La Agricultura es un sector de la economía en el que se precisan enormes dosis de inteligencia y transparencia. Es necesaria una Revolución verde. Se decía popularmente que, en la vida, necesitamos acudir a un médico, a un abogado o a cualquier otro profesional técnico solo en unas pocas ocasiones, y en cambio tres veces al día nos comemos lo que nuestros agricultores producen. Ahora, con las medidas de confinamiento, se ha puesto en valor y hemos de reconocer que este sector es un elemento fundamental para la Economía y para el desarrollo humano.
Pero, ¿quién quiere trabajar hoy como agricultor? Cicerón decía que la agricultura era la profesión propia del sabio y la más adecuada y digna para todo hombre libre. Por ello deberíamos reflexionar sobre qué está pasando cuando nadie quiere trabajar en este sector y tenemos que recurrir a cubrirlo con la migración. En lugar de subvencionar lo obsoleto deberíamos aprovechar las ayudas de reconstrucción económica que se están proyectando para transformar la Agricultura en Inteligente, en lo que se conoce como la Smart Farming, que representa el desarrollo y la innovación tecnológica en el conjunto del sector alimentario. Los cambios deben de ir en esa dirección para dejar de basar la Agricultura en explotar a las personas que huyen de la pobreza o la represión de sus países de origen. El migrante es una persona que tiene sus derechos y hay que reconocerlo allí donde esté: trabajamos por un objetivo global de desarrollo Sostenible, y debemos empezar desde abajo.
Hemos superado los cambios en los cultivos y la fitogenética, y ahora el sector tiene que asumir la revolución que las tecnologías de la información pueden facilitar. Y hay que sumarse a la tecnología la transparencia, que es básica para ese nuevo entendimiento de la Humanidad. Necesitamos la llegada de Internet a todos los rincones para producir y distribuir, y para la gestión de esos procesos hacen falta sensores, actuadores, sistemas de geoposicionamiento, datos abiertos, drones y robots entre otros muchos nuevos sistemas y herramientas que transformarán a la Agricultura en el sector más inteligente de nuestro sistema productivo.
En palabras de Frans Timmermans, vicepresidente ejecutivo de la Comisión Europea, “la crisis del coronavirus ha demostrado cuán vulnerables somos todos y cuán importante es restablecer el equilibrio entre la actividad humana y la naturaleza. En el corazón del Acuerdo Verde, las estrategias Biodiversidad y Granja a Tenedor apuntan a un nuevo y mejor equilibrio de la naturaleza, los sistemas alimentarios y la biodiversidad, para proteger la salud y el bienestar de nuestros pueblos y, al mismo tiempo, aumentar la competitividad y la resistencia de la UE. Estas estrategias son una parte crucial de la gran transición en la que nos estamos embarcando”.
Una Agricultura inteligente y transparente no tendrá que pedir agua -bien público según nuestra legislación- porque se facilitará al que más la necesite y mejor rendimiento logre de este bien escaso. Nadie aprovechará inadecuadamente los caudales ni traficará ilegalmente con ellos, y nadie sacará un provecho de lo público para organizar guerras artificiales entre regiones, porque lo que es del común se utilizará desde el criterio del mejor aprovechamiento sostenible. Para ello hay que controlar todo el proceso, sus retornos económicos, sus planes en el desarrollo, los contratos y formas de trabajo y, cómo no, las condiciones de vida y vivienda de sus trabajadores. No se puede consentir que a vez que pedimos ayudas -agua incluida- se mantenga a los que trabajan en condiciones infrahumanas, como ha denunciado recientemente el relator de la ONU. Y no podemos olvidar a la Agricultura tradicional, que no suele tener garantizados los insumos básicos como el agua de socorro, ni medidas que garanticen su supervivencia para evitar el abandono y el caos ambiental que se está produciendo.
La Agricultura inteligente y transparente tiene un potencial enorme para la sostenibilidad y la productividad agrícola si se enfoca con una visión global que logre un uso eficiente de todos los recursos. Y el que se hiciera transparente tendría un efecto muy positivo en los demás sectores y contribuiría a que se erradicara la economía sumergida que tanto daño nos está haciendo.
Pero el nivel de implantación en Europa de la alta tecnología para la Agricultura es aún muy bajo, no llegando en el mejor de los casos ni a un 24% de lo que podría ser. Por eso la Unión Europea tiene que empezar a exigir el cambio: dejar el cortoplacismo y trabajar con la mira en ese futuro de una nueva Economía. Esa es la verdadera Revolución Agraria: un cambio que aporte al sector agrícola un alto valor añadido con herramientas de gestión inteligentes y transparentes.
Los sistemas agrícolas precisan de nuevas metodologías de procesamiento, almacenamiento, distribución y financiación para conseguir la mejora los rendimientos. Sin olvidar reducir el impacto ambiental apoyándose en el geoposicionamiento para relacionar producción con terrenos, fertilizantes, agua, humedades y tantos elementos que hay que controlar para un Medio natural cuyo equilibrio ha de mantenerse. Y no pensemos que esta nueva forma de Agricultura es para las grandes explotaciones: en estos proyectos deben entrar las de gran tamaño y las explotaciones familiares, las de cultivo ecológico y hasta los minihuertos. Porque existen sistemas y medios para unirse y trabajar en común. Debemos ser promotores de esa nueva agricultura porque no olvidemos que es un sector importante y necesario para la supervivencia social, y si lo conseguimos será también un cambio cultural.
Debemos trabajar por la creación de un entorno alimentario saludable que haga que la elección sostenible sea la opción fácil, porque en la Unión Europea fallecieron en 2017 más de 950.000 ciudadanos y ciudadanas de todas las edades por dietas poco sanas. Una dieta saludable y basada en plantas reduce el riesgo de enfermedades mortales y en la misma proporción el impacto ambiental de nuestro sistema alimentario.
Para contribuir a los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030, la FAO recomienda que nos comprometamos con las condiciones del clima cambiante, y que los sistemas de producción agrícola asuman a la vez tres desafíos interrelacionados: aumentar la productividad y los ingresos agrícolas de manera sostenible; incrementar la resiliencia ante los efectos del cambio climático, y contribuir a atenuarlo cuando sea posible. La Agricultura climáticamente inteligente ha sido concebida como marco para abordar estos tres desafíos. Pero estos tres desafíos no serán efectivos si no se encajan en un sistema global de transparencia, porque las tecnologías de la información nos sitúan en una sociedad abierta. Así toda la ciudadanía podrá comprometerse con un sector que es fundamental para la vida. Porque lo necesitamos para nuestra alimentación tres veces al día.
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