Sindemia por coronavirus: el falso dilema de la bolsa o la vida

Genís Carrasco

En la edición de septiembre de la revista The Lancet, su editor jefe ─Richard Horton─ señalaba que, a pesar de que el mundo supera ampliamente el millón de muertes por COVID-19, seguimos adoptando un enfoque demasiado miope de la situación epidémica. Seguimos considerando esta crisis exclusivamente como una enfermedad infecciosa. Y es mucho más que eso. Pero todas las intervenciones en Salud Pública se han empeñado únicamente en intentar cortar las líneas de transmisión viral para controlar la enfermedad. Es comprensible porque la ciencia que ha asesorado a los gobiernos ha sido impulsada principalmente por epidemiólogos y especialistas en enfermedades infecciosas, que han enmarcado monolíticamente la actual emergencia sanitaria en términos de "peste centenaria". Y lo es, pero también es mucho más.


Un profesional sanitario baja de una ambulancia en camilla a un paciente con Covid-19



Porque lo que hemos aprendido hasta ahora certifica que el problema de la COVID-19 no es, ni mucho menos, tan sencillo. El SARS-CoV-2 interactúa con una serie de enfermedades no transmisibles como la diabetes, la hipertensión, el cáncer o la malnutrición que son condiciones presentes de forma muy diversa entre los diferentes estratos de nuestras sociedades. Nuestras sociedades son profundamente desiguales. Resulta obvio que estas enfermedades no transmisibles como la diabetes, la hipertensión, el cáncer o la malnutrición, en un contexto de disparidad social y económica, agravan los efectos del coronavirus en los grupos sociales más vulnerables. Por ello, primero se habló de epidemia, después de pandemia y ahora deberíamos hablar de sindemia.


¿QUÉ ES UNA SINDEMIA?


Una sindemia es la suma de dos o más enfermedades que comparten factores sociales, que interactúan en el mismo entorno y aumentan el daño que causarían por separado.


El concepto de sindèmia fue acuñado por Merrill Singer, un antropólogo estadounidense que postulaba que las interacciones biológicas y sociales son lo suficientemente importantes para influir significativamente en el pronóstico y el tratamiento de las enfermedades y deben condicionar las decisiones en las políticas de salud. Disminuir el daño causado por el SARS-CoV-2 exige mucha más atención en las desigualdades socioeconómicas de lo admitido hasta ahora.


INQUIETUDES EN SALUD, LA OTRA PANDEMIA


Las inequidades en salud, es decir, aquellas desigualdades que se consideran injustas y son además evitables, no sólo se deben a fallos en los sistemas de salud sino también a desigualdades sociales que influyen en la salud, por ejemplo, en materia de ingresos, educación, vivienda, dieta, empleo y condiciones de trabajo, entre otros. Numerosos estudios revelan que la mala salud y la muerte se distribuyen de manera desigual no sólo entre países más y menos desarrollados, sino también entre los diferentes estratos de la población dentro de cada país, incluidos los países más ricos.


En nuestro país, las desigualdades que se acentuaron durante la recesión de 2008 no sólo no han desaparecido, sino que han condenado a miles de personas. Cada vez hay más pobres. En el polo opuesto, los ricos son cada vez más ricos hasta el punto de que un 1% de millonarios poseen el 24% de la riqueza, mientras que el 50% más pobre se repartirá sólo el 7% del dinero.


Para los profesionales de la salud, la acción conjunta con otros sectores como el trabajo social o la atención a la pobreza para reducir la exclusión social es un aspecto clave de nuestro trabajo. Además de esto, hay acciones que podemos emprender en nuestra esfera cotidiana de trabajo, por ejemplo, detectando y reduciendo o eliminando determinadas inequidades en el acceso y el uso de los servicios de salud.


