@EP
Ciertos valores anglo-norteamericanos acrecientan su proselitismo entre los codiciosos. Su éxito es imparable. Extendida está la idea de que ‘tanto ganas, tanto vales’, y que lo que consigas en tu vida será debido sólo a tu esfuerzo individual. Si no tienes un coche SUV y dispones de una vivienda endeudada de --al menos-- medio millón de euros eres un ‘pringao’; un fracasado en la sociedad de los dos tercios de ‘ganadores’ y del tercio de ´perdedores’.
Con el resurgir del populismo demagógico de Donald Trump y Boris Johnson asistimos a una reanimación del individualismo posesivo cuyas tesis ya apuntaba lúcidamente C.B. Macpherson. Según el científico social canadiense, para el individualista posesivo la finalidad última de la sociedad es mantener el orden en las relaciones de intercambio entre las personas como propietarios. La sociedad queda reducida a la sociedad de mercado, donde la independencia personal prevalece sobre cualquier otra consideración.
En vez de una militancia de hostilidad hacia el colectivo social, se aboga por una posición de autosuficiencia en clave personal con una evitación de obligaciones sociales, las cuales sí predominan --por paradójico que puede parecer-- en sociedades individualistas, como las escandinavas, pero con una alta interiorización personal de los deberes de ciudadanía social.
Bien podría ser que los postulados neoliberales apunten a una victoria imparable en la batalla de las ideas, y ahí es donde se la juega nuestro Modelo Social Europeo. El MSE está bajo creciente asedio de sus competidores mundiales, como son los representados por los re-mercantilizadores de la anglo-esfera global o los neo-esclavistas emergentes surasiáticos. En la vida de las gentes todo ello se traduce en una mayor disparidad de rentas, un reparto desigual de las cargas fiscales y en un poder imparable del capitalismo de vigilancia (surveillance capitalism), auspiciado por los Nuevos Señores Feudales Tecnológicos (Google, Apple, Facebook, Amazon, por ejemplo) que nos quieren como nuevos siervos de la gleba. Amén del masivo sistema de control mediante circuitos cerrados de televisión (CC TV) en ciudades como Londres.
Empero, la ideología del logro no es rasgo exclusivo del “sueño americano” en la pugna individual por la riqueza y la libertad de elección. Un discurso tal está también en el código de conducta de los ex colonizadores europeos de USA, Australia o Sudáfrica, pongamos por caso. En realidad el Modelo Social Europeo sigue caracterizándose por ser un proyecto político articulado en torno a los valores de equidad social (igualdad), solidaridad colectiva (redistribución) y eficiencia productiva (logro optimizador). Es el precipitado histórico de los procesos contemporáneos de conflicto y cooperación en el Viejo Continente.
El MSE impulsa la ciudadanía social entendida como aspiración a una vida digna y al bienestar social de los individuos, mediante el acceso al trabajo remunerado y a la protección en situaciones de riesgo, todo ello acorde a unos estándares vitales legitimados axiológicamente por el conjunto social. Como objetivo estratégico general, el MSE auspicia el crecimiento económico sostenido y sostenible basado en una promoción de la igualdad social y económica, un amparo de los más vulnerables y un partenariado social activo. Competitividad económica y cohesión social son componentes inseparables de legitimidad del MSE.
Los europeos queremos mantener nuestros sistemas de educación, sanidad y pensiones públicos y el respeto ‘verde’ por nuestra querida Gaia. Se trata del bienestar social, en suma.
Mucho se habla de los valores del MSE sobre la igualdad y la redistribución. Menos lo hacemos respeto al valor del logro (traducción circunstancial del más preciso vocablo inglés achievement, utilizado regularmente en los medios académicos). Y es que a los descendientes del pensamiento abstracto socrático nos resulta importante “conseguir cosas”, sin mirar al techo de lo que el destino pueda deparar. Los europeos ansían tener un trabajo remunerado y, los más afortunados, hasta de desarrollar vocacionalmente una carrera profesional de motivación personal. Los subordinados, pobres o vulnerables no pueden.
Sin duda, la progresiva digitalización implicará la desaparición de viejos puestos de trabajo inútiles y que son dañinos para preservar el bienestar y el bien común del conjunto de nuestras sociedades. Los ingresos mínimos de ciudadanía deben proveer de recursos para posibilitar la integración de los ciudadanos precarios y su sentido de pertenencia, y deben sustentarse en la reciprocidad de la contribución de las personas al bienestar del conjunto social. El requisito esencial para su percepción dineraria debe ser la "justificación" de todos los ciudadanos de pleno derecho de cumplir con sus obligaciones fiscales mediante la presentación cabal, por ejemplo, de sus declaraciones anuales de la renta.
La derecha ultramontana pugna como gato panza arriba para que se deslegitime la implantación de programas como el ingreso mínimo vital ciudadano de reciente implementación en España. ¿Qué le restaría por hacer a la nueva “clase inútil” argumentan? Los críticos aseveran que es el resultado de una solidaridad tramposa que solo favorece a haraganes que quieren vivir a la “sopa boba” y a costa de los demás. Sin embargo, nadie puede negarles su condición de ciudadanos de pleno derecho. Aquellos que apoyan a las dictaduras de los súbditos, y a las que ahora se rebautizan eufemísticamente como democracias iliberales, así como los talibanes del neoliberalismo depredador, combaten el propio concepto de ciudadanía. Para aquellos de orientación más fundamentalista, los nuevos “inútiles” hasta niegan la máxima bíblica de que “te ganarás el pan con el sudor de tu frente” (Génesis 3:19).
Pero no hay disyuntiva para superar “viejas normalidades” de puestos de trabajos innecesarios y disfuncionales en una administración pública, por ejemplo, todavía altamente napoleónica e inútil. Aún en sectores tan “humanizados” como el de los cuidados personales y la lucha contra la vulnerabilidad, hay que digitalizar y robotizar todo lo que se pueda.
¿Ha cedido la Europa del bienestar social el paso a la Europa del logro personal?; ¿se desvinculan los europeos del bienestar de sus conciudadanos?; ¿existe un cambio civilizatorio hacia nuevas formas de individualismo posesivo?; ¿es prescindible el Estado del Bienestar en una economía mundializada?; ¿será la presente Edad de Bronce del welfare (2008-- ) preludio de una vuelta a la prehistoria de la caridad y la beneficencia?
Preguntas en busca de respuestas.
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