Volver a la carretera

Lluís Rabell


Nadie podrá decir que el PSC no echa el resto de cara a los comicios del 14-F. El paso atrás de Miquel Iceta, cediendo la candidatura a la presidencia de la Generalitat a Salvador Illa, constituye una inequívoca declaración de intenciones: no se trata de buscar una honorable segunda posición, sino de pelear con todo lo que se tiene para ganar las elecciones. La candidatura socialista tiene cierto aire de “rassemblement”, que dirían en Francia: una propuesta amplia, de centroizquierda, que pretende acoger junto al electorado popular y de clases medias más tradicional del PSC, al catalanismo moderado y a sectores desencantados con la aventura secesionista, al tiempo que intenta recuperar toda una franja de votantes, seducidos por el discurso beligerante de Ciudadanos en el momento más álgido del “procés”. En definitiva, no sólo la propuesta programática de un cambio de rumbo para Catalunya tras una década ruinosa, sino de un liderazgo capaz de suscitar las adhesiones necesarias para pilotar esa nueva singladura. Nueva alineación. Hay partido.


Ese dato, central desde el punto de vista de la política catalana y sus implicaciones en el propio gobierno de España, podría relegar a un segundo plano otra novedad en las listas socialistas, conocida hace apenas un par de días, cuya importancia conviene retener. Me refiero a la incorporación, en cuarta posición por Barcelona, de la escritora Gemma Lienas, que fue vicepresidenta de la candidatura de la confluencia de izquierdas “Catalunya Sí que es Pot” durante la XI legislatura del Parlament. Ni que decir tiene que se trata de un gran acierto por parte del PSC. Algo bueno está garantizado tras el 14-F: el retorno de una personalidad cuya valía intelectual y cuyo compromiso ético redundarán sin duda alguna en la mejora de una vida parlamentaria e institucional que no han hecho más que degradarse bajo los embates del populismo. Hace casi tres años, en febrero de 2018, rememorando los avatares de aquella aciaga legislatura, escribía acerca del papel desempeñado por nuestra compañera: “Debemos a Gemma Lienas memorables intervenciones – intervenciones que, desgraciadamente, no han tenido el eco y la proyección mediática que merecían, en medio del vacuo estrépito de la política catalana de nuestro tiempo. Valdría la pena recuperar sus interpelaciones acerca de los abusos sexuales cometidos contra menores o la situación de los niños acogidos en los centros de protección de la infancia, dependientes de la Generalitat. (…) Esas intervenciones constituyen piezas ejemplares de lo que debería ser un auténtico parlamentarismo de izquierdas. El talento de la escritora acudía al llamado de la activista política. La sensibilidad se combinaba con el rigor. Las cifras, los datos, abandonaban su condición de frías estadísticas para convertirse en historias humanas. De pronto, aquellos que no tenían voz tomaban la palabra en el hemiciclo. La narradora, cuyo oficio es trenzar palabras, las hilvanaba apasionadamente en defensa de una causa. Y lo hacía con tal empatía hacia las víctimas de injusticias y violencias, con tal fuerza de convicción, que era capaz de concitar el apoyo unánime de los partidos más enfrentados”.


La escritora Gemma Lienas, que presenta el ensayo 'Drets fràgils'



Echando la vista atrás, no cambiaría ni una coma de aquella apreciación. Ese es el talento que ha sabido captar el PSC. Chapeau a los más listos de la clase. Y unas orejas de burro para quienes ni se han molestado en retenerlo.


Pero la figura de Gemma Lienas sólo se entiende a través de su vital compromiso feminista. Su extensa obra da fe de ello, desde los libros de Carlota hasta su reciente “Derechos frágiles”, pasando por sus novelas y cuentos. La pluma de Lienas escribe siempre con tinta violeta. No es de extrañar que el anuncio de su candidatura haya suscitado la alegría de muchas mujeres feministas… al tiempo que hacía rechinar los dientes entre algunos adalides de la posmodernidad. Y es que Gemma Lienas forma parte de la tradición del feminismo radical, heredero de la lucha secular de las mujeres por la igualdad y cimentado sobre un pensamiento crítico y materialista. Es el feminismo que levanta su voz contra todos los crímenes y todas las formas de opresión, discriminación y violencia que sufren las mujeres a manos de los hombres. Es el feminismo que se declara firme partidario de la abolición de la prostitución, verdadera esclavitud del siglo XXI a la que se ven abocadas millones de mujeres y niñas pobres en todo el mundo. Es la voz que denuncia la pornografía como una apología y erotización de la dominación masculina y la degradación de las mujeres. Es la denuncia de los “vientres de alquiler”, de la explotación y la mercantilización despiadadas de los cuerpos femeninos. Y es el feminismo que declara sin ambigüedad que las mujeres son oprimidas en tanto que hembras biológicas de la especie humana por los varones que aspiran a ejercer un control absoluto sobre ellas, y que lo hacen a través de construcciones culturales, de un género que atribuye a cada sexo unas características y unas pautas de comportamiento destinadas a perpetuar esa jerarquía social.


Ese feminismo nada a contracorriente de la ideología desclasada que, durante el período de incontestable hegemonía del pensamiento neoliberal, ha impregnado a buena parte de la izquierda. Es un feminismo que choca frontalmente con ese relativismo cultural que pierde de vista los valores universales de la emancipación – y que llega a confundir ciertas imposiciones patriarcales, como el velo, con “identidades” definitorias de colectivos de mujeres. Es, desde luego, un feminismo que se rebela contra el blanqueo de la prostitución, presentada como un “trabajo sexual”. Y es un pensamiento opuesto al transactivismo tan en boga en estos momentos. Gemma Lienas intervino hace unas semanas en la comisión parlamentaria encargada de redactar la ponencia sobre la modificación de la Ley catalana sobre la erradicación de las violencias machistas. Allí reclamó – sin éxito – que se ampliase el foco sobre todas esas manifestaciones de la brutalidad patriarcal. Y allí advirtió del riesgo que supone para los derechos adquiridos por las mujeres, pero también para la salud y el desarrollo integral de niños, niñas y adolescentes – e incluso para el apoyo que requieren las personas transexuales -, legislar sobre la base de conceptos carentes de cualquier fundamento científico, como “el sexo sentido” o la “autodeterminación de género”. A tenor de algunos insultos vertidos en redes sociales contra ella, parece que alguna gente no se lo ha perdonado. La atribución de sentimientos de odio a quienes disienten de las teorías queer se ha convertido ya en un clásico. Sin embargo, la única fobia detectable en esta apasionada de la ciencia y el conocimiento es su visceral animadversión hacia todas las formas de superstición y oscurantismo. En eso sí es intratable.


Todo el mundo debería tomar nota de ello. Porque la pelea feminista va a intensificarse y a ganar centralidad en los próximos tiempos. Y será un combate especialmente duro en las filas de la izquierda. De toda la izquierda, también en el seno de la socialdemocracia. Quien embarque a Gemma Lienas en un proyecto político debe saber que sube a bordo una mujer libre, de firmes convicciones y de una sola pieza. Cualidades y principios forman en ella un pack indivisible. Cariñosamente, algunos amigos nos referíamos a ella como “la Lienas”. Y no porque la tomásemos por una diva, sino como reconocimiento de una valía que ella misma ignora. Ahora, movida por sus ideales, abandona el refugio de la creación literaria para reencontrarse con la aspereza del combate político. Eso que ganamos todas y todos. “La Lienas”, de vuelta a la carretera.


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