El lío de las vacunas

Manuel Fernando González Iglesias

Este es un país en el que nos creemos puros y decentes pero luego, nos comportamos como verdaderos trogloditas y sinvergüenzas. El mejor ejemplo lo podemos encontrar, ahora mismo, en el proceso de vacunación, que se supone, debería servirnos para alejar la tragedia del coronavirus que amenaza con llevarnos al cementerio o la ruina total. Ni en estas circunstancias tan dramáticas hemos sido capaces de ser serios y responsables. Aquí lo que se impone de nuevo es la argucia de unos, la trampa de otros y la evidencia final de que “el sálvese quien pueda” sigue tan vigente hoy como en los siglos precedentes.


Ahora el escándalo salpica a los jefazos de las Fuerzas Armadas. Mientras los guardias civiles se tragan el marrón de perseguir a los delincuentes o acudir en ayuda de quienes necesitan de su presencia en casos de peligro evidente, sus compañeros del JUJEM se vacunan dejando a sus compañeros de verde oliva esperando esa misma vacuna que es prioritario inocularles para que puedan “salvar a la Patria” con una salud anti pandémica. Por lo menos, con las mismas seguridades que un general o el Subsecretario de Defensa. Y para que quede más claro les añado otro ejemplo vergonzante: a los soldaditos de la UME, nuestra sacrificada Unidad Militar de Emergencias que visitan hospitales y residencias para desinfectarlos, cuando no se juegan su propia vida en las catástrofes naturales que hemos padecido. Les han dejado sin vacuna como si fueran los tontitos de la milicia cuando son nuestros héroes de las tres Bes. Porque hacen un trabajo muy Bueno, Bonito aplaudido por sus conciudadanos, y además resulta Barato para el Presupuesto nacional.


El consejero de Salud, Manuel Villegas, interviene durante una rueda de prensa en la que ha negado que vaya a dimitir por vacunarse de Covid-19 tanto él como funcionarios y altos cargos de la Consejería y del Servicio Murciano de Salud (SMS)

El consejero de Sanidad de Murcia, Manuel Villegas, antes de dimitir


Lo que pasa además con los políticos que se vacunan de tapadillo forma parte de la picaresca nacional tradicional , vamos, la del Lazarillo de Tormes, por no ir más lejos. Son los padres de la Patria, pero no de la de todos, sino los de la suya propia, o la de su partido político que les otorga la prevenda del cargo, que presuntamente demasiados usan para robar y mentir. En las circunstancias presentes consiguen escandalizar a la mayoría de sus habituales votantes, a la gente en general y causar un daño social irreparable ahora y en los próximos decenios. Lo suyo es ya una traición a las próximas generaciones a las que luego bronqueamos porque se quitan la mascarilla y hacen fiestas multitudinarias y peligrosas. ¿Pero que van hacer si ven lo que ven y no pasa nada?


Como ya dejó dicho para la Historia el revolucionario mejicano Emiliano Zapata “Perdono al que roba y al que mata, pero al que traiciona, nunca”, frase que resume en todos los sentidos este lío de las vacunas y otras muchas cosas aun peores, que en sus diversas vertientes, tanto nos escandalizan y tan poco hacemos para evitar su actual vigencia. Este país necesita un buen repaso moral y ético. Comencemos por los políticos que no son honestos.


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