Os quiero hablar de una colega, muy buena amiga, a la que llamaremos Belén (perdonad que por obvia confidencialidad no use su verdadero nombre). Es una madrileñísima médica que trabaja desde hace 40 años ─pongamos que de analista de laboratorio─ en un gran hospital de la capital. Belén no ha auscultado ni explorado un paciente desde que cursábamos juntos el rotatorio de sexto de Medicina en la UAB. Belén es una persona inteligente, bienintencionada y solidaria, aunque con un cierto grado de ingenuidad conspiranoica. Durante la pandemia de marzo-abril de este año, mi amiga, dada su edad, fue sensatamente considerada personal de riesgo y tuvo que teletrabajar desde casa. En consecuencia, no vivió personalmente el drama sanitario y humano del primer brote de la pandemia. Aún así, tuve un gran susto cuando el día 16 de agosto la vi por televisión a la Plaza Colón despegando una pancarta de "Médicos por la Verdad" en la que podía leerse: "Bote, bote, bote, aquí no hay rebrote ".
El negacionismo no es, ni mucho menos, un fenómeno nuevo. Predominan dos teorías. La primera es la del negacionismo extremo que ya se aplicaba a otras enfermedades ─concepto que directamente muchos de ellos niegan─ y que no es otra que defender que el virus no existe y que las manifestaciones clínicas que conocemos no son más que reacciones psicosomáticas a nuestros traumas. La segunda, que ha nacido unida concretamente a esta pandemia, postula que el coronavirus no es más que una gripe leve y que todo lo que ha conllevado se debe a que nos han intoxicado con medicamentos y que forma parte de una estrategia de los gobiernos para poder controlarnos mejor a través de las redes 5G, que, además son las responsables de su dispersión. Me consta que mi colega forma parte de este segundo grupo de bienintencionados crédulos. No es extraño que hace pocos días gente como ella quemaran varias torres de telefonía móvil en el Reino Unido y Holanda. No les preocupa la flagrante contradicción de no creer en un virus y, al mismo tiempo, pensar que éste se dispersa por unas torres o por cualquier otro método. Es otra de las técnicas habituales de estos grupos, asumir incongruencias mentales es su método de trabajo: son capaces de decirte que el cáncer no existe y en la misma frase promocionar remedios que prometen su cuidado.
Más allá de la estupefacción que siento al ver como una colega inteligente y solidaria puede haber caído en las redes de este grupo de alocados negacionistas, lo que realmente me enfureció, como médico, es que haya compañeros de profesión, afortunadamente muy pocos, que se hayan dejado liderar por analfabetos acientíficos y hayan abjurado de la ciencia. Por eso, tuve una larga conversación telefónica con mi amiga y después de obtener su permiso tácito, le prometí poner sobre el papel los argumentos que ya le había comentado. Lo haría como una carta abierta que publicaría porque creo que puede ser de interés para los lectores del diario:
Estimada Belén:
Estamos viviendo tiempos convulsos: la pérdida de prestigio del conocimiento científico ha permitido su sustitución por la farsa, por la palabrería, por la incultura, por el pensamiento mágico, por la vulgaridad, por despropósito y por la demagogia aplicada a la ciencia, Son días en los que los analfabetos acientíficos se permiten opinar sobre el SARS-CoV-2 y tienen más altavoces mediáticos que los más doctos catedráticos de virología o los más expertos infectólogos. Tiempo donde los tratamientos y las medidas de contención de la epidemia dictadas por los expertos sanitarios pueden ser cuestionados por alocados que no saben hacer la “O”” con un canuto. Resulta aterrador que estos grupos que parecen añorar la edad media ─y en los que se mezclan terraplanistas, antivacunas, conspiranoicos, antimascarillas, sectas satánicas, neonazis, adoradores de ovnis, hedonistas ácratas, fetichistas de los puerros, fóbicos del 5G y ecologistas que no han visto nunca una gallina─ dominen las redes sociales instaurando una nueva religión que, mucho me temo, está teniendo más creyentes de los que se podía imaginar en una parte población especialmente desinformada y aterrada.
Siempre te he tenido por una persona sensata y razonable, eso si un poco abogada de las causas perdidas. Que una médica experta como tú defienda ideas alocadas entra dentro de tu libertad, pero que te alinees con acciones que pueden hacer daño a otros es harina de otro costal. Estoy dolido por tres razones.
En primer lugar, me ofende profundamente que hayas afiliado a una secta que se autodenomina "Médicos por la Verdad". En España somos 160.000 médicos mientras que tu asociación dispone sólo de unos doscientos. Quiere esto decir que los otros 159.800 médicos somos "Médicos por la Mentira". Resulta ofensivo e inaceptable incluso el mismo nombre de tu cofradía.
En segundo lugar, no entiendo nada de lo que decís. He leído atentamente vuestro manifiesto y no he encontrado ni un solo argumento basado en la evidencia científica ni soportado por argumentos clínicos. Me extraña que tú, que has recibido la misma formación médica que yo, te hayas dejado seducir por personas ajenas a la profesión con sofismas más propios de barberos medievales que de clínicos entregados a la atención médica. Me consta que tus intenciones son buenas, pero la mentira y la locura a veces hacen más daño que los virus ARN.
En tercer y último lugar, me ha sorprendido que hayas respondido a una convocatoria hecha por un profesor de yoga que dice encarnar el pueblo, un ex entrenador de fitness que odia a los medios y un antiguo dirigente de Vox en Barcelona obsesionado contra el nuevo orden mundial. Me ha hecho sonreír verte con una pancarta que decía "Bote, bote, bote, aquí no hay rebrote".
Créeme, los actuales modelos matemáticos estadísticos establecen que si continuamos así hacia finales de septiembre habrá colapso de la atención primaria y de la hospitalaria. Sin embargo, todavía me duele más hoy que hemos tenido que intubar y poner en prono el primer paciente con neumonía Covid del rebrote. La peor pandemia no es la Covid sino la de la ignorancia y la falsa arrogancia de los negacionistas que nos lo ponen todo aún más difícil. Me consta que no es tu caso, pero el modus operandi de algunas de las asociaciones negacionistas es hacer caja a través de donaciones, venta de revistas, suscripciones o publicidad aprovechando la credulidad de buena gente asustada por la pandemia. Algunos son personas que no creen lo que dicen y que no lo ponen en práctica en ellos mismos. Un ejemplo claro: el catalán Josep Pàmies, que factura alrededor dos millones de euros al año vendiendo plantas, infusiones e incluso lejía para curar todo tipo de enfermedades, recurrió a un hospital público cuando tuvo un infarto. No se trató con flores de Bach. Otros promotores de estas mentiras realmente se las creen como tú. Vivís en una realidad paralela y difundís vuestras teorías de la conspiración tanto como podéis, porque creéis de verdad que estáis haciendo un favor a la humanidad.
Sé que los difusores del negacionismo ofrecen un mensaje reconfortante: Yo te ofrezco la verdad, esto no está sucediendo y que nos digan que nos quedamos en casa no es más que una herramienta de control gubernamental, ya que no hay ningún peligro.
Puedes decirles a tus amigos negacionistas medievales que si no crean en el virus vengan en nuestros hospitales y centros de salud a ayudar en los traslados, las higienes y los cuidados de los pacientes infectados. Naturalmente, sin EPIs dado que el SARS-CoV-2 no existe.
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