Señores feudales tecnológicos ante el Capitolio

Luís Moreno

Sí, pero no piensen que subieron juntos la famosa escalinata del edificio emblemático del poder legislativo USA, al lado de la sede de la Corte Suprema. Ni que se hicieron una foto juntos. Se trató, como corresponde cada vez más a los tiempos que corren, de una sesión telemática. Los jefes de Amazon (Jeff Bezos), Apple (Tim Cook), Google (Sundar Pichai) y Facebook (Mark Zuckerberg) respondieron para ‘rendir cuentas’ de sus prácticas comerciales ante los padres de la patria estadounidense. Las cuestiones fueron de ‘bajo perfil’ referidas a sus alegadas prácticas anticompetitivas y de posición dominante en los mercados, y de críticas por sus posiciones políticas anti-conservadoras (anti-Trump, convendría precisar, por parte de algunos medios influyentes propiedad de algún de los señores feudales). El propio New York Times las calificó como ‘preguntas marchitas’ (withering questions), queriendo significar lo rancio y desfasado de la mismas en un mundo que ya cambió de época.


Mark zuckerberg



En realidad fue más bien una sesión para rendir pleitesía parlamentaria por parte de los nuevos señores feudales tecnológicos (SeFTec), sabiendo que su poder e influencia son ya intocables. Respeto a los dineros, las cifras pueden parecer mareantes pero conviene dar algún dato de contraste para que el lector alcance a entender su valor en la vida socioeconómica de los tiempos que corren. Resulta que cuando las economías de los países más industrializados se hunden, las compañías de los SeFTec se anotaron en un solo día (28 de Julio, día de la audiencia parlamentaria) unas plusvalías latentes de más de 16.000 millones de euros. Equivale dicha cantidad a más de seis veces el coste anual del recientemente implementado en España programa mínimo vital. Recuérdese que se espera que dicho ingreso básico llegue a unos 850.000 hogares en situaciones de vulnerabilidad y pobreza (la cuantía oscila entre €460 euros por adulto y €1015 euros para una familia de cinco miembros).


Si prefieren una comparación alternativa, considérese que dichas plusvalías generadas en un solo día alcanzaron una cifra equivalente al pago de la octava parte del total de las pensiones en España, cuyo importe supone el desembolso mayor de nuestro Estado del Bienestar (alrededor del 12% del PIB, como era antes del hundimiento de nuestra producción a consecuencia de la pandemia). La crisis provocada por el Coronavirus delimita nítidamente las fronteras de los que ganan y pierden. Inequívocamente, los SeFTec ganan, y mucho, y los Estados nacionales pierden, también mucho.


Lo cierto y verdad es que tras el despegue de la denominada cuarta revolución industrial (Industria 4.0), la renovada estructuración socioeconómica ha     potenciado   la autonomía de  las corporaciones y ha reforzado el poder de la tecnoestructura. Se ha consolidado, así, una situación oligopolista en la que los poderes públicos  son aceptados en su rol subsidiario que permite la actividad de los nuevos señores feudales corporativos sin mayores trabas ni sobresaltos (coadyuvando, por ejemplo, mediante el obsesivo control neoliberal de la inflación y aceptándose la filosofía del crecimiento económico ilimitado). En realidad, la gobernanza privada de la economía persigue imponer modos de vida y expectativas fiscales a los ciudadanos según sus propios parámetros culturales y organizativos.


El poder corporativo de los SeFTec se manifiesta también en su capacidad de aprovecharse del sector público en interés propio. Los nuevos señores feudales integrantes de las elites económicas disponen crecientemente de recursos y canales de influencia para maximizar sus cuentas de resultados mediante recompensas propiciadas por el dinero de los propios contribuyentes a través de ayudas fiscales. Ya en 1995, en EEUU se calculaba en 8.500 millardos (miles de millones) de dólares anuales el dinero público que las corporaciones y los plutócratas recibían del gobierno estadounidense mediante toda suerte de subsidios (subsidies), (handouts), deducciones y escapatorias fiscales (tax breaks, loopholes), o  sencillamente engaños (ripoffs) y fraudes (scams). El creciente destino de los ingresos elevados (tanto del capital, y en menor incidencia cuantitativa del trabajo) va a manos de las mismas gentes, que se aprovechan de sus capacidades de influencia y practican impudorosamente la homogamia societaria.


Con sus actividades de presión legislativa, mediante la acción de potentes lobbies, los SeTEc consiguen la aprobación de leyes que incluso eliminan la competencia entre corporaciones y se agudiza el proceso de oligopolización que ya ha alcanzado proporciones globales. La capacidad de persuasión ideológica de las elites tiende a allanar el cumplimiento de sus objetivos. Así sucedió con la desregulación financiera durante los años de Alan Greenspan al frente de la Reserva Federal estadounidense (1987-2006), la cual facilitó un tipo de crecimiento donde el ávido enriquecimiento prevalecía sobre cualquier otra consideración, fuese la creación de empleo ‘decente’ o la reducción de las desigualdades sociales.


Con la creciente robotización de nuestras democracias, la gestión de los grandes paquetes de big data la acumulan hoy  los grandes monopolios y los SeFTec. Mediante el uso de una información tal, los nuevos señores feudales corporativos no solo pueden hacer análisis de mercadotecnia y estrategias mercantiles. Sus sofisticados estudios de investigación social superan la capacidad en muchos casos de lo que pueden llevar a cabo los organismos públicos. Por eso las grandes corporaciones devienen cada vez más poderosas e intocables. Ante tal estado de cosas, poco pueden hacer los Estados nacionales, tal y como los hemos conocido hasta ahora. El fenómeno de los populismos  debe verse como una consecuencia desesperada para frenar las manecillas del reloj y rescatar al Estado-nación westfaliano del desván de la historia. Vana tarea en un mundo globalizado donde lo transversal condiciona irremisiblemente las opciones individuales de los países. Ciertamente los nuevos SeFTec no se han inclinado ante el poder representado por el Capitolio en su reciente chat telemático.


Entre tanto, cabría preguntarse por Europa y los SeFTec. De manera no poco ingenua, se habla de la soberanía tecnológica continental frente a los intereses y acciones corporativos de las grandes empresas tecnológicas de matriz estadounidenses. Estas ya han consolidado su poder e influencia en el país norteamericano y lo hacen crecientemente en países subordinados como el Reino Unido. No tardarán en incrementar su presencia oligopolista en Europa. Frente a ello la opción es la de actuar cada vez más unidos en defensa del Modelo Social Europeo, o confrontar un escenario en el que la UE quede engullida por las nuevas relaciones feudales corporativas globales.

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