Que desgracia encontrarse a diario con las historias de la maldad. En esta Venezuela que entierra mas muertos que la que producen guerras declaradas y civiles. Que brusco encontrarse con el asesinato de un ser querido, de un amigo o un compañero de trabajo. No podemos salir de la indignación de ver niños robando a niños como le pasó hace unos días a unos jóvenes en el Cafetal, o el asesinato de una mujer que emprendía su partida aterrada por la inseguridad y días antes es cruelmente asesinada. Exterminan al ingeniero y a su hermano teniente a quienes le llego su día porque el destino le pincho un caucho en carretera cualquiera.
Que desgracia encontrarse a diario con las historias de la maldad. En esta Venezuela que entierra mas muertos que la que producen guerras declaradas y civiles. Que brusco encontrarse con el asesinato de un ser querido, de un amigo o un compañero de trabajo. No podemos salir de la indignación de ver niños robando a niños como le pasó hace unos días a unos jóvenes en el Cafetal, o el asesinato de una mujer que emprendía su partida aterrada por la inseguridad y días antes es cruelmente asesinada. Exterminan al ingeniero y a su hermano teniente a quienes le llego su día porque el destino le pincho un caucho en carretera cualquiera.
Esta en los barrios, en las urbanizaciones, en las calles de Caracas, en el interior, en la costa y en el campo. En el exterior no nos entienden, es como si los genes estuvieran alborotados y las maldad emergió para vengarse. Nuestra capital esta como los pueblos del lejano oeste, sin ley ,sin códigos. Pareciera que estamos rodeados como por aquellos malvados a caballo que azoraban las caravanas de peregrinos o buscadores de sueños que cruzaban las vasta nación en busca de tierra y eran asaltadas sin piedad. Solo el polvo a lo lejos que levantaba el cabalgar les advertía que ellos serian las próximas victimas. Aquí, las motos apenas dan la señal con ese ruido que aturde a miles de ciudadanos que caminan con ojo visor de medio lado ante lo que les puede acontecer. Sin querer se discrimina por igual al trabajador o al malandro por ese silbido que nos invadió todos los rincones urbanos del país.-
La respuesta es siempre la misma, es culpa de la impunidad. Debe ser cierto, pero también es la falta de policías bien entrenados, de cuerpos de seguridad honestos y eficientes .Muchos son enérgicos para perseguir estudiantes y ciudadanos protestando.
A los injustos se les respetan sus derechos humanos mientras que los de la mayoría son violentados por esa minoría que no da tregua, que le quita el sueño a las madres, que empuja a nuestros compatriotas a irse del país. ¿Cómo defenderse ante la barbarie que nos acecha?
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