A la espera de cómo será el rebrote de la pandemia, llegamos a una festividad de Sant Jordi en la que no podremos disfrutar del Día del Libro y de la Rosa. Aunque desde 1931 es la primera vez que la diada se aplazará por una epidemia, la cita en el calendario ha cambiado anteriormente hasta ocho veces por la guerra o por motivos religiosos.
La leyenda del tribuno romano Georgius (agricultor) sometido a martirio fue reinventada en la Edad Media por Iacopo da Varazze en la leyenda de Sant Jordi, la princesa y el dragón.
Antropológicamente, tiene un fuerte paralelismo con lo que está pasando con la pandemia del Covid-19. Existen por lo menos dos circunstancias coincidentes. En primer lugar, la leyenda se populariza en un contexto social, cultural e histórico también marcado por unas condiciones muy extremas debidas a la peste negra que asoló la Cataluña medieval. En este punto, hay que recordar otro detalle coincidente: la tradición afirma que el dragón, el enemigo que combate Sant Jordi, expulsa un aliento pestilente que mata a las personas que lo inhalan. En segundo lugar, hay otros paralelismos importantes en el imaginario popular: el dragón histórico simboliza el mal desatado, la muerte y la epidemia, mientras que la princesa legendaria es el país amenazado, y Sant Jordi es el caballero que salva Cataluña del fuego destructivo y el aliento pestilente de la bestia.
¿Quién es el auténtico Sant Jordi de hoy?
En realidad, hoy en día no existeningún caballero reencarnado sino miles y miles de nuevos San Jordis y Jordinas. Son personas de carne y hueso. Son los miles de trabajadores sanitarios (médicos, enfermeras, técnicos, otros profesionales de la asistencia sanitaria y personal de apoyo hospitalario, así como personal de emergencias) y no sanitarios como bomberos, agentes de la ley y otros trabajadores que proporcionan servicios y productos esenciales. Ellos son los auténticos Sant Jordis y Jordinas. Ellos son los que se han enfrentado al gigantescoreto de proporcionar la mejor atención a los pacientes atacados por el dragón Covidy han garantizado los servicios vitales para todos los ciudadanos. A menudo, lo han tenido que hacer como caballeros sin yelmo ni armadura y con espadas melladas, mal equipados y arriesgando sus vidas para salvar la vida de los demás. Muchos son profesionales que se juegan la vida a diario como parte de su trabajo pero que nunca lo habían tenido que hacerlo en condiciones tan lamentablemente precarias.
Nos honran a todos por su compromiso, dedicación, profesionalidad y valentía. Merecen un homenaje más que simbólico en el día de Sant Jordi.
Un ejemplo entre miles: el doctor Jordi Palau
La existencia del Sant Jordi de la leyenda no es demostrable desde el punto de vista histórico, pero resulta imposible negar la realidad de esta legión de nuevos héroes y heroínas que están protagonizando nuestros días. Es imposible elegir una sola entre las decenas de miles de pequeñas y grandes historias que han protagonizados estos nuevos San Jordis y Jordinas. Por lo tanto, cerraré el foco y me fijaré en mi entorno más cercano.
Sólo donde yo trabajo, en el Hospital de Barcelona, y seleccionándolos arbitrariamente por el nombre de pila (lo podría hacer por cualquier otro criterio, pero es su onomástica), he vivido multitud de actos ejemplares protagonizados por muchos Jordis y Jordinas: los de Jordi Galí y Jordi Bertrán -reputados traumatólogos ahora armados con fonendoscopios- enfrentándose al malditos virus como si estuvieran ante una fractura de fémur, el de Jordi Mercé -prestigioso cardiólogo de reconocida inteligencia clínica- en traje de astronauta y manipulando equipos de oxigenoterapia con una pericia sorprendente, el de Jordi Martí -admirable coordinador de admisiones- rediseñando con prodigiosa sabiduría plantas de hospitalización reconvertidas vertiginosamente en servicios de aislamiento o el de Jordi Morillas -apreciado intensivista tan diligente e innovador como prodigioso líder clínico- haciendo posible una nueva organización dinámica de las UCIs que ha evitado el colapso pronosticado por los expertos. Son sólo algunos ejemplos extraídos de los Jordis de mi entorno. La lista sería interminable. Me perdonarán todos los que con iguales o más méritos no he citado porque no se llaman Jordi ni Jordinas.Como representante de todos los demás Sant Jordis y Jordinas, se llamen así o no, detallaré algunos rasgos de la historia reciente de alguien que creo que es el paradigma de todos ellos: el doctor Jordi Palau.