EL FALSO DILEMA DE LA BOLSA O LA VIDA


Cualquier lector interesado se dará cuenta que nuestros políticos ante el aparente dilema de la bolsa o la vida, eligieron la vida durante la primera ola pandémica de este año. Por ello, decretaron el confinamiento total que es un tratamiento muy efectivo, pero con una grave repercusión económica para un país de servicios como el nuestro. Y también serán conscientes de que ahora, ante el segundo rebrote, han elegido la bolsa intentado un equilibrio imposible entre salud y economía a base de toques de queda, restricciones parciales y otras medidas intermedias. Pero no han resuelto la raíz del problema. Todavía quedan ERTE para pagar, no se ha compensado adecuadamente los sectores más amenazados como la restauración o el ocio nocturno ni se ha dignificado a los profesionales sanitarios fatigados y desengañados por un trato mezquino e injusto.


La bolsa o la vida es un falso dilema. Muchos políticos nos bombardean constantemente con que la sanidad es insostenible porque no hay dinero para mantenerla. Pero no reconocen que se gastaron 200.000 millones de euros (el 20% del PIB) para rescatar la banca -privada- que pagamos todos y que equivale a tres veces el gasto sanitario anual y que se tolera un fraude fiscal anual de 80.000 millones de euros. Simplemente con estos dos conceptos habría dinero suficiente para mantener los gastos de todos los servicios públicos (sanidad, educación, pensiones, dependencia ...).


Porque hay suficiente dinero para la sanidad y para la protección social. Sólo hace falta voluntad política para administrar de forma inteligente y equitativa. Además, ahora disponemos de una oportunidad de oro para pagar el sobrecoste de la COVID-19: el fondo MEDE.


LOS 25.000 MILLONES DEL MEDE PARA FINANCIAR LA SANIDAD QUE EL GOBIERNO DE SÁNCHEZ RECHAZA


La Unión Europea ofrece un préstamo blando a diez años a tipo de interés casi cero. Aunque esta línea de crédito extraordinaria está abierta a todos los países, en realidad se ha diseñado pensando en Italia y España, los países más castigados por la pandemia. Para nuestro país, la oferta de la Unión Europea es un préstamo a 10 años de 24.900 millones. Una oferta a la que el Gobierno de Pedro Sánchez se podría acoger desde ahora y que estará vigente hasta el 31 de diciembre de 2022. Pero, de momento, lo rechaza, aunque es imprescindible para la reconstrucción sanitaria y social del país. Pedirlo no es un estigma que evidenciaría debilidad financiera. No ahora que España sigue teniendo acceso al mercado financiero de dinero a bajo coste.


Esto es aún más sorprendente teniendo en cuenta que Bruselas hace una interpretación amplia de lo que significa el gasto sanitario directo e indirecto. El préstamo puede cubrir ahora la construcción de los hospitales de campaña, pero también el refuerzo de los hospitales existentes, los salarios de médicos y enfermeros, así como los costes sociales del confinamiento. Por lo tanto, se pueden emplear para abordar las inequidades sociales agravadas por la sindemia.


La sindèmia agrava la distancia entre ricos y pobres e incrementa el número de ciudadanos vulnerables como las personas con una discapacidad física, mental o de aprendizaje, o una mala salud mental, las personas mayores y muy frágiles o con discapacidad y que viven solas, los ciudadanos sin hogar, la población inmigrante en situación irregular o la población de minorías étnicas. El dinero de la UE serviría también para ayudar a estas personas por justicia social y porque es imprescindible para vencer la sindèmia.


LA BOLSA PARA SALVAR VIDAS


La pobreza y la precariedad laboral favorecen las condiciones de propagación de la COVID-19 (como también la de otras enfermedades infecciosas) ya que se asocian a un peor estado previo de salud, mayor hacinamiento, menor nivel cultural, más brecha digital, menor acceso a información fiable, menos capacidad para limitar los movimientos y mayor probabilidad de ejercer trabajos de riesgo.


No importa cómo de efectivo sea un tratamiento o una vacuna protectora, una solución puramente biomédica para la COVID-19 fracasará.


Salvo que el Gobierno diseñe políticas y programas para revertir las profundas disparidades socio-sanitarias, nuestras sociedades nunca estarán verdaderamente seguras frente a la COVID -19.


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