Quinta ola pandémica juvenil: el fracaso de la responsabilidad individual y colectiva

Genís Carrasco

Vacunas contra el Covid-19

@CP


En este momento estamos vivimos un déjà vu. La situación epidemiológica recuerda la primera ola del 2019 con más de 8.000 casos diarios y una RT> 3,5. Sería una catástrofe brutal si no fuera porque la gran diferencia es que el repunte actual de casos afecta preferentemente a los más jóvenes (no vacunados) y que la población de más de 40 años está mayoritariamente vacunada y protegida. En consecuencia, los datos de ocupación hospitalaria y de las UCIs aún no han empeorado significativamente. Pero que el sistema hospitalario aguante no significa que la Atención Primaria, la primera línea de atención, no se encuentre sobresaturada y cerca del colapso. 


Estrictamente, los indicadores aconsejan volver a un confinamiento domiciliario total pero las circunstancias económicas y la actual resistencia del sistema hospitalario hacen que los políticos opten por preservar la economía antes que la salud (la bolsa antes que la vida). 


Esta auténtica ola pandémica de los más jóvenes está en buena parte asociada a la recuperación de actividades de ocio que bajo eufemismos como "viaje de estudios" o "viaje de fin de curso" combinan interacción social alocada e imprudente, consumo de alcohol y una falsa sensación de invulnerabilidad. 


También evidencian el poco sentido común y hacen patente el fracaso de la responsabilidad individual de algunos jóvenes y no tan jóvenes. Pero lo que es más grave es que demuestran el fracaso de la responsabilidad colectiva que corresponde a las autoridades políticas en el cumplimiento de sus deberes sanitarios.


TODO NO ES POR CULPA DE LOS JÓVENES


Durante toda la pandemia, sobre todo después de la rescisión del estado de alarma, hemos escuchado demasiado llamadas por parte de las autoridades sanitarias a la responsabilidad individual, apelando a la prudencia y a la cordura de los ciudadanos. Estos mensajes se han multiplicado a raíz del repunte de casos en los grupos de jóvenes. Pero no todo se debe dejar a la responsabilidad y buen juicio individual del ciudadano. Esto no se debe hacer por dos razones.


La primera es que dejarle toda la responsabilidad al ciudadano lo culpabiliza injustamente cuando los resultados no son buenos. No todos los jóvenes son incumplidores ni mucho menos.

Una segunda es que poner foco en lo que la gente debería hacer, diluye el énfasis en lo que los gobiernos tienen la obligación de hacer y aleja su inalienable responsabilidad sobre la Salud Pública y el bienestar de los contribuyentes.


No hay duda de que las buenas conductas individuales son imprescindibles. Hay que mantener la distancia social, ventilar los espacios colectivos, mantener aforos limitados, vacunarse, aislarse en caso de positividad o sospecha y evitar el contacto con personas vulnerables. Pero todo esto no es suficiente. Las soluciones a la pandemia no están solamente en las manos de cada uno de nosotros sino que los políticos y administradores sanitarios tienen que asumir su responsabilidad colectiva inalienable. Sin quitar importancia a la responsabilidad individual, el énfasis exclusivo en ella va contra todo lo que sabemos sobre comportamientos saludables, contra todo lo que hemos aprendido durante la pandemia y contra las mismas bases de las actuaciones de Salud Pública.


LAS CAUSAS DE LA QUINTA OLA


El repunte actual en España se caracteriza por su rapidez y la concentración en personas jóvenes. Hay muchas causas: la difusión general de un falso mensaje de optimismo, la alta movilidad de los jóvenes una vez perdido el miedo a contagiar a sus familiares mayores, la insuficiente vacunación, sus formas de socialización y diversión que incluyen el agrupamiento y el abuso de alcohol y, sin duda, la presencia de una nueva variante, la delta, altamente contagiosa. También se caracteriza por una disociación entre las curvas de transmisión y las de hospitalización. 


La importante vacunación de las personas mayores de 40 años evita que esta ola sea tan en hospitalizaciones y muertos como las anteriores o como está siendo en aquellos países latinoamericanos que aún mantienen tasas bajas de vacunación.


En este sentido se estima que sólo uno de cada 100 jóvenes infectados será hospitalizado, uno de cada 1.000 será caso grave y uno de cada 10.000 morirá. Pero si seguimos así no podremos evitar que la transmisión tan elevada termine afectando algunos grupos que, aunque vacunados, son muy vulnerables y en los que las vacunas ofrecen una protección menor (inmunodeprimidos, trasplantados o ancianos frágiles).


Las llamadas a la responsabilidad individual están bien pero obligatoriamente deben combinarse con acciones valientes y efectivas en Salud Pública.


NO SE TRATA DE CULPABILIZAR A LOS JÓVENES


La moral social tiende a buscar culpables. Los jóvenes son inocentes o culpables según sus actuaciones individuales. Pero esta perspectiva, que es la de la administración de Justicia, es una pérdida de tiempo en el caso de la actual ola pandémica. Más que buscar culpables resulta más efectivo el abordaje de la Ciencia Epidemiológica que opera desde una perspectiva de probabilidades. 


Desde esta visión, la Salud Pública actúa sobre riesgos (probabilidades) en un continuo entre 0 y 1. Su tarea es proteger a los ciudadanos llevando el riesgo lo más cerca del 0 que sea posible. Cuando un juez sentencia que un joven no es contacto estrecho y por lo tanto puede abandonar el confinamiento está considerando que el derecho individual de no ser aislado está por encima de los derechos de los demás a no ser contagiados. La cordura debería aplicarse también cuando se sentencia a favor de los derechos de unas pocas personas pero se pone en riesgo a muchas otras.


Y la cordura también la deberían aplicar los políticos, en última instancia responsables de las decisiones en Salud Pública. No olvidemos que por muy buenos profesionales que sean los actuales responsables sanitarios, como es el caso en Cataluña del excelente equipo del Conseller Argimon, nunca podrán aplicar las medidas que consideren indispensables si los políticos no las autorizan. Estoy seguro de que muchos compañeros con responsabilidades en Salud Pública opinan como yo en el sentido de que habría que dar marcha atrás y volver a instaurar medidas epidemiológicas más estrictas


Y no tengo dudas en que desean que se dote a la dañada Atención Primaria de muchos más recursos para afrontar esta ola. Pero como estas decisiones la deben tomar los políticos se sigue negando dinero para contratar más profesionales clínicos y rastreadores e incrementar aún más las vacunaciones. Una lástima.


LA PANDEMIA ES UN PROBLEMA COLECTIVO


Las enfermedades infecciosas son transmisibles y, por tanto, un problema colectivo. Nuestra salud también depende de las elecciones que hagan las personas de nuestro entorno y de más allá de nuestro entorno. Y la acción colectiva radica en las actuaciones de una Salud Pública sobresaturada y infrafinanciada por decisión exclusiva de nuestros gobernantes.


Aunque los hospitales no estén colapsados como en otras olas, nuestra Atención Primaria ya lo está en muchos lugares. Muchos de los nuevos casos son leves, pero su asistencia dificulta las tareas de vacunación y, sobre todo, impide la atención a los pacientes no-Covid.


Es imperativo que los políticos doten de suficientes recursos a las administraciones sanitarias para ejercer esta responsabilidad colectiva. Llamar a la prudencia y la responsabilidad individual del ciudadano está bastante bien pero no exime a los políticos de su obligación de conseguir más dinero para la Atención Primaria, dinero que es imprescindible para preservar la salud de todos.

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