Jordi Palau es un experto y eficiente traumatólogo todo terreno, pero sobre todo es uno de los mejores expertos europeos en cirugía de la mano. Su reputación internacional es conocida incluso fuera de la especialidad. Yo lo conocí por el excelente trabajo en reimplantación de miembros amputados de pacientes con los que tuve relación. No me impresionó únicamente su técnica microquirúrgica y su experiencia en ecografía intraoperatoria sino, sobre todo, la empatía y el humanismo que transmitía a los pacientes. Al iniciarse la pandemia, el doctor Palau no sólo fue uno de los primeros en coger el fonendoscopio para atender a los pacientes con neumonía Covid enfrentándose al dragón maligno, sino que hizo un maravilloso regalo a los pacientes afectados por los casos más graves. Un regalo por lo que algunos pensamos que merecería el título de intensivista de honor.
El decúbito prono del Dr. Jordi Palau
En UCI ya conocíamos las ventajas de colocar en decúbito prono (boca abajo) a los pacientes más graves intubados por síndrome de distrés respiratorio agudo. La experiencia de los primeros días de epidemia mostró que esta técnica también podría beneficiar a los pacientes no intubados de planta evitando que tuvieran que ser trasladados a UCI. Pero había un problema grave: las camas de planta no están diseñadas para que el paciente esté cómodo en esta posición dado que no permiten que flexionen las piernas. Nuestro Sant Jordi Palau estudió el problema desde todas las perspectivas. Y finalmente encontró la solución: poner la cama al revés y elevar los pies de la cama como si fuera el cabezal. El resultado fue una cama que permitía al paciente una postura muy cómoday mejoraba mucho su tolerancia al decúbito prono.
Nuevos tiempos, nuevos simbolismos
El coronavirus ha supuesto la primera suspensión de la fiesta de San Jordi por una epidemia. Aunque nuestros antepasados vivieron circunstancias como la del siglo XVI cuando la peste bubónica obligó a cerrar todos los teatros de Londres, la Humanidad no experimentaba una pandemia tan catastrófica desde los más tristes tiempos medievales. Además, la epidemia ha impactado en todas las facetas de la actividad humana. También en el escenario de la representación social. En este sentido ha evidenciado la terca resistencia de la Humanidad haciendo surgir una pléyade de héroes y heroínas reales como los nuevos San Jordis y Jordinas que con el tiempo adquirirán también un simbolismo mitológico.
Hasta ahora la leyenda del dragón de San Jordi se enmarcaba dentro del contexto de la aparición del dragón como enfermedad sobrenatural resuelta por un santo caballero como expresión de una voluntad superior mágica y divina. El relato real y actual del dragón Covid se expresa ahora también como la pandemia de un virus extraordinariamente letal y contagioso al que solo venceremos con el esfuerzo solidario de toda la Humanidad.
El Sant Jordi mitológico al que nuestros abuelos invocaban contra la peste, la lepra, la sífilis y las serpientes venenosas, deberá convivir con una legión de nuevos Sant Jordis y Jordinas que como el doctor Jordi Palau ejemplifican los más altos valores de humanismo y solidaridad.
¡Feliz San Jordi 2020 a todos!
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