“Historia de la FAI”, el alma anarquista del sindicalismo español
El movimiento anarquista, que tuvo en Bakunin a su principal ideólogo, llegó a España a raíz de la visita que giró Fanelli en 1868
Creo que fue Unamuno quien dijo que las dos formas de pensamiento político más representativas del espíritu español eran el carlismo y en anarquismo. Debió ser circunstancialmente porque, como bien se puede constatar, ambas han desaparecido hoy prácticamente del panorama ideológico de nuestro país, lo que no quiere decir que no permanezcan algunas huellas de forma más o menos subrepticia en ciertas formas actuales de pensamiento. Sea como fuere, el anarquismo fue un motor importante en la vida española hasta bien mediado el pasado siglo XX y tuvo su máxima expresión en la Federación Anarquista Ibérica que Julián Vadillo ha estudiado en su obra “Historia de la FAI. El anarquismo organizado” (Catarata).
El movimiento anarquista, que tuvo en Bakunin a su principal ideólogo, llegó a España a raíz de la visita que giró Fanelli en 1868. Tan solo dos años después surgió la Federación Regional Española y en 1888, la Organización Anarquista de la Región española, iniciándose la publicación de diversos periódicos y revistas en los que se predicaba este nuevo credo (“Revista Blanca”, “Tierra y libertad”, etc.) A su calor surgió paralelamente un movimiento sindical de inspiración libertaria que cuajó a principios del siglo XX en la “Solidaridad Obrera” y que se convirtió en una de principales centrales sindicales españolas con el nombre de Confederación Nacional del Trabajo.
A diferencia de las sociedades obreras que dieron origen a la CNT, los grupos anarquistas se caracterizaban no por la identidad de trabajo, son por la afinidad ideológica y su actividad se centraba en la agitación política y en la propaganda. Funcionaban de forma autónoma hasta que decidieron crear herramientas de coordinación. La primera, la Federación de grupos anarquistas de la Región española en 1921; la definitiva, la FAI, surgida en 1927 en Valencia.
Vadillo estudia cómo los anarquistas y la FAI influyeron en los sindicatos. Se daba por sentado era que los miembros de los grupos específicos debían estar, como trabajadores, afiliados a la CNT, aunque los miembros de la Confederación no estaban obligados a pertenecer a un grupo anarquista. Se suponía que la influencia de los primeros debía ser moral, de tal modo que se crease lo que vino en denominarse la “trabazón” entre ambas organizaciones, hecho que produjo disensiones en el movimiento sindical con la escisión del grupo de los “treintistas” al principio de la segunda república. “La CNT defendía el concepto de comunismo libertario (pero) nadie había desarrollado el modelo de una sociedad futura y su organigrama” aunque al final se adoptaron las teorías de Isaac Puente. Entre tanto, “el concepto de sociedad futura era algo que preocupaba a los entornos anarquistas” aunque había en la FAI quienes “no querían ninguna estructura revolucionaria que determinase los organismos y mucho menos un programa revolucionario”.
En los momentos previos a la guerra civil se restableció la unidad en el movimiento libertario, aunque considera Vadillo que la sumisión de la organización específica a la confederal fue total, al punto de comprometerse en la participación anarcosindicalista en el gobierno de la República, algo que fue muy criticado desde el movimiento anarquista internacional. Además, se pasó de una estructura de grupos a una organización de masas de afiliación directa, aspecto que también suscitó disgusto. Pero lo cierto es que “algunos anarquistas dieron al Estado un rol que hasta entonces no le habían asignado y ahora que participaban en él consideraban que el Estado no era ya un órgano represor, sino un instrumento de cambio social”.
A la FAI se la acusó de haber amparado, cuando no propiciado, toda suerte de desmanes (robos, asaltos, depredaciones, asesinatos) pero Vadillo resalta que el movimiento anarquista no solo se desmarcó siempre de estos actos, sin que los condenó. Y recuerda que muchos autores de tales actos no eran miembros de la FAI, aspecto que, no obstante, muchos otros autores ponen en tela de juicio.
El exilio supuso el desmoronamiento de esa estructura organizativa por la diáspora, la división entre el frente interior y el exterior, la represión del gobierno francés, el fracaso de las guerrillas y la desaparición progresiva de los viejos anarquistas, aunque hubo un intento de reavivar la FAI en 1978 que quedó frustrado por el atentado del Scala, la pretensión de la FAI de controlar la CNT, algo que nunca había hecho (al menos, en teoría) y la escisión de la FIGA.
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