DOMINGO TRANQUILO EN EL PAÍS VASCO

Robert Pastor

Al margen de la meteorología, hoy se vislumbra en el País Vasco un domingo tranquilo, a pesar de la jornada electoral que despierta tantas incertidumbres en el resto del Estado.


Tranquilidad no sólo, aunque también, por el cumplimiento por ETA, ya desde hace unos años, de su anuncio del fin de la violencia, que ha establecido un clima de convivencia muy diferente del que existía en el pasado reciente, siempre con el temor de actos violentos que eran entonces la manera de hacer campaña de la organización.


En los medios del conjunto del Estado, las elecciones generales que están a punto de celebrarse se han tratado como una lucha entre las cuatro formaciones que se presentan en el conjunto del territorio españoles; incluso a la gran mayoría de las encuestas publicadas, con una marginación casi total de los partidos que anteriormente obtenían las minorías más grandes, nacionalistas vascos y catalanes.


El panorama es bien diferente al Pincipat y en Euskadi, con respecto a las previsiones de resultados en los ámbitos respectivos, por mucho que hayan intentado esconderlo, pero también es aún más divergente entre el de catalanes y vascos.


Si aquí parecen tener grandes opciones las franquicias de Podemos y Ciudadanos, en Vizcaya, Álava y Guipúzcoa no pasa lo mismo, ni de lejos. La inclusión en el programa de los de Albert Ribera de la supresión de los conciertos económicos vasco y navarro, que defienden sin grietas todo el resto de formaciones, debería dejar con pissibilitats bien exiguas a los promotores de esta iniciativa.


Por otra parte, conocido el castigo que el electorado suele aplicar a las formaciones que demuestran divisiones internas, los designados por la ejecutiva de Pablo Iglesias deberían sufrir la dimisión en pleno de la dirección vasca de la formación, una vez que la lista que habían preparado fue substiuïda por otra de miembros designados directamente desde los líderes centrales.


Está claro que los resultados finales no siempre terminan respondiendo ni a las predicciones demoscópicas ni -aunque menos- a análisis por intucions, por muy fundadas que parezcan.


La gran diferencia de fondo en este cruce política es la estabilidad alcanzada en las instituciones vascas, pasada en buena parte la fiebre de victorias generalizadas de Bildu sólo vuelta a legalizar, sobre todo por el rápido desgaste en popularidad cuando han tuviera que asumir las responsabilidades de gobernar y gestionar las realidades de municipios y de territorios históricos.


Tras los últimos comicios locales, el Partido Popular ha perdido casi todos sus feudos, y el nacionalismo histórico ha pasado a recuperar su tradicional liderazgo, con la recuperación decisiva de los acuerdos, y el apoyo, del partido socialista (PSE).


La commodities que ofrece el concierto económico a la autonomía, y la iniciativa catalana hacia el Estado propio ha hecho posible que el lehendakari y sus pongan sordina a la reivindicación del objetivo último de la formación, se intuye que en espera de ver si los catalanes salen, para unirse a ellos en este caso.


Corría el rumor de que el presidente Tarradellas retuvo el portador del proyecto de estatuto de Sau hasta que supo que Echevarria Ganngoiti había entregado el de Gernika en el Congreso, para aprovechar en una negociación posterior los avances que consiguieran los parlamentarios vascos.


Como se alababa también el catalanismo del PSC, en contraste con aquel socialismo de Euskadi de García Damborenea, Enrique Mugica, Rosa Díez ... y los GAL. Actualmente el criterio parece dado la vuelta, con actitudes y trabajos como las desarrolladas por negociadores y pacificadores como Jesús Eguiguren o el ex alcalde donostiarra tan amigo de Ernest Lluc, Odón Elorza.


Mientras el panorama estatal que nos dibujan, sobre todo los más o menos profetas de los cambios, es el fin del bipartidismo y de los gobiernos españoles monocolores sobre aquellos «todos los colores del verde» que canta Raimon, lo que parece afianzarse es el panorama tradicional dominado por las dos fuerzas centenarias, eternas rivales ya menudo capaces de ir a la una cuando las circunstancias lo requieren. Además, si la oposición se dispersa en oposiciones divergentes y concurrentes entre ellas.

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