Todo el mundo vive en sus propias burbujas. Como puede ser: la Casa. La casa es un ejemplo claro de entorno altamente controlado por los individuos. Un entorno que ha ido evolucionando. En un principio las cavernas, consideradas casas iniciales, en las que habitaban los individuos, aseguraban protección frente a los depredadores exteriores y ofrecían un espacio aislado frente a las inclemencias del tiempo y dónde poder dormir con cierta tranquilidad. Más allá de las cavernas, las casas de hoy en día permiten realizar todo tipo de actividades en su interior (cocinar, reunirse con amigos, hacer deporte, relajarse, trabajar, comunicarse con gente de alrededor del mundo...) y también permiten, si uno se lo propone, no salir de ellas prácticamente nunca (un propósito altamente radical).
Las casas, como ya he apuntado antes, ofrecen la posibilidad de disfrutar de entornos a la medida de nuestras necesidades. Entornos, dónde si lo deseamos, podemos graduar el nivel de estimulación sensorial a extremos bajísimos, siendo capaces, incluso, de eliminar toda estimulación. El hecho de eliminar toda estimulación genera en muchas personas cierto temor. Pero la posibilidad de disminuir toda estimulación hasta dejarla a cero se basa en el principio de libertad contenido, por ejemplo, en los controladores de volumen incorporados en los móviles. Se trataría de controlar los estímulos sin renunciar a vivir. Se trataría de como lo queremos captar para, de esta manera, aumentar el abanico de nuestra libertad. En este principio se basa, también, la lucha contra la contaminación acústica en los espacios exteriores. Se basa en la vida que quieres escoger y no en el odio a la vida ni en las manías que nos pueden alterar. Se basa en la seguridad y no en el miedo.
Y la burbuja que es la casa no se reduce a nuestra propia casa. Como decía Jaume Sisa: “que mi casa es vuestra casa, si es que hay casas de alguien". La burbuja nos la proporcionan las otras casas que visitamos, dónde podemos estar un rato más o menos largo. Por ejemplo, casas de amigos y conocidos y, al mismo tiempo, restaurantes, cafeterías, comercios, espacios interiores lúdicos...
Los seres humanos vivimos dentro de nuestras burbujas, pero curiosamente, por más sofisticadas que sean, nos podemos librar de ellas siempre que queramos. Y librarnos a la Naturaleza, con pocas atracciones, tal como hicieron nuestros antepasados, los cuales tenían menos alternativas para refugiarse dentro del confort de nuestras fuertes burbujas.
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