El pensamiento necesita su tiempo de observación, donde hay poca actividad reflexiva. Pasa un poco como con el ejercicio físico; hay que hacer un reposo adecuado para coger fuerzas. Ahora bien, podemos dedicarnos a observar o podemos tener el pensamiento dormido casi continuamente. Y unos de los dormideros más eficientes son los mantras mentales, es decir: la repetición interna constante de palabras, frases o discursos.
Mantras mentales que son empleados por sectas para verter a sus adeptos a ver el mundo, por ejemplo, como un camino de rosas o como una estructura planificada por entidades alienígenas. Mantras mentales que algunos autores de autoayuda utilizan para grabar conceptos y concepciones en la conciencia de sus seguidores. Mantras mentales como herramientas para hacer rápidos lavados de cerebro que anulan el espíritu crítico y te dan cientos de respuestas incorrectas para cualquier misterio del Universo.
Pero pobres mantras mentales, tampoco es necesario que los culpabilicemos de todas las desgracias que nos rodean. Todos tenemos ideas, reflexiones, palabras que nos motivan a superar dificultades y que repetimos a menudo. La experiencia nos ha configurado un conjunto de valores que son los que nos empujan a querer mejorar, intentar seguir adelante cada día, a acumular ganas de vivir. Son los mantras mentales cotidianos, que cabe decir que a veces los repetimos porque no estamos muy convencidos de, por ejemplo, ciertas decisiones personales. La repetición es un recurso para afianzar ideas que queremos que formen parte del conjunto de explicaciones que otorgamos a nuestras acciones.
Aunque hay mantras mentales "buenos" o, al menos, necesarios, cuidado con lo que pensamos y con lo que nos quieren hacer pensar que no nos daremos cuenta y vamos a caer en un sueño profundo y, con unos poco de mala suerte... no despertaremos nunca.
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