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La historia de Manel Monteagudo ha acaparado los medios informativos durante toda una semana. Prensa, radio, televisión y redes sociales se han hecho eco de una historia absurda sin contrastarla ni confirmarla.
No hace falta ser neurólogo para entender que es imposible que una persona permanezca 35 años en coma y despierte de repente reincorporándose a la vida normal con la única ayuda de su mujer. Y es aún más increíble que un paciente en esta situación de inconsciencia se haya casado, haya tenido dos hijas y haya escrito libros durante las tres décadas que estuvo en coma.
Tampoco es necesario ser un intrépido periodista para acudir a la hemeroteca y acceder a la entrevista que le hizo la Voz de Galicia en el 2019 y en la que Monteagudo contaba una historia muy distinta y probablemente mucho más cercana a la realidad.
El coma prolongado se convierte en estado vegetativo persistente
El coma, a diferencia del sueño fisiológico, es un estado de inconsciencia en el que no se puede despertar al paciente. Existen varios grados de coma y cuando se prolonga mucho tiempo se llama estado vegetativo persistente. La mayoría de los pacientes en esta lastimosa situación necesitan una traqueostomía para aspirar secreciones y una sonda para ser alimentados, además de cuidados médicos y de enfermería especializadas. Aun así, y tratados en los mejores hospitales, la supervivencia de estos pacientes no supera los 3-5 años, debido a complicaciones secundarias a desnutrición, tromboembolismos e infecciones.
Ni coma ni estado vegetativo: encefalopatía postraumática
Naturalmente, un relato tan inverosímil ha acabado por aclararse. Monteagudo, cuyo nombre real es José Manuel Blanco Castro, sufrió un traumatismo craneal a los 22 años durante su labor como marinero en Irak. Fue trasladado a nuestro país donde permaneció 64 días, no 35 años, en coma recuperando la conciencia, aunque con frecuentes pérdidas de conciencia enmarcables en las secuelas del traumatismo (encefalopatía postraumática).
Periodismo negligente
Lo grave no es que una persona enferma pueda confundir conceptos como coma o estado vegetativo. Lo verdaderamente grave es la negligencia de los periodistas que difundieron una historia sin sentido y no tuvieron en cuenta al millar de familias que, en nuestro país, tienen un miembro en esta penosa situación. Ni siquiera consideraron el dolor de estas personas al conocer lo infundado de las esperanzas generadas por la falsa noticia.
La ética periodística en crisis
Historias como las de Manel Monteagudo reflejan la crisis de identidad y la pérdida de credibilidad de cierta parte del periodismo que convive con medios rigurosos y perfectamente éticos. Estos medios ejercen un periodismo con tendencia a exagerar la espectacularidad del relato. Son medios tan enfebrecidos en la búsqueda compulsiva de buenos datos de audiencia que esto influye negativamente en la selección y presentación de las noticias. Estos medios tienen cada vez menos en cuenta los principios deontológicos básicos y necesitan una urgente regeneración ética profesional.
Para estos profesionales negligentes, la información veraz ha dejado de ser el material y objetivo básico de la comunicación. Aunque disponen de excelentes tecnologías no las usan para difundir la verdad sino para aumentar artificialmente las audiencias a través del griterío y la polémica estúpida en los platós y las redes sociales.
Los medios de comunicación deben aspirar legítimamente a aumentar sus audiencias. Pero hacerlo a base de manipular la realidad, con estrategias de seducción, sólo generará material para avivar la charla fatua, para alimentar el tráfico ilícito de lectores o engordar artificialmente los datos de audiencia.
Periodismo de calidad y democracia
¿Por qué alguna prensa se queda sólo con el titular sensacionalista, televisión con caricatura visual y redes sociales digitales con el espectáculo de los memes o del insulto? Sin duda, es para aumentar la audiencia a cualquier precio y por tanto la facturación.
Puedo entenderlo, pero me parece muy reprobable. Me gustaría emplazar a aquellos profesionales que actúan negligentemente a hacer una reflexión: sin periodismo de calidad no será posible una democracia de calidad.
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