mayo de 2018.
En la actualidad, Arrels cuenta con 64 trabajadores, cerca de 400 voluntarios y más de 4.700 socios y donantes.
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