¿En qué consiste una sociedad justa?

Miquel Escudero

Estatua

Psicóloga, socióloga y profesora en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), Sherry Turkle ha escrito largo y tendido sobre cómo, al compás de las redes sociales, se va perdiendo empatía y va deformándose la realidad. Se acaba por esperar más de la tecnología que de las personas que nos rodean y, con ello, disminuye la capacidad de interactuar y relacionarse con los demás para salir adelante de las dificultades. Conviene ir más allá de la tecnología y promover el arte de vivir que estimula tanto a saborear y disfrutar lo que está a nuestro alrededor como a adaptarse a las circunstancias adversas, por graves y penosas que sean; haciendo, en definitiva, lo mejor posible en cada momento.

 

Rob Riemen es un interesante ensayista neerlandés que merece nuestra atención por su afán de transmitir sus conocimientos a sus lectores, elevar su nivel y ennoblecer su carácter. En su reciente libro, El arte de ser humanos (Taurus), Riemen nos aproxima a escritores de distintas épocas y procedencias, pero coincidentes en el anhelo de pensar por ellos mismos y liberarse de las consignas y lugares comunes con los que continuamente se nos ahoga. Para esta autonomía se precisa tomar distancia con lo que, de forma imperativa e incontestable, se dice por ahí y enfocar la vuelta a las cosas mismas; en la conciencia, por supuesto, de que los déspotas siempre procuran marcar al insumiso con alguna clase de sanción. En el año 8 d. C., el poeta Ovidio fue desterrado por el emperador Augusto lejos de Roma, a una población inhóspita de la costa del Mar Negro (Tomis, la actual ciudad rumana de Constanza). Allí, desolado y apartado de su hogar, el autor del Arte de amar escribió: “Nada tenemos de inmortal, salvo los bienes del alma y los del ingenio”.

 

Obligados a nadar en la incertidumbre, con dudas y con miedos, los seres humanos podemos aferrarnos a la idea de que la verdad brilla ante la mentira y el engaño para encarar lo mejor en cada momento. Y rechazar así la cerrilidad de quienes están ‘seguros’ de ser mejores que nadie y merecerse lo mejor ante los ‘inferiores’. Las larvas de la estupidez y la mentira se hallan en la ignorancia propia del sectarismo (siempre altanero) y del fanatismo (siempre inamovible y pendenciero).

 

La carencia de vanidad, por el contrario, es el mejor antídoto contra la estupidez que persigue la hegemonía a toda costa y que, lógicamente, tiene pésimas consecuencias. Riemen ofrece una guía en torno a dos preguntas:

 

- ¿Cuál es la mejor manera de vivir?

- ¿En qué consiste una sociedad justa?

 

Con ellas se toca fondo en la significación de la democracia, ahora intensamente acosada por el populismo. Puede decirse que en Occidente faltan demócratas militantes que contrarresten a los sectarios que peroran con las momias que exhiben día tras otro, un mundo irreal. Lo que de veras importa para la salud de la democracia es la atención a los más débiles y esto empieza, en primer lugar, por neutralizar los bombardeos a los que se les somete con frases hechas de engaño.

 

Pienso hoy en Sánchez, y en toda la corte que le arropa y que es cómplice de su traición y deslealtad (sin embargo, mientras les asegure el sueldo que tienen, esta tropa le guarda lealtad a machamartillo). La llamada izquierda está desahuciada por okupas que pretenden estar en el poder como sea, aunque tengan que echar de su casa a socialistas de toda la vida. ¿Tiene sentido para ellos la autenticidad?

 

Se hace imperioso combatir palmo a palmo la falsedad. Pero con una hostilidad limitada, porque no todo puede estar permitido; no lo está el matar y torturar, no lo está el faltar a la verdad. Los medios justifican el fin, no al revés. Hay una autenticidad consistente en ver a cualquier ser humano como persona, lo que no va de izquierdas o de derechas. Ni de súbditos o esclavos, sino de seres con los que tenemos deberes y derechos. Siempre por la libertad y la igualdad.

 

Puede decirse que la mejor manera de vivir es fomentar lo mejor alrededor y rechazar abiertamente la explotación, el abuso y las injusticias, donde quiera que se den, para hacer de este modo más humana la sociedad.

 

Un arte, el de vivir, que siempre parte del recuerdo vivo del amor que hayamos recibido y que, en homenaje a quienes lo dieron, buscamos expandir para hacer fuerte y bella la vida, la de todos.

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