Segunda dosis de AstraZeneca o Pfizer: una polémica estéril en un mundo insolidario

Genís Carrasco

Realmente, este artículo debería contener una sola frase: "La mejor vacuna es la que esté disponible para usted".


Por eso, no entiendo que, en plena campaña de vacunación de segundas dosis para los menores de 60 años ya vacunados con AstraZeneca, haya saltado la polémica al recomendar el Ministerio de Sanidad completar la pauta con Pfizer. Y aun entiendo menos que dicho Ministerio haya presionado a las Comunidades Autónomas, auténticas responsables de la Salud Pública en sus territorios, para que prioricen ésta frente a la de Oxford / AstraZeneca. Porque los ciudadanos deben saber las verdaderas razones para que el ministerio español se oponga a las recomendaciones de la EMA, la OMS y las sociedades científicas en relación a que quienes recibieron la primera dosis de AstraZeneca, completen la pauta de vacunación con la segunda inyección de este laboratorio. Creo que la verdadera razón es que no se prevé disponer de suficiente segundas dosis de AstraZeneca.


Un joven acude a recibir una dosis de la vacuna de AstraZeneca en el Complejo Hospitalario Universitario de Ourense, a 27 de mayo de 2021, en Ourense, Galicia (España). Este jueves el Servicio Gallego de Salud comienza a administrar la segunda dosis de la

@EP


AstraZeneca versus Pfizer: una polémica sin base científica


En estos momentos no hay ensayos clínicos que demuestren que sea mejor administrar una segunda dosis de una u otra a los ya vacunados con AstraZeneca.

El estudio que sirve de argumentación al Ministerio de Sanidad es el llamado Combivacs, coordinado por el Instituto de Salud Carlos III, que fue realizado durante poco tiempo y sólo incluyó 670 participantes (de los cuales tan sólo 450 recibieron la combinación, el resto era grupo control).


Contrariamente, el Com-COV, el estudio que da apoyo a las organizaciones sanitarias y las sociedades científicas comparaba cuatro escenarios diferentes: dos dosis de AstraZeneca, dos de Pfizer, la primera de AstraZeneca y la segunda de Pfizer y viceversa. No evidenció que ninguna combinación fuera mejor salvo que combinar diferentes tipos de vacuna aumentaba ligeramente la posibilidad de sufrir efectos secundarios leves.


Los ciudadanos han decidido: AstraZeneca


A pesar de esta absurda polémica, en Cataluña los trabajadores esenciales que recibieron AstraZeneca y esperaban la segunda dosis han preferido, en un 90% de los casos, que la segunda dosis fuera también de AstraZeneca. De nada ha servido la imposición de que tuvieran que firmar un consentimiento informado ostensiblemente coercitivo: han preferido recibir la misma.


Esto cierra una polémica tan innecesaria como absurda pero que aleja el foco de la noticia de lo que es realmente importante: no dejaremos atrás este mal sueño de la pandemia hasta que se liberen las patentes de las vacunas y se puedan vacunar todos los ciudadanos de los países más pobres y vulnerables. La ciencia da soluciones que sólo funcionan con solidaridad.


Desde el inicio de los tiempos hasta comienzos del siglo XIX, la mitad de la población mundial moría antes de entrar en la veintena. ¿Qué cambió a partir de entonces?


La implantación de tres avances científicos: la higiene, los antibióticos y la vacunación.

En el caso de este último, desde el descubrimiento de Edward Jenner en 1796 hasta nuestros días, las vacunas han salvado 1.500 millones de vidas.


Y siguen salvando 3 millones de vidas cada año habiendo logrado vencer enfermedades como la tos ferina, la poliomielitis, la meningitis, la rubéola, el sarampión y la varicela, entre otras. Y ahora vencerán la Covid-19 siempre y cuando los políticos encuentren suficiente generosidad y solidaridad para facilitar su acceso a los países menos favorecidos. Es un problema de solidaridad, pero también de supervivencia.


¿De que les sirve a los países ricos controlar la pandemia si el SARS-CoV-2 sigue infectando y mutando en países africanos? De muy poco. Porque si no los ayudamos, este virus o cualquier otro volverá a afectarnos en este mundo globalizado.


Las vacunas deben ser bienes públicos globales


Me preocupa mucho que en este contexto pandémico varias farmacéuticas aprovechen para generar ganancias desmesuradas vendiendo vacunas. Sería necesario que los políticos y las organizaciones internacionales crearan un sistema de acceso universal a la vacuna del SARS-CoV-2. Un sistema basado en criterios de salud pública mundial y no en función de beneficiar sólo a los países que tienen más recursos.


Insisto, creo que las vacunas deben ser un bien público global. Todos tenemos que luchar para que sean accesibles y con distribución equitativa.


Estoy totalmente de acuerdo con Tedros Ghebreyesus, director general de la OMS, cuando afirma que las herramientas para prevenir, detectar y tratar el Covid-19 son bienes públicos globales que deben ser accesibles para todos.


La ciencia nos está dando soluciones, pero para que estas soluciones funcionen para todos, necesitamos solidaridad.

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