La baronesa Thyssen, más a menudo «Tita», es uno de los escasos personajes que recibe los medios andorranos el tratamiento -insólito en el país- más cercano a la prensa del corazón, aunque habitualmente mezclado con noticias de arte.
La baronesa Thyssen, más a menudo «Tita», es uno de los escasos personajes que recibe los medios andorranos el tratamiento -insólito en el país- más cercano a la prensa del corazón, aunque habitualmente mezclado con noticias de arte. Recientemente ha vuelto de visita, para reanudar las negociaciones sobre un depósito de parte de las obras de arte de la familia en una exposición permanente que, en principio, habría querido situar en un espacio dentro del complejo de balneario y centro de belleza Caldea.
La señora tenía ya, hace muchos años, la «residencia privilegiada». Ahora, además de la pinacoteca, lo que -dicen- ha decidido es fijar su residencia principal en la parroquia de Escaldes, donde ha comprado dos casas, la segunda para el hijo y la joven, por diez millones de euros cada una. Negocio redondo, porque antes habría vendido la mansión de Lugano, en Suiza, por sesenta millones.
No se ha visto, y será difícil ver, medios españoles que reprochen a la ex modelo una intención de evadir impuestos a la Hacienda que parece controlar el ministro Montoro, como han hecho tantas veces con otros, sean la Caballé, Arantxa Sánchez o los hermanos Márquez, por citar unos pocos. Será difícil porque ya residía en otro país sospechoso de «paraíso fiscal» aunque también ha sido borrada de la lista de la OCDE después de los acuerdos con la Unión Europea.
En cuanto a la «residencia privilegiada» es una figura de antes de la Constitución andorrana de 1993, que ahora ya no se aplica con este nombre, pero que se reconoce a los titulares de permisos «ordinarios» para vivir en Andorra, cuando ya se han estado un mínimo de diez años, si son españoles, franceses o portugueses, en aplicación de los correspondientes tratados bilaterales.
Durante el antiguo régimen, residencias privilegiadas y reconocimiento de la nacionalidad eran un derecho discrecional de los copríncipes y sus gabinetes, más allá de la aplicación de requisitos generales y automáticos, como los reconocidos a descendientes de personas andorranas, o a quienes se casaban con la hija de una casa, pero no cualquier hija, sino la heredera. Estas prerrogativas quedaron abolidas con el nuevo marco legal, que establece criterios objetivos sin discriminaciones tan claras, ampliando el acceso a la naturalización respecto al cierre anterior, pero aún tan restringido que los residentes sólo pueden optar después de permanecer en el país veinte años.
El caso es que la residente privilegiada de la noble por matrimonio, además de anunciar la andorranización de domicilio, ha aplazado el diálogo con el gobierno para el proyecto de muestra de arte y no ha sido por discrepancias insalvables, porque en Caldea no se encuentra un espacio adecuado, pero está dispuesta a que se escoja otro lugar, siempre que sea «céntrico». El motivo del aplazamiento es que el primero de marzo puede cambiar el gobierno, si lo deciden los participantes en las elecciones generales convocadas, en una fecha que minimiza el período sin actividad del legislativo, para que el Consejo General ha aprovechado las «vacaciones parlamentarias del invierno (desde las fiestas de Navidad) por «llenarlas» con los trámites de disolución, convocatoria, presentación de candidaturas y campaña. Y así, la tranquilidad relativa siempre se ha visto alterada -quien lo hubiera dicho- por el proyecto de Constitución de la República Catalana del equipo presidido por el juez Santiago Vidal.
Más allá de la amenaza de expulsarlo del cargo, que ha propuesto la fiscalía para este ensayo más académico que cualquier otra cosa en la situación actual de la comunidad autónoma vecina, y otras peculiaridades difícilmente asimilables del texto presentado, en la hora de definir la geografía de la "nueva" Cataluña, el artículo correspondiente fija los límites con "Francia por el norte y España por el sur y el oeste».
Ya estamos otra vez. Los andorranos, hartos de ver su país más ignorado que Teruel, y más que sensibles cada vez que oyen hablar de "países catalanes", reaccionaron automáticamente. Incluso el ex jefe de gobierno Oscar Ribas, el que habló por primera vez en catalán en la ONU, en el discurso de ingreso del Principado, y ha recibido tantos reconocimientos por este motivo, decía que confiaba en que lo de Vidal fuera un error, sin ninguna intención anexionista pancatalana. Añadiendo, por si acaso, que la independencia no está en peligro, mientras existan los Copríncipes (implícitamente, mientras haya un obispo jefe de Estado exclusivo, que no preside ni rige ningún otro, de Estado).
Y el autor del mini incidente -que habría sido diplomático, si Catalunya ya fuera un Estado- se apresuró no menos a reconocer que esta intención imperialista no existe, ni poco ni mucho, y que se disponía a corregir el error inmediatamente.
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