A los filósofos les gusta meterse en otras disciplinas del saber, como por ejemplo: la psicología. Y lo digo porque una cantinela propia de buena parte de psicólogos hace referencia a la llamada neutralidad de los fenómenos reales. Es decir, lo que captamos no es bueno ni malo, somos nosotros los que otorgamos la bondad o la maldad a aquello que captamos. Pero como es un punto de vista subjetivo y es necesario ser objetivo, entonces los fenómenos reales que captamos son neutros... vaya que ni frío ni calor. Dejemos aquí este discurso básico sobre neutralidad.
La neutralidad es una manera con la que encarar todo tipo de fobias. Y cuanto menos comunes son las fobias a tratar más convincente parece el argumento de la neutralidad. Lo que pasa es que hay un pequeño detalle a considerar: el argumento de la neutralidad es falso.
Poéticamente la neutralidad funciona muy bien. Puede llegar a ser una fuente de inspiración para creadores de haikus y para aspirantes a ser maestros zen. Pero más allá del poso poético no tiene por donde cogerse. Vamos a ver, a esta altura de la película el recurso de crear dos conjuntos diferenciados: se humano y Universo, para fundamentar todo tipo de afirmaciones ya no nos sirve. Ya no nos sirve. No nos podemos quedar eternamente en la fábula oriental del árbol que cae en el bosque y que no sabemos si hace ruido sin la presencia de un observador, ni tan solo en la fábula occidental del gato de Schrödinger.
Son estas fábulas una manera de polarizar el mundo en observadores y sucesos, o sea: ser humano y Universo. Ya Cortázar decía en su libro “Los Premios" que dos y dos son cuatro, más el que cuenta. Una manera artística de remarcar lo que subrayó la física cuántica: la importancia del observador en las captaciones del mundo... que dicho así parece una perogrullada del tamaño de un rascacielos. Y si lo dices de otra manera la perogrullada sigue siendo monumental: el observador puede alterar la realidad de aquello que capta.
Desde el punto de vista del individuo no hay ningún fenómeno real neutro, todos son valorables y cualificables. Si el Universo fuera un conjunto de piedras grandes y pequeñas, sin rastro de vida y sin rastro de conciencia inteligente, quizás entonces todo seria neutro. Y Sartre añadiría que no sólo seria neutro , sino que entonces observaríamos que todo ello no tendría sentido.
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