¿Realmente vale la pena reflexionar sobre la posible existencia de un espacio-muerte (o sea: una vida después de la vida) y sus características? "Ya lo sabremos cuando morimos" dicen algunos. Y yo me pregunto, por ejemplo, ante esta convicción, que quizás sea necesario tener unos conocimientos previos sobre este espacio-muerte para poder llegar, en caso de que exista.
Ya he manifestado en anteriores escritos que el hecho de que la materia, a lo largo de una especifica evolución cósmica, se haya convertido en vida y que la vida se haya convertido en conciencia, que en el caso de los seres humanos es una conciencia libre, no implica que la evolución cósmica se haya detenido y el siguiente escalón puede ser perfectamente la aparición de un espacio-muerte.
A menudo se acusa al ser humano de creerse el centro del Universo. Por lo tanto, suponer que sobrevivimos a la muerte puede interpretarse como un claro indicador de esta concepción tan egocéntrica. La verdad es que no somos el centro del Universo pero somos muy peculiares. Esto me recuerda un chiste en el que, a pesar observando las estrellas, un individuo le dice a otro que los seres humanos somos una miseria ante la inmensidad del Universo y el otro le contesta que quizás no somos tan miserables si podemos tener este tipo de reflexiones. Atrás queda asociar la existencia de un espacio-muerte para humanos con la existencia de espacios-muerte para perros y gatos por ejemplo. El ser humano se sitúa a otro nivel y los perros y los gatos tienen sus espacios-muerte al nivel de los dibujos animados.
Sin duda una investigación reflexiva que se fundamente inicialmente en la convicción de la existencia de un espacio-muerte puede derivar en conclusiones contrarias a la convicción inicial. Y aquí está parte de la gracia de una investigación de este tipo. El espacio-muerte nunca debe ser un dogma, pero en un período bastante breve de tiempo puede llegar a ser una convicción.
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