Platón decía que “cuando queremos un armario acudimos al carpintero, pero cuando queremos un político, elegimos a cualquiera”. Una afirmación que pese al paso de los siglos sigue tan vigente en pleno siglo XXI como en esa época. En estos tiempos tan convulsos, con situaciones como las que estamos viviendo en Catalunya y España, donde los acontecimientos “excepcionales” los hemos transformado en normales, sin que ocurra nada. Es como si las personas hubieran aceptado la resignación y creen que la falta de honradez es consustancial a cierto tipo de políticos que están seguros de que nunca van a desaparecer del escenario; “siempre los ha habido y siempre los habrá”, se dice popularmente para justificar lo injustificable. La pasividad de la sociedad es un hecho más que constatable. ¿Toda es así? Estoy convencida de que una gran mayoría acepta esta situación, bien porque le conviene, por desgana o por cobardía, de todo hay.
Los políticos catalanes huidos para no aceptar las consecuencias de sus actos quieren seguir en la política para tener la excusa perfecta llamada inmunidad que piensa que le va a servir -de momento es así- para no pisar el hotel gratuito durante unos “pocos” años, aunque la sentencia pudiera ser de un buen ramillete de meses, que está comprobado que no se llegan a cumplir. Los dos ejemplos más claros son Puigdemont y Comín, que con sus respectivas actas de eurodiputados están encantados de conocerse, de disponer de un buen sueldo y seguir saliendo en los medios de comunicación, especialmente los públicos.
Pues bien, con las prebendas propias de su nuevo estatus, ahora disponen ya de asesores para “ejercer” su labor parlamentaria, que de momento toda ella -al menos no se conoce otra- está relacionada con el mantra del procés, sus ataques a España y lo injusto de no poder pisar suelo catalán. En ese “triste” escenario, Puigdemont le ha buscado acomodo a uno de los mossos de escuadra en excedencia, David Goicoechea, que le ha estado haciendo de escolta por la tierra de las coles de Bruselas. Eso sí, como aun nadie ha podido vivir del aire, le ha nombrado asesor suyo en la institución europea .¿Tiene C.V. para ejercer el cargo? Eso es lo de menos, es un fiel servidor, no importa si está preparado para ejercer su “trabajo”. El segundo nombre que ha elegido como asesor es Víctor Solé, con formación, pero con escasa experiencia laboral. Mientras Goicoechea seguirá ejerciendo de escolta, Solé hará el trabajo de los dos.
Toni Comín, el “evolucionado” políticamente, también cuenta con dos asesores: Margarita Payola y Aleix Sarri. Los dos eran asesores de finiquitado Ramón Tremosa. Este último ha estado organizando los saraos en Bruselas además de ejercer -después de la marcha de Joan María Pique- de jefe de prensa de Puigdemont. No tiene en cuenta Sarri eso de las incompatibilidades, tan poco importa, eso es para los demás.
Tomás Moro decía que “el buen gobernante no era el que pretendía servirse de la política, sino el que servía a la política”. Todo lo contrario de lo que están haciendo los diputados Puigdemont y Comín, cuya ética ha sido desplazada por el fanatismo.
Siempre se ha dicho que ética y política son los ojos de un mismo rostro; la política no puede ejercerse acertadamente sin la ética. Escribía Cicerón en sus “Verrinas” contra la corrupción del tirano Verres de Sicilia: “Cuando los políticos no se rigen por la ética, son como hienas a la caza del poder”. Una política que prescinda de la ética es una mala política que va minando los cimientos de la misma.
La función del buen político debería volver a recuperar el rigor, la pulcritud que tuvo en otros tiempos no tan lejanos. No sirve ya que los dirigentes se rodeen de estómagos agradecidos que son capaces de reírle las gracias, aunque lo que diga sea una auténtica barbaridad.
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