Hungría, fuera de la UE

Luís Moreno

"En tiempo de desolación nunca hacer mudanza, mas estar firme y constante en los propósitos y determinación en que estaba el día antecedente a la tal desolación".

San Ignacio de Loyola,

(Quinta Regla de la Primera Semana de los Ejercicios Espirituales). 


Se pensará que es una exageración proponer la expulsión de Hungría de la Unión Europea ante la postura manifestada por el populista neofascista Viktor Orbán en la reunión del último Consejo Europeo. Como aconsejaba el ‘brazo armado’ de la Contrarreforma trentina, mejor será no remover la pecina de la desolación. Se dirá que, al fin y al cabo, este es uno más de sus chulescos desplantes ante sus socios europeos. Así que, mejor protestar un poco y mirar a otro lado. Craso error.


La protesta no ha sido ‘menor’ ya que 17 países acusan al primer ministro magiar de violar las normas europeas contra la discriminación y de estigmatizar a las personas homosexuales con sus políticas sesgadas contra esa orientación sexual. El primer ministro holandés, Mark Rutte, el más combativo en la reunión, ha llegado a sugerir que Hungría siguiese los pasos del Reino Unido y su Brexit, si es que no se siente cómoda con los valores constitutivos de la UE. Entramos, pues, en un terreno esencial en la conformación de las acciones humanas, cual es el de la axiología y los valores. Unos cimientos ineludibles en el proceso de Europeización y de la preservación de nuestro Modelo Social Europeo. Sin ellos todo se caerá.


Archivo - Banderas LGTBI.

@EP


Conviene desenmascarar a un personaje peligroso como Orbán. Bien está que trate de ensalzar el nacionalismo exacerbado del (medio) imperialismo centroeuropeo del siglo XIX. Y lo hace con el seguidismo mamporrero de líderes también homófobos de Polonia y algunos países del Grupo de Visegrado en la Europa del Este excomunista. Agitar la ‘grandeza’ del pasado nacional es un recurso profusamente utilizado electoralmente y, aparentemente, con buenos resultados por doquier que veamos el ascenso del populismo en todo el mundo. ¿Qué país no tiene alguna interpretación histórica de la cual sentirse orgulloso y convertirse en un recurso supremacista de la lucha electoral, aderezada con ‘fake news’ a discreción? Pero cruzar la línea de lo que nos hace convivir juntos en el Viejo Continente es entrar en el terreno de la barbarie. Lo es, por ejemplo, identificando homosexualidad con pedofilia y pornografía.


El detonante de la colisión entre la mayoría de los representantes de la UE en el Consejo Europeo y Orbán ha sido la ley aprobada por el Parlamento húngaro (por 157 votos a favor y uno en contra) para prohibir que se mencione la homosexualidad en las escuelas y eliminar los contenidos relativos a esa orientación sexual en el material audiovisual o impreso al que puedan acceder los menores de 18 años.


Algún lector pensará que el apelativo de neofascista asignado al líder del partido FIDESZ - Unión Cívica Húngara es desproporcionado. Conveniente será traer a colación episodios del pasado que ilustran la posible deriva en curso. Es el caso de las leyes raciales promovidas por Benito Mussolini (cuyo partido también obtuvo una mayoría electoral en las elecciones y el parlamento italiano de 1924), y sancionadas por el inefable rey Víctor Manuel III. Es un precedente a tener en cuenta de lo que puede pasar en Hungría, y su extensión patológica en la Unión Europea.


El fascismo italiano contribuyó a la barbarie antisemítica y a la magnitud de la Shoah, el holocausto que causó la muerte de seis millones de judíos. Recuérdense que en las infames Leyes Raciales promulgadas por el rey italiano en 1938, tras su aprobación en el Parlamento controlado por los fascistas, se discriminaba contra las personas de religión judía. Entre otras provisiones se establecía, por ejemplo, la prohibición de usar textos escolares en cuya redacción hubiese participado de alguna manera un judío.


Es este último aspecto el que mayor desazón causa ahora en la comparación con la deriva húngara. Según Orbán, la ley aprobada en Budapest “… no tiene nada que ver con la homosexualidad, es sobre los niños y sus padres”. También a estos se les prohibía el acceso según las leyes raciales fascistas de Mussolini a toda la contribución al conocimiento humano que hubieran aportado los pensadores hebreos en el devenir de la humanidad.


En los tiempos presentes, es ejemplar que cada año se recuerde en el país transalpino a las víctimas de la Shoah en el ‘Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto’. Aún subsumida de alguna manera en la repulsa general por el horror auspiciado por los nazis, es justo que se explique en las escuelas italianas cómo el fascismo contribuyó a la barbarie antisemítica. En esas mismas escuelas el neofascista Orbán pretende ahora ocultar a la homosexualidad.


Medite el lector al respecto. Llegada es la hora de decir “ya basta”. Y actuar en consecuencia…

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