El señor Josep, el primer paciente que intubé, ha sido la última alta correspondiente a la gran onda epidémica. Han sido 75 días de UCI. No sé si es el enfermo con COVID-19 que más días ha estado en una UCI en nuestro país, pero seguro que es uno de los que más. Su historia es la de una persona con un gran espíritu de superación, un sentido del humor inteligente y estimulante y la de una familia admirable que ha trabajado en equipo, desde el primer día, con el grupo de profesionales que le han atendido.
Es una ocasión para felicitar a todos los señores Joseps y las señoras Josepes, a todas las familias como la de ellos y a todos los profesionales como el equipo de excelencia del Hospital de Barcelona. Juntos han llorado y sonreído, se han preocupado y alegrado durante semanas que han vivido como una montaña rusa llena de miedos y esperanzas. Una historia con un final feliz que, desgraciadamente, no siempre es lo que sucede en la realidad del día a día.
Estas personas me hacen creer en el ser humano como especie. Son un ejemplo admirable. Vivencias como estas nos rodean en un momento en que el 53% de los trabajadores sanitarios tienen signos de estrés postraumático que presentan también gran parte de los ciudadanos.
Pero hay motivos para el optimismo: nuestros ciudadanos, como el señor Josep, su familia y muchos trabajadores esenciales y ciudadanos confinados han mostrado elevados niveles de resiliencia que nos han ayudado a superar esta catástrofe colectiva.
¿Que es la resiliencia?
En psicología, la resiliencia es la aptitud para reaccionar positivamente ante las dificultades, recuperarse tras una vivencia traumática e incluso salir fortalecido. La resiliencia no es una cualidad innata del ser humano, sino que puede crecer en él como un conjunto de conductas, acciones y pensamientos positivos. Ser resiliente no significa que no se sufra por los conflictos y no se experimenten inquietudes, sino que se aprende a superarlos.
La resiliencia tiene mucho que ver con la autoestima y la satisfacción con la propia conducta. Como ejemplo, en una reciente encuesta a profesionales sanitarios, el 81,3% de estos profesionales se sentían muy realizados con su profesión y el 23,5% mostraban niveles altos de resiliencia durante la pandemia. No se trataba simplemente de hacer frente a la situación, sino de convertir un tiempo tan difícil en una experiencia de crecimiento personal y profesional.
La resiliencia de Sandra Mechó
Estamos rodeados de personas que nos han animado con su ejemplo durante estos meses tan duros de confinamiento y malas noticias. Seguro que cada lector puede citar ejemplos cercanos.
Personalmente, uno de los que más me ha ayudado es el de la Dra. Sandra Mechó, una afamada radióloga del Hospital de Barcelona que durante lo más crudo de la epidemia dejó las pantallas de radiodiagnóstico, cogió el fonendoscopio y vestida con un EPI ayudó a atender algunos de los casi 600 pacientes con neumonía COVID- 19 ingresados en nuestro centro. En varias ocasiones sus palabras de ánimo y su sonrisa detrás de la mascarilla y la pantalla me ayudaron a soportar turnos de 12 horas de trabajo y momentos de agotamiento psicofísico. Cuando tenía una duda diagnóstica, ella siempre estaba lista para hacer una ecografía pulmonar, revisar una placa de tórax o analizar una TAC dudosa. Siempre transmitiendo un mensaje de fuerza, coraje y alegría a las personas de su entorno. Siempre con una serenidad y una inteligencia emocional que transmite amabilidad, firmeza y confianza incluso sin tener que hablar.
Tener cerca a personas imaginativas y creativas y con tan alta calidad humana y profesional es un gran privilegio. He vivido muchos otros ejemplos de resiliencia, pero ha sido el afecto y empatía de personas como ella la principal fuente para recuperar la confianza y la seguridad.
El futuro depende de todos nosotros
Soy razonablemente optimista sobre los aspectos sanitarios que nos depara el futuro y deseo que la recuperación económica también cuente con personas resilientes que nos ayuden a que la nueva realidad sea la mejor posible.
Pero no puedo dejar de pensar en que, al menos desde la perspectiva sanitaria, ejemplos como el de todos los señores Joseps, las señoras Josepes y sus familias y el de todos los profesionales como la Dra. Mechó, deberían motivarnos para tomar en serio las indicaciones de las autoridades sobre el desconfinamiento, la distancia social, las mascarillas y el lavado de manos. Al menos hasta que dispongamos de la vacuna por el SARS-Cov-2.
Se lo debemos y nos lo debemos.
Desearía que esta fuera mi última crónica sobre el coronavirus y que dentro de unas semanas dejaremos de hablar del virus, pero sin dejar de pensar en él y en que sigue escondido entre nosotros.
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