“El desastre de Annual”: una derrota que cambió la historia española del siglo XX
El autor recuerda que aquella tesitura se dieron una serie de hechos desfavorables
La “guerra de Marruecos” fue un largo proceso que costó sangre, sudor y lágrimas, además de mucho dinero y que cambió la historia de España a lo largo del siglo XX. Sin ella no hubiera habido golpe de Estado militar en 1923 y todo lo que siguió después. Pues bien, en esa guerra hubo un hecho capital que fue la pérdida de la posición de Annual, tema ampliamente estudiado por los historiadores que analiza de nuevo con profusión de datos Gerardo Muñoz Lorente en “El desastre de Annual” (Almuzara)
El autor recuerda que aquella tesitura se dieron una serie de hechos desfavorables. El primero, la rivalidad entre dos altos mandos, los generales Fernández Silvestre, jefe de la circunscripción de Melilla y Berenguer, alto comisario del protectorado español en Marruecos; el primero, partidario de una ocupación rápida y contundente del Rif desde Melilla, mientras que el segundo proponía antes asegurar la ocupación de Yebala y utilizar una estrategia más escalonada y mesurada. Silvestre había, además, establecido una serie de puestos avanzados y diseminados, poco dotados de armas y vituallas y separados entre sí. Por otra parte, se habían desechado los reiterados intentos de negociación de los insurrectos, en particular de Abdelkrim, que había sido con anterioridad funcionario al servicio de España. Y, en fin, en nada ayudaba la inestabilidad política nacional que afectó muy directamente a la estrategia bélica al punto de que entre 1917 y 1923 hubo hasta quince ministros de la Guerra.
El análisis de aquella derrota ha puesto el acento en la errónea estrategia seguida por Silvestre que quedó posiblemente cegado por unos primeros éxitos -tomas de Abarrán e Igueriben- a la postre contraproducentes. La ocupación de Sidi Dris confabuló contra los españoles a muchas cabilas rifeñas, indignadas más aún tras los bombardeos de los aduares de Tafersit. Cuando Silvestre llegó a Annual y se encontró rodeado por los rifeños, dudó entre ordenar una retirada en dirección a Melilla que resultaba harto peligrosa y que, cuando se decidió, era ya tardía, por lo que “la columna salió del campamento de manera caótica y víctima del pánico”. Se calcula que hubo entre 12.214 y 13.363 bajas españolas -entre ellas el propio Silvestre, cuyos restos no fueron nunca hallados-, aunque Muñoz puntualiza que “la mayoría de las muertes entre los huidos no se produjo por heridas, sino por el calor, la sed, la sed y el cansancio y por irse aplastando unos a otros”. Para colmo, al conocerse la pérdida de Annual todas las cabilas se sumaron a la insurrección contra los españoles menos la de Ben Sicar, que permaneció fiel.
La pregunta es por qué los rifeños no aprovecharon la circunstancia para conquistar Melilla, que estaba desarmada. Muñoz indica que fue para no alarmar a las potencias extranjeras y porque Abdelkrim quiso evitar saqueos y violaciones. “Aspiramos a que se nos considere un pueblo digno y no una tribu de salvajes” dijo, según su hermano. La ciudad fue, a la postre, salvada por la llegada de refuerzos desde la zona occidental del protectorado, en especial de la Legión. Pese a ello “el avance del ejército español por el Rif, la reconquista en palabras del general Berenguer, tuvo un elevado coste en vidas de soldados de reemplazo, muchos de los cuales no tenían apenas instrucción militar”. Tan amarga situación quedó oscurecida en España por la censura, con un resultado a veces indeseado porque “propició que la prensa sensacionalista optara muchas veces por publicar rumores no confirmados e historias truculentas de dudosa veracidad”. Este desastre dio lugar a que se incoase, a instancias del vizconde de Eza, titular de Guerra, el famoso expediente Picasso para depurar responsabilidades, con el resultado del procesamiento de 39 oficiales por Annual y 37 a resultas de la citada investigación.
El tratado de Madrid de 25 de julio de 1925 entre España y Francia posibilitó la actuación conjunta de ambas potencias y el desembarco de Alhucemas, con la subsiguiente sumisión de toda la zona y la deportación de Abdelkrim, que nunca regresó a Marruecos, ni siquiera después de su independencia.
Muñoz adereza el relato de las batallas con la inserción de notas biográficos de los personajes más destacados que participaron en ellas, destacando el heroísmo de muchos de los combatientes. Y concluye que “la campaña del Rif (1921-1927) fue una guerra convencional en la que el uso de gases tóxico no influyó decisivamente en el resultado final (y que) los bombardeos de la artillería y la aviación española no fueron indiscriminados, sino limitados y selectivos”.
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